Opinión

A las travestis nos quieren muertas




enero 23, 2024

A las travestis nos quieren muertas. Incomodamos porque resultamos ambiguas ante los ojos de la iglesia católica y por ende ante los ojos de las buenas costumbres y del conservadurismo por igual. Lo peor es cuando esta incomodidad se traslada incluso a los terrenos progresistas

Por Évolet Aceves
X: @EvoletAceves

Si yo pudiera escribir exclusivamente sobre artes lo haría, porque es sobre lo que disfruto escribir y reflexionar. Sin embargo, la situación emergente en que nos encontramos las travestis y las mujeres trans en México es alarmante. Por eso esta semana no voy a escribir sobre asuntos culturales, artísticos o literarios, sino sobre el peligro que corremos las mujeres trans por dar la cara de frente a un mundo que nos prefiere cimentadas en el exilio de la vida.

En lo que va del año no alcanzan los dedos de una mano para contabilizar los casos de transfeminicidios y violencias físicas y verbales de los que mujeres trans mexicanas han sido víctimas en el país. Incluso el presidente Andrés Manuel López Obrador cometió el error de malgenerizar a la diputada trans Salma Luévano, quien forma parte de su mismo partido. El presidente tuvo a bien refrendar su error, pero me parece que hacen falta acciones afirmativas, como la Ley Integral para Personas Trans, que garantice los derechos humanos de nuestra comunidad, así como prácticas pedagógicas en el terreno educativo y familiar que promuevan el bienestar de la comunidad trans.

No estamos en las mismas condiciones que las personas cis, y no lo estamos partiendo de que la sociedad binarista en la que vivimos nos enseñó a sentir vergüenza por nuestra identidad de género, contraria, opuesta, al género que se nos asignó e impuso al nacer, basada en nuestra genitalia. Esto deviene en múltiples impactos en la esfera psicosocial de las personas trans. Las personas trans estamos precarizadas en el ámbito educativo, laboral, político, atención a la salud integral, y, para colmo, nos están matando con saña.

A las travestis nos quieren muertas. Incomodamos porque resultamos ambiguas ante los ojos de la iglesia católica y por ende ante los ojos de las buenas costumbres y del conservadurismo por igual. Lo peor es cuando esta incomodidad se traslada incluso a los terrenos progresistas, quienes, se supone, tendrían que velar por las poblaciones desfavorecidas.

A las travestis nos quieren muertas, porque no cabemos en ninguna de las dos casillas sexogenéricas hegemónicamente arraigadas en el imaginario colectivo y en la mayoría de los formularios de la vida cotidiana: hombre/mujer, masculino/femenino, casillas basadas en la apariencia de la genitalia y en los caracteres anatómicos que la sociedad ha impuesto como determinantes de nuestra identidad de género y hasta de nuestra propia existencia —sexo y género no son lo mismo. Es decir, el determinismo biológico al que las feministas esencialistas les encanta recurrir.

Prefiero usar el término de feministas esencialistas, pues, como Marta Lamas me dijo, “ellas no son radicales porque radical viene de la palabra raíz, y las feministas ‘radicales’ transexcluyentes (TERFs), no están yendo a la raíz”. Y concuerdo con ella, si estuvieran yendo a la raíz nos apoyarían, en lugar de intentar pisotearnos. Las feministas esencialistas sólo ven el feminismo desde su conveniencia, por eso yo no me asumo feminista, prefiero continuar siendo transfeminista. Hay que ser críticos, sobre todo con esos feminismos separatistas y esencialistas, porque ser feminista no siempre es sinónimo de progresismo.

Ojo, no toda feminista es esencialista, hay quienes sí comprenden nuestras vivencias y luchan codo a codo por nuestros derechos y nuestras libertades.

Es inevitable que padres y madres de hijes trans y/o de personas no binarias sientan una gran preocupación, y la solución no está en ocultar la identidad de género de las personas trans, el problema no es mostrarnos como somos, sino la violencia que se ejerce en contra de nuestra población.

Es común que las familias, en un intento por proteger a sus familiares trans, induzcan miedos, temores, muchas veces sin darse cuenta de que en realidad estas manifestaciones de un supuesto cariño, en realidad terminan convirtiéndose en (micro)agresiones, en opresiones. Sin embargo, la mejor opción para los miembros de las familias con integrantes trans es brindar amor, aceptación, respaldo, darles las herramientas suficientes para sanar, porque las personas trans tenemos una herida profunda, que sólo puede ser sanada, o al menos serenada, con amor y comprensión.

A las travestis, a las mujeres trans, nos quieren muertas, por eso habemos contadísimas mujeres trans en el ámbito público, en la literatura, en la academia, en la política. Cada transfeminicidio está, de cierta forma, ligado a la impunidad a la que la sociedad nos ha relegado, al ninguneo en que la sociedad nos abandona, es producto de la nula respuesta de quienes sus vidas no corren peligro por mostrar su expresión de género. Cada quién sabrá qué hacer al respecto.

La culpa no es de nosotras, la culpa es de la ignorancia y la incomprensión que se manifiesta en un odio corrosivo.

everaceves5@gmail.com

***

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y textos híbridos. Psicóloga, fotógrafa y periodista cultural. Estudió en México y Polonia. Ha colaborado en revistas y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, La Libreta de Irma, El Cultural (La Razón), Revista Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales: México Seductor (2015) y Anacronismo de la Cotidianeidad (2017). Ha trabajado en Capgemini, Amazon y actualmente en Microsoft. Esteta y transfeminista.

lo más leído

To Top
Translate »