Hay plantas y procesos naturales que pueden “limpiar” el agua del caño de ciudades y pueblos enteros, lo que permite reutilizar esa agua. A pesar de que esta tecnología empezó a desarrollarse hace varios años, en México apenas empieza a diseminarse de la mano de procesos organizativos y comunitarios
Por Arturo Contreras Camero / Fotos e infografías: Duilio Rodríguez / Pie de Página
Texcoco, Estado de México- En la entrada del humedal comunitario del barrio de Santiaguito hay un letrero que dice: “Donde haya un cuerpo de agua, aunque sea sucia, a lado debe existir un hermoso jardín”. Los árboles que rodean este oasis escondido en un rincón de Texcoco y su pasto verde son muestra de ello.
Cuesta creer que antes, en este paraje solo había un tubo que desahogaba las aguas negras del barrio al aire libre. En este pequeño vergel el agua fluye libremente y la temperatura se siente más fresca que fuera de él. Entre sus fuentes y estanques las aves retozan y cantan con alegría.
Este tipo de jardines “limpian” las aguas residuales gracias a los procesos metabólicos que las plantas y sus bacterias propician, además usan filtros de arenas y gravas para retirar otro tipo de residuos en el agua. A pesar de que los humedales ganaron relevancia en el mundo hace cerca de dos décadas, en México apenas se empezó a escuchar de su uso hace unos años.
En México más de la mitad de los ríos están contaminados, según información de la Comisión Nacional del Agua, y menos de la mitad del agua que se usa y se desecha en el país es tratada para, mientras que hay países que tratan entre el 90 y 70 por ciento de sus efluentes.
A pesar de que operar un humedal es mucho más barato y sencillo que una planta de tratamiento, en México constituyen solo el ocho por ciento de la infraestructura de tratamiento, aunque su uso va en aumento, según reporta en un informe el doctor Armando Rivas, especialista del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua y una de las figuras más renombradas en el mundo de los humedales artificiales.
El pretexto perfecto: el futbol
Más allá de ser un sueño ecológico o buscar una finalidad ambiental, el humedal de Santiaguito surgió con una meta clara: Generar agua para poder que el barrio tuviera una cancha de futbol empastada, como cuenta uno de sus principales promotores, el profesor en retiro Santos Vázquez.
“Teníamos una cancha llanera, sin pastos, así vivimos varios años. Uno como profesor tuvo la oportunidad de conocer algunos humedales y algunas plantas de tratamiento”, cuenta. Fue entonces cuando le vino la idea. “En el barrio sí hay agua –pensó al recordar el desagüe– solo hay que limpiarla un poco y regar con ellas las áreas verdes de ese deportivo de Santiaguito”.
Su construcción y operación son fruto de la voluntad de los vecinos que se han involucrado en el proyecto desde hace 15 años. Su experiencia ha sido tan buena, que incluso han sido inspiración para otras comunidades.
En 2009 el humedal empezó a operar y el asesor para su creación fue ni más ni menos que el doctor Armando Rivas, a quien el profesor Santos conocía por sus años de trabajo como profesor en la Universidad de Chapingo
El humedal del barrio de Santiaguito tiene la capacidad de procesar unos 25 mil litros de aguas negras, o duras, por día, mismas que transforma en agua tratada de tan buena calidad, que quienes cuidan el humedal han logrado criar peces en ella.
Este tipo de espacios de procesamiento tienen mayores probabilidades de ser sistemas perdurables para dar el servicio a comunidades pequeñas, ya sean semirurales, periurbanas o urbanas, que otro tipo de técnicas para el tratamiento de aguas, como otro tipo de plantas cuya operación suele ser costosa y muy especializada.
Participación, la receta secreta
Este edén escondido entre parajes de tierras desecadas existe gracias a la organización vecinal que levantó el profesor Santos. Aunque, al inicio, solo llegaron algunas amistades suyas, pues la comunidad no mostró gran interés. Todo cambió después de convencer a las autoridades locales.
“Esto surge de convencer a muchas gentes, a las autoridades municipales, a las diputaciones. Al principio la comunidad no era muy afín, pero recientemente ha ido interesando a los delegados y al Copaci (el comité de participación ciudadana)”, comenta el profesor retirado.
Normalmente, cuando el profesor Santos convocaba a la comunidad para ayudar con el trabajo en el humedal, solo llegaban unas tres o cinco familias, de más de 300 que habitan en el barrio. El profesor lo asocia con la idea errónea de lo que es trabajar en una salida de aguas negras, aunque actualmente los lirios que ayudan a procesar el agua mitigan ampliamente el olor que se vuelve casi imperceptible.
El profesor se ha dado cuenta que la participación de la gente en proyectos como este es vital y para muestra, cita el ejemplo de Xocoyolzintla, en la Montaña de Guerrero, donde bajo el ejemplo de Santiaguito se construyó un humedal similar.
Algunos alumnos de la universidad de Chapingo originarios de esa región conocieron el humedal y ante el problema de contaminación de ríos en Xocoyolzintla sugirieron crear un humedal similar en cuya construcción se implicó toda la comunidad. Cerca, en otra comunidad, el gobierno implementó un humedal similar, pero sin la participación de la ciudadanía. Actualmente, solo el de Xocoyolzintla funciona.
La educación ambiental se aprende lentamente
El día que el profesor Santos mostró el humedal a Pie de Página, también citó a un par de las personas que se han implicado en el trabajo que requiere. Uno de ellos es el señor Emilio, que diario cuida las plantas del espacio y le da un mantenimiento general al humedal, lo que le roba cerca de dos horas diarias,
Al lugar también llegó la profesora María de Lourdes Rodríguez, también de la Universidad de Chapingo, que aprecia el espacio no solo por su belleza y utilidad, sino porque es un tipo de laboratorio de enseñanza.
“Aquí se recibe el agua sucia de todo el drenaje, esto funciona como un biodigestor y tiene filtros de sólidos. A veces nos mandan alumnos y alumnas que quieren titularse y este espacio les sirve para sus trabajos”, comenta al respecto.
Al mismo tiempo el humedal es una enseñanza para otras personas que están interesadas en limpiar ríos o cuerpos de agua más amplios o que busquen eficientar el uso de agua en sus hogares, pues un humedal casero puede regenerar agua para usarlo en los escusados, para la limpieza general o para los jardines.
Humedales como este se están empezando a implementar el lugares como el lago Tláhuac-Xico, que se busca recuperar como fuente de agua dulce para la región sureste de la megalópolis del Valle de México.
También integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, que desde hace un par de décadas busca recuperar el lago de Texcoco ha empezado a desarrollar proyectos que usan humedales para sanear el paso de los 9 ríos que alimentaban el último remanso del gran lago que una vez existió aquí.
Incluso en los últimos años han empezado a surgir empresas que en casas con jardines han empezado a desarrollar pequeños humedales que ayuden a eficientar el uso del líquido.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.