La Secretaría de Hacienda afirma en su un documento que el presupuesto federal para mitigar el cambio climático y adaptarse a él ha aumentado enormemente en los últimos años, pero eso es solamente porque están sumando acciones que nada aportan al respecto
Por Eugenio Fernández Vázquez
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La semana pasada la Secretaría de Hacienda y Crédito Público presentó la Estrategia de Movilización de Financiamiento Sostenible, con la que el gobierno mexicano buscará canalizar quince billones de pesos de aquí a finales del próximo sexenio, en 2030. La publicación de una estrategia al respecto, que se suma a la difusión hace unos meses de la Taxonomía sostenible de México, es una buena noticia, pero el propio gobierno la ha oscurecido porque incluye en ella datos que son más bien falsos. La propuesta tiene el problema añadido de que asume muy neoliberalmente que el dinero es el único problema, cuando hay otros elementos fundamentales que están ausentes, como la organización productiva, la construcción de capacidades y la construcción y recuperación de comunes.
La Estrategia consta de 19 líneas de trabajo divididas en tres “pilares”: Gestión financiera pública sostenible, Movilización de financiamiento sostenible y Acciones transversales. El primer pilar incluye, por ejemplo, mayores recursos para acciones sustentables en el presupuesto de egresos de la Federación o la implementación de medidas sostenibles en la legislación fiscal. El segundo va de la implementación de la Taxonomía para la creación de nuevos instrumentos financieros hasta el desarrollo del sistema de comercio de emisiones de gases de efecto invernadero. El tercero incluye el trabajo en materia de género con los sectores financieros público y privado y la construcción de capacidades entre ellos para movilizar nuevos recursos para la sostenibilidad.
Hasta ahí todo bien, pero se hace difícil ser optimista sobre las posibilidades que abre el documento cuando la propia Secretaría de Hacienda se toma tan poco en serio sus promesas. Para muestra baste un botón: se afirma en él que el presupuesto federal para mitigar el cambio climático y adaptarse a él ha aumentado enormemente en los últimos años, pero eso es solamente porque están sumando acciones que nada aportan al respecto.
Por ejemplo, la totalidad de los recursos del Tren Maya —los casi 126 mil millones de pesos que se le asignaron este año por vía de la Secretaría de la Defensa— se etiquetaron como acciones contra el cambio climático (página 85 del proyecto de decreto). Ni el partidario más ferviente del Tren Maya, si es mínimamente serio, afirmaría que todo lo que ocurre en el marco del proyecto es una acción de mitigación o adaptación al cambio climático.
Lo mismo pasa con el programa Sembrando vida. Casi la totalidad de los 38 mil millones de pesos destinados al programa se incluyeron en el anexo transversal 16 sobre cambio climático (página 87 del proyecto de decreto). Nadie, ni su mayor defensor, consideraría que todos los componentes del programa van en ese sentido.
Hay otros problemas con muchos de los instrumentos que se contemplan en el marco del segundo pilar. Por ejemplo, ahí se habla, entre otros, de la importancia del Sistema de comercio de emisiones que contempla la legislación nacional en la materia, pero el sistema va muy retrasado y no parece que se vaya a terminar de echar a andar en este sexenio.
Por otra parte, está el problema de que muchas veces lo que falta no son recursos —aunque éste sea un factor importante—, sino capacidades para poner esos recursos a trabajar. En el sector pesquero, como en el forestal, es tanto o más importante garantizar la organización social en cooperativas, empresas comunitarias y grupos de aprovechamiento que aportarles capital. Más que regar dinero sobre gestores de los recursos naturales y pequeñas empresas e innovadores hay que ayudarlas a ganar las habilidades y el conocimiento para aportar soluciones nuevas, para que los subsidios entregados se conviertan realmente en inversiones. Sin capital social y sin capital humano el capital financiero es, simplemente, inútil, y termina malgastándose sin aportarle nada a nadie. Y la Estrategia no dice nada al respecto.
El documento que presentó la Secretaría de Hacienda podría ser útil como referencia, e inclusive puede ser una herramienta para algunos actores al interior de la administración pública federal o en el sector privado que estén comprometidos con un futuro mejor. Sin embargo, mientras el propio gobierno no se crea lo que publica reduce mucho el margen para el optimismo.
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Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.