Un puente vehicular en el centro histórico de Ciudad Juárez genera más problemas de los que entre comillas resuelve. ¿A quién en realidad beneficia esto? A la ciudad no, a los peatones no, a la vida urbana no, al comercio local no, a la seguridad pública y vial no, a Ferromex… definitivamente
Por Alma Rodríguez
Un puente vehicular en un centro histórico es una propuesta que desde los estudios urbanos es obsoleta y prácticamente impensable en las ciudades actuales. Tanto por los efectos ya conocidos a nivel urbano, social y económico, como por que lo que se busca actualmente es ganar espacio público para las personas, limitando en la medida de lo posible dar prioridad a los flujos vehiculares, creando con esto, espacios más habitables para fomentar las interacciones sociales y revalorizar los significados culturales históricos y de la memoria colectiva de la ciudad.
El puente, tal como se plantea por parte del Municipio, abarcaría toda la manzana de la Plaza Misión de Guadalupe donde se encuentra el MUREF (Museo de la Revolución en la Frontera), además, de varios comercios del otro lado de la Vicente Guerrero; y terminaría casi a la mitad de la Plaza del Monumento a Benito Juárez, donde además se encuentra una escuela.
Es una distancia considerable donde se verían gravemente afectadas las visuales a los elementos y edificios históricos ahí presentes, la Garita de Metales, el Muref, la Plaza Misión de Guadalupe (convertida en estacionamiento), la Plaza Benito Juárez, así como la misma Calle Vicente Guerrero, obteniendo en cambio una visual completamente gris de una enorme estructura de concreto.
En una propuesta de este tipo, se omite, por ignorancia o desinterés, profundizar y analizar los posibles efectos del espacio urbano adyacente, del espacio generado debajo del puente y de la afectación a las dinámicas sociales que ahora existen, pues la infraestructura vehicular, sobre todo la de este tipo funciona como un “borde urbano” que inhibe la conexión entre dos zonas, y dificulta el desplazamiento y las actividades naturales a nivel de calle.
Existe evidencia por proyectos similares, tanto en la ciudad como en otras, de que una obra de este tipo genera grandes áreas de espacio “muerto” o subutilizado debajo del puente, las cuáles suelen tener las siguientes características: son zonas obscuras, dadas las sombras que se generan por la misma estructura del puente, dando pauta a ser espacios que se convierten en proclives a actos ilícitos, a la acumulación de basura e incluso en muchas ciudades se han convertido en espacios-dormitorio para persona sin hogar o migrantes, sobre todo dadas las condiciones de la zona centro.
Estas características crean por ende un espacio que se percibe como inseguro, lo que inhibe los flujos de personas y las actividades en las zonas adyacentes, matando de esta forma la vida urbana y social en los alrededores de los puentes.
Considerando lo anterior, y que, en la propuesta no existe una solución real a la movilidad peatonal –aun siendo la de mayor magnitud en la zona–, es fácil prever que se estaría inhibiendo el tránsito y la actividad peatonal a nivel de calle, lo cual impacta directamente tanto la disminución del uso del espacio público, como del uso comercial, dando pie a que con el tiempo los comercios se vengan abajo.
Por tanto, visualizar un puente vehicular en la avenida Vicente Guerrero genera más problemas a la ciudad de los que entre comillas resuelve. Además, sería conveniente preguntarnos si la construcción del puente trae consigo como objetivo que el tren pase por periodos más largos o incluso las 24 horas, ¿a quién en realidad beneficia esto? A la ciudad no, a los peatones no, a la vida urbana no, al comercio local no, a la seguridad pública y vial no, a Ferromex… definitivamente.
Es hora de que Juárez se haga respetar y exija inversiones que traigan un real bien común para la ciudad, una mejora a los entornos urbanos, y mejor calidad de vida a los que aquí habitamos.
