La elección de Claudia Sheinbaum representa un cambio en la dirigencia de la izquierda institucional de México, hasta ahora dominada por expriístas. ¿De dónde viene la primera mujer presidenta del país y sus 35 millones de votos?
Por Alejandro Ruiz / Pie de Página
Ciudad de México– Con 35 millones de votos en la bolsa, Claudia Sheinbaum Pardo será la primera mujer presidenta en 200 años de vida independiente de México, y también, la primera política surgida de los movimientos sociales de izquierda que llegue al cargo. Esa doble figura representa un relevo generacional en los cuadros políticos de lo que se ha llamado Cuarta Transformación, donde los estilos y formas de hacer política de los viejos cuadros de la izquierda han dado paso a aquellos jóvenes que en los 80 nutrían los mitines y protestas para denunciar fraudes o cuidar las urnas.
Fueron ellos quienes paralizaron Reforma en el 2006. Fueron ellos, también, quienes protestaron en defensa del petróleo y la soberanía nacional. Y también, fueron ellos a quienes un sector de la izquierda, más radical y popular, los acusó de traicionar e impedir la revolución al encausar todo a la vía electoral.
Son ellos, sin embargo, quienes ahora están en el poder con una grande misión a sus espaldas: transformar a México, defender la soberanía, detener a la derecha y abrir camino para la construcción de una democracia desde abajo.
¿Lo lograrán? Nadie lo sabe. ¿Lo quieren lograr? Todo apunta a que sí.
La elegida para esta tarea es Claudia Sheinbaum, y aquí repasaremos una parte de su historia.
Cambiar la correlación de fuerzas
Al salir de la casilla donde votó este 2 de junio, la hoy presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, dio un breve mensaje a medios.
«Para la presidencia voté por Ifigenia Martínez», dijo.
El gesto de Sheinbaum no fue casualidad, y recuerda un pasado convulso en la política mexicana. Explicamos:
Ifigienia Martínez, la mujer a quien Sheinbaum rindió homenaje, dirigió y cofundó en 1986 la Corriente Democrática del PRI, un grupo de disidentes en el partido que exigían su democratización, el respeto a sus principios ideológicos y evitar la tecnocratización de la dirigencia. Lo hizo junto a Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, todos priístas disidentes en esa época.
Algunos dicen que ese momento en la historia política de México es cuando por primera vez la izquierda política y social del país construyó una correlación de fuerzas favorable para tomar el poder. Otros, dicen que fue ese momento donde la izquierda popular perdió las riendas del proyecto de nación.
La realidad, es que este episodio fue un momento masivo, álgido, de intensos debates y definiciones que se explican a partir de algunos momentos.
Uno de ellos es el 12 de enero de 1988, cuando la dirigencia de Corriente Democrática formaliza su ruptura con el PRI y creajunto a otros partidos y movimientos identificados a la izquierda, el Frente Democrático Nacional.
Esta estructura les permitió contender en las elecciones presidenciales de ese año, con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato. Perdieron.
Un año después, el 5 de mayo de 1989, el Frente Democrático se sumó al Partido Socialista Unificado y el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Juntos, decidieron constituir un solo partido político: el PRD. Lo hicieron en una asamblea de 35 mil personas en el zócalo de la República, y con un acta inicial de 80 mil afiliados, entre ellos el hoy presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, quien también había renunciado al PRI en el 88.
El PRD se constituiría como una fuerza política integrada por diversas corrientes y movimientos de izquierda, como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el Partido Socialdemócrata, el Partido Verde de México, Fuerzas Progresistas, el Partido Revolucionario Socialista, Unidad Democrática, el Consejo Nacional Obrero y Campesino, Punto Crítico, Partido Liberal, Movimiento al Socialismo, Grupo Polifórum, Consejo Nacional Cardenista, Convergencia Democrática y la Organización de Izquierda Revolucionaria.
La mayoría de estas organizaciones eran herederas de las distintas corrientes del Partido Comunista Mexicano y el Partido Socialista Unificado de México. Algunas otras basaban sus principios ideológicos en distintas corrientes del marxismo, como el leninismo, el trotskismo y el maoísmo. También, muchas de ellas, habían sido formadas por exmilitantes del movimiento estudiantil de 1968, o del movimiento del magisterio, y algunas otras extendían sus relaciones a las organizaciones guerrilleras activas en el país, como la Liga Comunista 23 de septiembre, aunque nunca de manera abierta.
Entre sus filas, también, estaban militantes y dirigentes de otros movimientos, particularmente del Consejo Estudiantil Universitario, quienes nutrieron a las juventudes del PRD. Entre ellos estaban personajes como Martí Batres (actual jefe de gobierno de la Ciudad de México) y Claudia Sheinbaum (hoy presidenta electa).
