Después de la elecciones de 2018, varios recomendamos a la oposición ejercer la autocrítica y ofrecer una disculpa pública por los daños causados por sus decisiones y la de sus partidos durante los últimos cien años. Ahora me atrevo a recomendarles lo mismo…
Por Alejandro Páez
Este fin de semana circuló un video en el que Claudio X. González, el jefe de la coalición que se conoce con el acrónimo PRIAN, enojado a punto del llanto dice que el Presidente Andrés Manuel López Obrador es un “enano moral”. No queda claro el contexto en el que lo dice pero tampoco es necesario. Pudo ser donde sea. Eso es lo que piensa él y lo que piensan en su entorno.
“Es de este tamaño el Presidente en su calidad moral”, dice Claudio X., cerrando un espacio entre los dedos pulgar e índice. “Pero déjenme hacer más chiquitos los dedos (sic)”, insiste, cerrando el espacio.
–Es demasiado –le dice alguien junto a él.
–Es demasiado –repite.
“Es enano moral”, agrega. “Eso sí, lo hace escudado en el poder. Esas cosas no se valen. Se lo hizo a María Amparo [se refiere a Casar, su sustituta en Mexicanos Contra la Corrupción] y se lo ha hecho a cuántos más. A todos los que se atreven a decir que se equivocan, que los datos son los datos, que la verdad es otra, etcétera, etcétera. Y me temo que la señora Sheinbaum es igual”.
No es distinto a otros videos que circulan. Es notorio el de Enrique Krauze impostando la voz, con rostro de humildad y rictus de dolor, pidiendo a los jóvenes que voten por el PRIAN. O el de Eugenio Derbez, un cómico de Televisa que pide no votar por Morena y mientras habla se escucha, de fondo, musiquita triste. O los varios de Héctor Aguilar Camín donde manotea en defensa de Xóchitl Gálvez, en cualquiera de los muchos foros televisivos en los que participa al tiempo que se queja de una “dictadura”.
Y no son distintos a los tuits de Vicente Fox, supuestamente dirigidos a los jóvenes, con frases como “ándale güey, vota por nosotros”, haciendo de lado que cualquier joven se sentirá avergonzado de que ese ignorante, ese fascista, ese antisemita y odiador que no puede escribir dos líneas sin faltas de ortografía fue hecho Presidente de México por los mismos que ahora le piden su voto a punto del llanto.
Después de la elecciones de 2018, varios recomendamos a la oposición dos cosas. Una, ejercer la autocrítica; y dos, ofrecer una disculpa pública por los daños causados por las decisiones de sus partidos durante los últimos cien años. Fuimos varios los que les dijimos: reagrúpense, hagan un proyecto de Nación y láncenlo al tiempo que ofrecen disculpas al pueblo de México. Claro que no hubo proyecto y tampoco disculpas.
Lo que vino fue una serie de ataques inéditos. Primero, lo que llamaron “moratoria constitucional”, que fue negarle los votos a toda iniciativa presidencial sin importar si beneficiaban o no a los mexicanos; ellos, que se sienten tan demócratas. Y luego, acosar a Movimiento Ciudadano para formar un solo bloque contra la izquierda; ellos, que se quejan de la polarización. Y durante seis años utilizaron a casi el 100 por ciento de la prensa (ellos, que claman que vivimos en una dictadura sin libertad de expresión) para atacar todos los días, en radio, televisión e impresos, cualquier decisión presidencial. Y desde el primer día del Gobierno echaron a andar una estrategia jurídica a través de varios despachos de llamado “litigio estratégico” para detener cualquier obra pública; sí, ellos que se dicen tan preocupados por los ciudadanos. Y ya más cerca de esta elección, pagaron millones de dólares para sostener una campaña donde acusaron al Presidente de ser narcotraficante. Y más, mucho más.
Y ahora, a días de las elecciones, piensan que los discursos paternalistas, con falsa humildad y francamente ramplones (sus “no importa por quién votes pero vota”) van a generar adhesiones de última hora. Los aliados de presidentes depredadores como Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas e incluso anteriores se hacen pasar por “ciudadanos preocupados” y con ayuda de una buena parte de la prensa intentan vender la idea de que son “patriotas sin sello partidista”.
Pero, ademas, estos videos y mensajes vienen acompañados de otros donde piden el voto de los “chairos” mientras los llaman “vendidos”, “mediocres”, “ignorantes”, “nacos”, “monos amaestrados”, “narcos” o de plano “hijos de su puta madre” (y discúlpeme que escriba esa bajeza textual), como recientemente lo hizo Macario Schettino. ¿Y qué otra cosa esperar, si su propia candidata, Xóchitl, dijo que “los altos niveles del Presidente responden a que los mexicanos nos conformamos con muy poco”, es decir, pinches mexicanos mediocres y poquiteros?
Si fuera necesario resumir en una palabra todo lo anterior, podría caber en “histeria”. Pero es más: es frustración, desesperación; síndrome de abstinencia porque llevan seis años alejados de los “apapachos” y es probable –y aquí se agudizan los síntomas de la abstinencia– que duren otros seis años más sin tener influencia en Palacio Nacional como antes la tenían en Los Pinos.
