Si alguien me pregunta cuál es el siguiente paso en la campaña de la oposición, se los digo: ligar al Presidente, a Morena y a Claudia con el narco. Usará todo tipo de informes, tengan o no rigor... Querrán manchar a López Obrador y causarle daño a su probable sucesora.
Por Alejandro Páez Varela
El jueves 18 de enero no fue el mejor día para Xóchitl Gálvez. Decidió cerrar campaña en uno de los estados más violentos de México: Guanajuato. El PAN gobierna allí desde 1991. Si hay algo que presumir, pues, sería allí: son 33 años de administraciones panistas y nadie puede decir que no han tenido tiempo para demostrar qué se puede hacer. “Yo sí voy a enfrentar a la delincuencia, tengo las agallas para que vivan en paz”, dijo. Les llevó su discurso sobre la inseguridad. También les llevó mentiras.
Dijo, a una multitud hambrienta de resultados, que Guanajuato tenía una percepción de inseguridad ciudadana más baja que la de la Ciudad de México, citando la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que se había publicado ese día. La ENSU no mide la capital, sino las alcaldías, y ni siquiera el promedio (52.60 por ciento) supera a las ciudades guanajuatenses, que rascan el piso del 90.0 por ciento. Los medios tradicionales, de los que tanto se queja Xóchitl, no consignaron la mentira ni ese día ni en sus ediciones del día siguiente.
El evento, en Acámbaro, Guanajuato, fue de apenas unos minutos. No hubo una sola bandera del PRD, no asistió Jesús Zambrano, tampoco estuvieron Alejandro Moreno y Santiago Creel, su coordinador de campaña. Tuvo que conformarse con Marko Cortés, quien sufre uno de sus peores momentos después de revelar el pacto mafioso de Coahuila.
En contraste, a la misma hora y en el Monumento a la Revolución de la Ciudad de México, a Claudia Sheinbaum la arropaba una multitud; todos los líderes partidistas y hasta Marcelo Ebrard. Además la acompañaba un discurso robusto donde delineó su proyecto económico, marcado por la continuidad: sin aumentos drásticos a los combustibles, sin condonación de impuestos, con más trenes para conectar México y el compromiso de disciplina fiscal, algo que le ha ganado estabilidad al peso y ha dado margen de maniobra al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Un discurso donde reivindica las causas de la izquierda social, que es de donde ella viene.
El jueves 18 de enero marca a Xóchitl. Y creo que la mentira le restará fuerza a su estrategia central, que es poner énfasis en la inseguridad. La candidata del PRIAN cae, otra vez, por su propia lengua.
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Jorge G. Castañeda lo había sugerido semanas antes; los promocionales están concentrados en ello; se adelantaron varios medios pero ya, es claro: la gran estrategia de la oposición será potenciar la violencia y la inseguridad durante proceso presidencial 2024. Y cuando hablo de la oposición me refiero al PRIAN, que Movimiento Ciudadano no pinta, por ahora.
Hace unos días, en Uruapan, en la entidad donde se lanzó la fallida guerra contra las drogas de Felipe Calderón, Xóchitl Gálvez dijo: “Hay zonas donde gobierna la delincuencia con absoluta impunidad. Lo que vamos a hacer es recuperar el país. Yo me resisto a dejarle a estos jóvenes este país. Yo no quiero que estos jóvenes vivan con miedo el resto de su vida. No es justo para ellos”. Va por allí, pues, independientemente de la mentira en Acámbaro. Lo ha repetido todo enero.
Es evidente que, por lo que dicen y tuitean, Claudio X. González, los intelectuales y sus asesores le vendieron la idea de que es por la inseguridad. Xóchitl quiere creer que tiene esa carta y que es ganadora. Y se la va a gastar. Pero la estrategia tiene, al menos, tres problemas.
Uno es que el contraataque se vuelve dulce para Claudia Sheinbaum: su Gobierno en la capital fue exitoso en el combate a la violencia, y los números son abrumadores. En la Ciudad de México se tiene para responder con datos que la estrategia de atender las causas (ir a la base social) ha funcionado, empezando con las pensiones y becas lanzadas por Andrés Manuel López Obrador hace más de 20 años. Y es Claudia la que consolida el resultado, como dicen todos los números. El contraste es justo Guanajuato, que está en manos del PAN desde 1991. Y vean cómo está. “Lo que vamos a hacer es recuperar el país”, dice. Cualquiera puede decirle: empiecen por recuperar Guanajuato porque en tres décadas de partido hegemónico lo volvieron un cementerio.
(Por cierto, a pesar de que ha pasado por distintos procesos electorales desde entonces, Guanajuato no vivió una transición democrática. La entidad fue entregada al PAN por Carlos Salinas de Gortari, como es ampliamente conocido, y desde entonces la gobierna. Pero no hubo siquiera simulación en la transición del PRI al PAN, porque se transgredió la voluntad de la gente por un objetivo mayor, que era aliar a esas dos fuerzas que supuestamente se confrontan).
El segundo problema de la estrategia de Xóchitl es que los mexicanos tenemos memoria. “No es justo que los niños no puedan gozar de un país que gozamos nosotros todavía cuando éramos niños”, dijo la candidata del PRIAN en Michoacán. Y es cierto. Nada más que las calles, las carreteras, los pueblos e incluso ciudades y estados enteros no se pueden gozar desde hace años: desde que apareció Genaro García Luna, a veces mano derecha y otras veces “por encima de Felipe Calderón”, según detalla Nicolas Sarkozy en sus memorias.