El principio compartido por todas estas organizaciones era la toma del poder. Algunas sostenían la tesis de la dictadura del proletariado, la destrucción del capitalismo y la transición hacia el comunismo. Otras, sólo se limitaban a la creación de un Estado socialista, dirigido, principalmente, por clases medias. La corriente más fuerte, sin embargo, era la de los expriístas, quienes limitaban sus tesis al Estado de bienestar y la defensa de la soberanía nacional, sin cuestionar el modelo capitalista.
Los congresos del PRD en esa época demostraban esta pluralidad de corrientes, y el consenso inmediato fue luchar contra el neoliberalismo y por la soberanía nacional, abandonando en su programa el proyecto socialista o comunista.
Estas definiciones hicieron que, al interior, surgiera una batalla de posiciones irreconciliables, que, acompañada de la represión estatal que asesinó a casi 400 de sus militantes, pronto derivó en la ruptura de su ala más radical.
Algunos de estos militantes se mantuvieron al margen. Otros, desde afuera, acompañaron el proceso encabezado por los expriístas que asumieron los primeros años de la dirección del partido: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.
Esta dirigencia convirtió al PRD en una máquina electoral, y también, le aseguraron sus primeras victorias en el corazón político de México: el Distrito Federal (hoy Ciudad de México).
Ahí, dicen, comenzó la Transformación.
La Ciudad de México: el semillero de cuadros
La primer conquista de los perredistas fue la Reforma electoral de 1993-1994 que, entre otras cosas, estableció que el Distrito Federal tuviera un gobierno propio, electo por su población. También, estableció la representación proporcional en el Poder Legislativo, que aseguraba a los partidos (PRI-PAN-PRD) cierto número de escaños en las Cámaras para hacer contrapesos.
En 1997, en las primeras elecciones del Distrito Federal, el PRD ganó. Cuauhtémoc Cárdenas, antes candidato presidencial (1994) se convertiría en el primer jefe de gobierno de la capital, y con esto, en el primer gobierno de un partido con un programa de izquierda en toda la historia del país.
Su candidatura fue decidida, cuentan, por el entonces presidente del partido: Andrés Manuel López Obrador, quien persuadió a Porfirio Muñoz Ledo de no dividir al PRD. Años más tarde, en el 99, Cárdenas devolvería el favor a López Obrador sugiriendo que él fuera el candidato a la jefatura de gobierno en esa elección. Otra vez, dejando atrás a Muñoz Ledo.
Esta decisión fue, además, un consenso entre las distintas corrientes del PRD, entre ellas la de Rosario Robles, secretaria de gobierno de Cárdenas, quien agrupaba a su alrededor a dos personajes singulares: Carlos Ímaz y su esposa, Claudia Sheinbaum. Ambos con trabajo político en la Alcaldía Tlalpan. Ambos provenientes del CEU y las juventudes perredistas.
El resto, es historia conocida: López Obrador fue el candidato del PRD a la jefatura de gobierno. Cuauhtémoc Cárdenas el candidato a la presidencia, dejando a Rosario Robles como jefa de gobierno interina.
López Obrador ganó la jefatura de gobierno, Cárdenas perdió la elección presidencial. Rosario Robles, por su parte, siguió a Cárdenas en la orfandad política ante un partido hegemonizado por una nueva corriente: el obradorismo. Años más tarde Rosario Robles se integraría al PRI, y Cuauhtémoc Cárdenas se retiraría de la política.
El resto de los cuadros políticos que siguieron a Obrador comenzaron a ocupar cargos en el gabinete del Distrito Federal. Otros, que no necesariamente eran obradoristas, ganaron la jefatura de algunas delegaciones. El tablero comenzó a reacomodarse, y dar paso a nuevas figuras políticas que, hasta el día de hoy, son fundamentales para la política mexicana. Algunos nombres: Rosa Icela Rodríguez, Alejandro Encinas, Octavio Romero Oropeza, Bertha Elena Luján, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum.
Todos ellos tienen historias y caminos distintos, pero siempre orbitando alrededor de López Obrador. Aquí hablaremos de Sheinbaum, la próxima presidenta.
«Soy hija del 68»
Durante toda su campaña, en los mitins atiborrados en cientos de plazas públicas, Claudia Sheinbaum repetía siempre en el micrófono: «Soy hija del 68».
Su frase, hace referencia a una época que convulsionó políticamente al país, y que además, es el inicio de un proceso de transformación profunda en el movimiento social y la izquierda mexicana: la ruptura en el PRI, y la construcción de un proyecto de nación que, en sus programas, mantenía el ideario socialista y comunista.
Claudia Sheinbaum, sin embargo, no participó en ese movimiento, aunque sus padres sí lo hicieron.
Lo que sí hizo Sheinbaum fue integrarse activamente al movimiento estudiantil de la UNAM, en los 80. El mismo que creo el Consejo Estudiantil Universitario, una estructura política dirigida, inicialmente, por exintegrantes de la lucha estudiantil del 68, y que en 1986 pararon la universidad para evitar su privatización.