Podemos calificar su actitud como “histeria”, pero es más. Es el síntoma inequívoco de quienes se sienten perdidos y no entienden que hay mucha gente que ya no les cree porque sabe que no son “independientes” o “ciudadanos sin partido”. Es gente que hace tiempo los acomodó en el peor papel que pueden desempeñar los políticos o los intelectuales: el de defensores mañosos de un régimen caduco y autoritario que mostró su desdén por la justicia social y por la democratización del ingreso nacional; defensores de una vieja estructura sostenida a base de privilegios para unos cuantos y menosprecio por las mayorías.
Es histeria, sí, pero es más que histeria. Ese patético espectáculo está ligado a un poder (que lo tienen) malentendido. Si son capaces de unir a tres partidos en una sola fuerza, ¿por qué habrían de disculparse? Si pueden gastar millones de dólares en guerra sucia para ganar elecciones como lo hicieron en el pasado, ¿por qué habrían de preparar un proyecto de Nación? Si pudieron imponer en la Presidencia a un fascista como Calderón, a un mequetrefe como Fox o a un monito ramplón y vacío como Peña, ¿por qué habrían de elegir a alguien competente cuando veían en Xóchitl Gálvez un producto milagro electoral y una posible Presidenta manipulable que les dejara regresar a los “apapachos” del poder?
La falta de autocrítica y de un proyecto de Nación tiene otras consecuencias. La primera es no reconocerán que no hicieron su tarea y venderán la idea de que otros son culpables del fracaso. Para Claudio, Aguilar Camín, Krauze, Roger Bartra, Jorge Castañeda y los líderes de los partidos y sus operadores, no rescataron la Presidencia por culpa de “López el autoritario”, de su candidata-marioneta y de la gente, imbécil y apestosa, que ya no vota por el PRIAN.
Pero tampoco eso será suficiente. Entonces, después del 2 junio, buena parte de la culpa recaerá en Xóchitl Gálvez. Es lo que sigue. Van a cargarle la mano; es su tabla de salvación. Ellos no asumirán ninguna culpa en el fracaso.
Y si en los años posteriores a 2018 no fueron autocríticos, no se reorganizaron y no presentaron un proyecto de Nación, después de las elecciones de 2024, cuando estén más disminuidos, mucho menos. La reacción natural será buscar otros culpables. Les faltará “López” para echar mano aunque estará Claudia, pero el tamaño de la derrota no les da para explicarla solamente en ellos. Ay, Xóchitl. Quizás no lo sabe todavía (quizás se lo imagina) pero sobre ella echarán toda la carga de la derrota.
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Dentro de una semana exactamente, México amanecerá con candidata electa. Todas las encuestas creíbles indican que es Claudia Sheinbaum. Y claro que Claudio X., Aguilar Camín, Krauze y los enanos que dirigen PRI, PAN y PRD se lanzarán contra todos los que se atreven a decir que se equivocan, que los datos son los datos, que la verdad es otra, etcétera, etcétera. Y me temo que la señora Gálvez será igual. Enfocarán todos sus esfuerzos en judicializar la elección; en acudir al Tribunal Electoral. Y hasta se organizarán otra movilización “rosa”. No la han planeado todavía porque perfectamente saben que no cabe una para celebrar su triunfo; entonces será una movilización de “resistencia”.
Después de la elecciones de 2018, varios recomendamos a la oposición ejercer la autocrítica y ofrecer una disculpa pública por los daños causados por sus decisiones y la de sus partidos durante los últimos cien años. Ahora me atrevo a recomendarles lo mismo. Reagrúpense, hagan un proyecto de Nación y láncenlo al tiempo que ofrecen disculpas al pueblo de México. Ya no hay productos milagro, del tipo Xóchitl, que peguen. La gente quiere respuestas serias a problemas concretos, no alguien que ofrece tapar fugas de gas con chicles mascados.
De antemano sé que no trabajarán en un proyecto de Nación y tampoco ofrecerán disculpas, aunque deberían hacerlo. Pero bueno, dejo esta línea de texto que me sirve para reclamárselos después.
Y sobre los intelectuales: deberían (no lo harán pero deberían) razonar que estarán lejos del poder otros seis años y todos ellos, señores que firmaron el manifiesto de la semana pasada para apoyar al PRIAN y a Xóchitl Gálvez (había pocas señoras), tienen una edad bastante madura y necesitarán relevo generacional. No se les desea mal, para nada; incluso allí hay amigos. Es sólo que su ego no les permitió abrir espacios a una nueva generación de intelectuales afines; se engolosinaron con los apapachos y se pensaron eternos. Apenas si lograron contaminar a algunos más jóvenes con su odio. Pero no es virtud compartir el odio propio con los otros, y el odio no arma un proyecto de Nación. Y a estas alturas tampoco ellos, los más viejos, podrán armarlo. Deberían entender que están en aprietos. Son sus años de vacas flacas pero no por casualidad, sino porque hicieron el esfuerzo de que así fuera. Deberían considerarlo.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx