Opinión

Cuando AMLO no esté




noviembre 27, 2023

Entiendo que Sheinbaum trae dos equipos trabajando: uno para la elección, es decir, el de corto plazo; y otro para una vez que sea Gobierno, de mediano plazo, que trabaja en un Plan Nacional de Desarrollo o proyecto de Nación para seis años e incluso más. Yo creo que necesitará un tercer equipo que es tan importante como los otros dos

Por Alejandro Páez Varela

Muchos se preguntan, estén o no de acuerdo con él, hacia dónde irá el país cuando se vaya Andrés Manuel López Obrador. De entrada, como nada está escrito y seguimos en el terreno de lo inédito, algunos buscarán degollarlo en ausencia, como Felipe Calderón, los Claudios X. González (padre e hijo) y otros como ellos que simplemente lo aborrecen. Pensarán que es el momento. Son odios personales y muy puntuales.

Pero otros querrán que el mandato de AMLO se extienda sin él, algo que no ha funcionado en el pasado y quien mejor lo sabe es justamente el Presidente.

Una vertiente de esa pregunta (hacia dónde irá el país) es si Claudia Sheinbaum podrá llenar el espacio que abre la ausencia de AMLO y yo desde ahora advierto que no, porque uno es uno y la otra es distinta y sueno obvio porque lo es. Cuando no esté López Obrador, algunos querrán encontrar en ella una sustituta y en una parte sí será así, pero Claudia no será un traslape del líder porque es distinta y porque se espera de ella que traiga su propia agenda y trabaje en las áreas donde, por las razones que sean, el Presidente anterior no pudo trabajar.

Es posible crear escenarios aunque los retos para Sheinbaum son muchos. Podemos partir de la idea de que la izquierda gana la elección presidencial para reducir las variables y el primer reto es el movimiento mismo: ¿cómo darle viabilidad cuando no esté su fundador?

Primero, Sheinbaum deberá afinar el partido y el movimiento. Estará obligada a perfeccionar y socializar la idea de que se trata de un “movimiento donde convergen distintos movimientos” y luego dar solidez al partido para que genere cuadros para el mediano y el largo plazos. Ahora mismo, antes de asumir Gobierno, debe aprender del pasado y seleccionar episodios que le convengan. Para dar certeza, por ejemplo, Plutarco Elías Calles –dicho en sus propias palabras– impulsó la idea de transitar de “un país de caudillos a uno de instituciones”. Es una manera de sustituir al líder por un movimiento robusto.

Las instituciones de una nación no se dirigen solas: requieren mujeres y hombres capaces, incorruptibles y moralmente intachables. Estos cuadros no se compran en paquetes; se crean, se cultivan. Algunos son generados desde el Estado mismo (el servicio de carrera), pero otros tienen que crearse afuera. Y quizás cuando Morena ganó la Presidencia tuvo que recurrir a cuadros externos para ocupar posiciones clave. Eso, sin embargo, no puede repetirse al infinito porque es una apuesta demasiado alta. De allí vienen los Germán Martínez o las Lilly Téllez, individuos sin escrúpulos que traicionan la confianza y arrebatan porciones de poder para trasladarlo a quien les ofrezca más.

Justo allí es donde se crecieron los Marcelo Ebrard y los Ricardo Monreal, que están adentro pero tienen y usan parcelas de poder para sus propios fines. En un momento han reclamado espacios con la amenaza, implícita o no, del “me llevo mi gente para otro lado”. Cuando tienes cuadros leales a una causa, sin embargo, no hay “mi gente” y tampoco puedes “llevarla para otro lado”, como si fueran una bicicleta o una cajetilla de cigarros. Instituciones y cuadros para esas instituciones son clave, o un Adrián Rubalcava, cacique de quinto nivel, puede volverse un “cuadro interesante” o “indispensable” por las peores causas: para sumar votos (votos sucios) a una campaña.

No puedes, cada seis años, estar organizando “acuerdos” con grupos externos para garantizar triunfos electorales. No puedes ceder a los Manuel Espino o los Rommel Pacheco sólo para garantizar el triunfo. Necesitas cuadros ideológicamente solventes que abracen causas y puedas sumar para gobernar. Para resistir la ausencia de López Obrador no necesitas otro López Obrador, pues, porque no crecen en matas. Necesitas mujeres y hombres que den forma a una estructura que resista al tiempo. Instituciones que sustituyen a caudillos, básicamente.

El problema de Calles es que creó dos estructuras para responder al vacío de los caudillos: el Estado y el partido de Estado. Eso no puede suceder en un país moderno. Por eso el imperativo es formar cuadros sólidos por fuera, además de los cuadros que el Estado mismo genera en el servicio de carrera. Los cuadros sólidos de afuera son los que inyectan una filosofía, una ética que rige la actuación de las estructuras dentro del Gobierno. Es convertir el “no mentir, no robar, no traicionar” en una filosofía que modere, rija y vigile la actuación de los miembros del movimiento para que, cuando lleguen a ser Gobierno, no se desvíen.

Esto lleva, necesariamente, a crear desde ahora mecanismos para garantizar dos cosas: una, que nadie que no respete los principios básicos de izquierda sea postulado a un cargo de elección popular; y la segunda, que una vez que lleguen a una posición pública rindan cuentas ante el partido y sus militantes. Porque resulta que un Gobernador o un Alcalde pueden llegar a una posición por el movimiento y luego darle la espalda a todos sin que existan los procesos para pedirle que rinda cuentas y jalarle las riendas si no cumple con lo que se ha prometido al ciudadano.

Ahora que Claudia Sheinbaum tiene el “bastón de mando” –que es, básicamente, las riendas del movimiento–; mientras construye una candidatura presidencial ganadora y acuerdos para garantizar un triunfo que le dé margen para gobernar, debe aprovechar para construir el partido del futuro. Una vez que asuma la Presidencia (partimos de la idea de que la izquierda gana la elección), sus prioridades son otras y absorberán todo su esfuerzo. Por eso es ahora cuando debe crear la escuela de cuadros de mediano y largo plazos, que den, después de 2030, gente capaz y moralmente intachable para hacer gobiernos. A la vez, debe crear los mecanismos para que sólo los mejores cuadros compitan en las elecciones y que las internas sean un ejemplo democrático y no concursos de popularidad. Luego, debe armar los mecanismos para que esos que ganarán, sean parlamentarios, gobernadores, alcaldes o secretarios de Estado, rindan cuentas ante los ciudadanos de lo que hacen (cumplir promesas) y ética y moralmente cumplan con los principios que le demanda el movimiento que le abrió una oportunidad electoral.

Entiendo que Sheinbaum trae dos equipos trabajando: uno para la elección, es decir, el de corto plazo; y otro para una vez que sea Gobierno, de mediano plazo, que trabaja en un Plan Nacional de Desarrollo o proyecto de Nación para seis años e incluso más. Yo creo que necesitará un tercer equipo que es tan importante como los otros dos. 

Claudia, creo, requiere formar un tercer grupo de personas con autoridad moral; los intachables; los que necesariamente están ideologizados. Lo pienso como un consejo se ancianos que debe construir las reglas inquebrantables que aplican sobre ella y aplican sobre cualquiera otro que sea parte del movimiento. Los que creen barreras para detectar a tiempo a las Lilly Téllez y los Germán Martínez; los que se atrevan a citar a un Cuauhtémoc Blanco a una reunión para pedirle explicaciones sobre su Gobierno; los que se entrevistan con una terna de aspirantes a Alcalde o Alcaldesa al menos, en capitales clave, y les digan qué sí y qué no, mucho antes de que pasen a una encuesta; los que vigilen que todo lo que se heredó de Andrés Manuel López Obrador –sus ideas éticas y morales– esté allí cuando él se haya ido, y puedan sumar, con el paso de los años, aquello que aporten las mujeres y hombres que tuvieron el privilegio de portar ese mentado bastón.

Pero todo lo que he escrito pasa, como digo, por el supuesto de que se gana la elección presidencial. Y pasa, también, por el supuesto de que sí hay mujeres y hombres de izquierda que quieren construir un movimiento duradero que se mantenga en la izquierda y que evolucione para bien de las mayorías, como es la obligación de todo aquel que piense que por encima de uno están todos los demás.

***

Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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