Y justamente él, García Luna, es el tercer problema para que el PRIAN vuelva de la inseguridad una estrategia de campaña. Calderón supo desatar una guerra y casi cualquiera con poder, que se sienta muy macho, puede hacerlo: saca un bat del clóset y va y golpea al vecino. Lo malo es que el vecino tiene primos, hermanos, hijos y padres y van a responder. Calderón no supo qué hacer con el revire. Lo único que se le ocurrió fue repartir bats en el vecindario. Por eso vivimos una batalla campal homicida, de la que se queja Xóchitl. La oposición sabrá cómo sacar el bat y no hay novedad en ello, porque eso son los gobiernos de derecha; lo que no sabe es cómo resolver el instante posterior al primer batazo. En todo caso, lo que sabe, y eso lo vimos en el sexenio de Calderón, es sacarle provecho al caos.
Los ciudadanos (sigo desagregando el tercer problema de su estrategia) saben que de esa campal no resultó nada bueno. Miles de familias por todo México fueron enlutadas. Luego nos daríamos cuenta que los calderonistas supervisaban y capitalizaban el derramamiento de sangre. Uno de ellos fue, precisamente, García Luna. Sus negocios formales se vincularon a la violencia que él mismo provocó: montó oficinas para vender asesorías, estrategias “de seguridad”, software y hardware para espiar o para administrar datos, etcétera; esos negocios son los que el Gobierno de México le disputa legalmente en una corte de Florida. Pero además están los negocios informales: pasarle la charola a los narcos dejó ganancias colaterales que hasta ahora nadie ha medido; se calcula en cientos de millones de dólares –según el juicio en Brooklyn– pero nadie sabe dónde están.
“Imagina”, dice la nueva campaña de Xóchitl. Quiere que imaginemos un país más seguro, donde se pueda dejar la puerta abierta de la casa y no pasa nada. Se burlan a diario de que el Presidente ofrece un sistema de salud “como el de Dinamarca”, pero para el tema de seguridad, en sus spots, los opositores del Presidente ofrecen Dinamarca. Ni en Estados Unidos, ni en Alemania, ni en España, ni en Francia se puede dejar la puerta abierta de la casa sin que pase algo. Quizás en Japón, no sé; quizás en Dinamarca. Pero eso ofrece Gálvez.
“Imagina”, dice Xóchitl en sus nuevos comerciales. Pero imaginar no es opción. Vemos muertos cuando imaginamos. Vemos a Calderón colérico y a Max Cortázar, ahora con ella, pidiéndole a los medios que no publiquen lo que está pasando. Vemos a García Luna cerrando acuerdos con narcos y vemos descabezados y colgados y desaparecidos por todas partes.
Lo que queremos los mexicanos no es imaginar o soñar, sino cosas puntuales, palpables; respuestas. Y lo palpable es que en la Ciudad de México, donde la izquierda gobierna desde 1997, se vive mejor que en Guanajuato. Los panistas de la capital lo saben. Los alcaldes del PAN hacen suyo ese logro aunque Xóchitl intente, como lo hizo la semana pasada, quitarle mérito con base a mentiras.
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Si alguien me pregunta cuál es el siguiente paso en la campaña de la oposición, se los digo: ligar al presidente, a Morena, a Claudia misma con el narco. Usará todo tipo de informes, tengan o no rigor, apoyados en medios y periodistas afines. Habrá documentales, conferencias de “académicos” mostrando sus datos. Querrán manchar al presidente y causarle daño a su probable sucesora. Usarán granjas de bots, columnas, noticias principales, reportajes, entrevistas, podcasts y si encuentran, hasta zepelines. Y luego aparecerán en masa los arrepentidos, individuos que se graban diciendo: “Yo voté por López Obrador y me arrepiento”.
¿Funcionará? Durante años han atacado a López Obrador y mantiene una calificación que ya quisiera cualquier mandatario del mundo. De 81 por ciento, dijo Demotecnia en su encuesta de enero 2024. De 75 por ciento, según Covarrubias, y de 79 por ciento, según Simo, ambas mediciones de diciembre 2023. Sólo GEA-ISA le da 55 por ciento (y El Financiero, que es el nuevo GEA-ISA). Y le puedo seguir. ¿Funcionará? Yo digo que no para que Gálvez gane, pero sí para tratar de tiznar a Sheinbaum.
Ahora, una de las demandas principales de los ciudadanos es acabar con la violencia. El presidente conoce el reclamo. Para enfrentarla se necesita ver con claridad el problema, no enturbiarlo, no volverlo parte de la política, no usarlo como herramienta electoral. Y no se puede mentir con algo tan delicado, como lo hizo Xóchitl. No es responsable y tampoco es ético.
Pero el tema de las mentiras de Xóchitl (sobre ella misma; sobre su familia, su fortuna y sus propiedades; sobre sus supuestas hazañas y andanzas) es para la literatura. Como Demetrio Macías, personaje de la novela Los de Abajo, de Mariano Azuela. Arrastrado por la fuerza a la Revolución, regresa a casa y su mujer le reclama los años de ausencia: mira, le dice, ni tu hijo ni el perro te reconocen. “¿Por qué pelean ya, Demetrio?”.
Y él lanza una piedra al abismo para explicar la inercia que lo lleva a ser quien es: “Mira esa piedra cómo ya no se para…”.
Así veo Xóchitl. De mentira en mentira, de medias verdades a historias de ficción. Y ya no se para, como la piedra; y va rebotando hacia el abismo.
Quizás necesitó asesoría antes de inventarse su propio personaje, pero qué más da: la compraron como producto milagro, supuestamente para ganar elecciones, y no por lo que podría ofrecer a la literatura o a los ciudadanos.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx