Desde las canciones que resuenan en la radio hasta las series que devoramos en plataformas de streaming, esta cultura modela percepciones, gustos y la forma de interactuar con el mundo
Por Miguel Ángel Sosa
Twitter: @Mik3_Sosa
La cultura de masas, ese vasto océano en el que navegamos día a día, se ha convertido en el lienzo sobre el cual se dibuja nuestra realidad contemporánea. Desde las canciones que resuenan en la radio hasta las series que devoramos en plataformas de streaming, esta cultura modela percepciones, gustos y la forma de interactuar con el mundo. Pero, ¿qué es realmente la cultura de masas y cómo impacta en la sociedad mexicana actual?
Para comenzar, la cultura de masas se refiere al conjunto de ideas, valores, imágenes y productos culturales que son producidos y difundidos a gran escala, alcanzando a un gran público. En su esencia, busca apelar a los gustos más generalizados, trascendiendo clases sociales, educación y orígenes. Autores como Theodor Adorno y Max Horkheimer, con su crítica a la “industria cultural”, nos alertan sobre cómo este fenómeno puede actuar como instrumento de dominación, al uniformar el pensamiento y debilitar el juicio crítico de las masas.
En México, la cultura de masas se manifiesta a través de diversos canales, desde la música popular hasta las telenovelas y programas de televisión, que no solo entretienen, sino que también comunican ciertos valores y estereotipos. Estos medios masivos juegan un rol crucial en la construcción de la identidad nacional, pero también en la perpetuación de ciertas visiones del mundo.
La realidad mexicana, rica en tradiciones y diversidad cultural, enfrenta el desafío de preservar su patrimonio en un mar de contenidos globalizados. La intrusión de productos culturales extranjeros ha generado un espacio de tensión entre la globalización y la necesidad de mantener viva la esencia local. Es aquí donde autores como Jesús Martín-Barbero y Néstor García Canclini nos invitan a repensar la cultura de masas, no como una amenaza, sino como un campo de batalla en el que se negocian y redefinen identidades.
La televisión, por ejemplo, ha sido un vehículo poderoso para la difusión de la cultura de masas en México. Programas y telenovelas no solo reflejan aspectos de la vida cotidiana, sino que también modelan expectativas y sueños. Sin embargo, el surgimiento del internet y las redes sociales ha democratizado la producción de contenido, desafiando el monopolio tradicional de los grandes medios y ofreciendo una plataforma para voces alternativas.
Esta democratización trae consigo un doble filo: por un lado, permite una mayor diversificación de expresiones culturales; por otro, puede intensificar la fragmentación y la superficialidad en el consumo cultural. En este contexto, la tarea de discernir entre contenido de valor y meras distracciones se vuelve cada vez más compleja para el público.
La música popular en México, desde el regional mexicano hasta el reguetón, ilustra cómo la cultura de masas puede servir tanto para afirmar identidades como para homogeneizar gustos. Estos géneros musicales, a pesar de sus orígenes diversos, se han masificado, cruzando fronteras y generando fenómenos de seguimiento masivo tanto a nivel nacional como internacional.
La cultura de masas en México es un espejo multifacético que refleja tanto las aspiraciones como las contradicciones de nuestra sociedad. En ella conviven la oportunidad de difusión masiva de nuestro patrimonio cultural y el riesgo de su dilución en un mar de influencias externas. Navegar en este mar requiere de un equilibrio entre apertura y crítica, pero también, entre adopción y adaptación.