En ese entonces, Sheinbaum era estudiante de Física, en la Facultad de Ciencias, y aunque hay videos de ella dirigiendo asambleas y participando en congresos, testigos de la época afirman que su papel fue limitado.
De hecho, su propia biografía lo afirma. Tras la huelga, Claudia Sheinbaum no siguió el camino de la mayoría de sus compañeros: el movimiento de base, sino que se integró rápidamente a la fundación del PRD, y luego, mientras hacía un posgrado en el extranjero, a colectivos de migrantes que cuestionaron el arribo de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia.
Por un breve periodo de tiempo, la militancia de Claudia Sheinbaum fue, como ella misma afirma, con los grupos del Comité Eureka y la denuncia de los crímenes cometidos por el Estado mexicano durante la guerra sucia. Estos grupos eran dirigidos por Rosario Ibarra de Piedra, quien a la vez, era secretaria general del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Sin embargo, Claudia Sheinbaum nunca ha dicho que ella fuera militante de este partido.
Cuando regresa a México, Sheinbaum rápidamente se integra a sus actividades de partido junto a su exesposo, Carlos Ímaz. En el 2000, Sheinbaum asume la Secretaría del Medio Ambiente en el gobierno de López Obrador. Después, en 2005, cuando Vicente Fox promovió el desafuero de Andrés Manuel, se integró a la campaña en su defensa.
En 2006, Sheinbaum fue vocera de la candidatura presidencial de López Obrador, y coordinó las brigadas en defensa del voto ante el fraude electoral que dio por ganador a Felipe Calderón, el candidato del PAN. La diferencia entre ambos fue de 0.56 por ciento.
Ese mismo año, las bases perredistas, dirigidas por Andrés Manuel López Obrador, paralizaron la capital del país con un plantón sobre Avenida Reforma. Obrador se declaró presidente legítimo de México, y nombró a Sheinbaum como secretaria en Defensa del Patrimonio Nacional.
Después de 47 días exigiendo el conteo de votos, y con la gente desbordándose, Obrador anunció el fin del plantón, aunque el ala radical del partido exigía profundizar una estrategia de desobediencia civil pacífica. El partido no escuchó estas posiciones.
La decisión de López Obrador desencadenaría una serie de rupturas al interior del PRD, no sólo de su ala más radical, sino también, con las posiciones pragmáticas al interior del partido. Desde 2003, ya había habido escisiones importantes en el PRD tras las acusaciones de corrupción contra operadores de Rosario Robles y Andrés Manuel López Obrador: Carlos Ímaz (alcalde de Tlalpan en 2003) y René Bejarano (diputado local en el Distrito Federal). Sin embargo, 2006, dicen fuentes consultadas por este reportero, fue el punto de inflexión.
Del sol de México al Pacto por México: la descomposición
Al renunciar a pelear la presidencia, el obradorismo volvió a concentrarse en la capital del país. Antes, ya habían ganado algunas gubernaturas, diputaciones y senadurías en otros estados. Para 2006, el PRD se convirtió en la tercera fuerza política de México.
En la capital, la candidatura a la jefatura de gobierno abrió las puertas del partido a actores moderados de centro-izquierda, como Marcelo Ebrard. Esta decisión, acentuó las corrientes al interior del PRD, y por tanto, su división.
Para 2008 la pelea interna en el PRD llegó a niveles críticos, pues ese mismo año se renovaría la dirigencia del partido. En la elección participaron integrantes de distintas corrientes: Alejandro Encinas, Dina Navarro, Jesús Ortega, Alfonso Ramírez Cuellar y Camilo Valenzuela.
La elección se decantó entre dos figuras: Encinas y Ortega, quienes representaban dos corrientes distintas. El primero, allegado a Obrador; el segundo, a una corriente llamada Nueva Izquierda, que años después se conocería como «Los Chuchos», pues esta encabezada por Ortega y Jesús Zambrano, un exguerrillero que, con el paso de los años terminaría aliándose con el PRI y el PAN.
La elección, fraudulenta según fuentes internas del partido, dio por ganador a Jesús Ortega. A la par, Encinas, Obrador, Ebrard y otras figuras clave en el PRD comenzaron a disputar candidaturas internas contra Nueva Izquierda. Lograron recuperar algunas, como Iztapalapa, de la mano de Clara Brugada (hoy electa como jefa de gobierno), pero otras, como Tlalpan, se plegaron a Nueva Izquierda.
Para esos años, también, el PRD formó una alianza con Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano) y el Partido del Trabajo, quienes habían apoyado la candidatura de López Obrador a la presidencia. Le llamaron: Frente Amplio Progresista.
Ese mismo año, Sheinbaum, quien ya cargaba a cuestas una prominente carrera académica y un premio nobel, reapareció en la escena política dirigiendo a las «Adelitas», un grupo de más de 17 mil mujeres que protestaron frente al Poder Legislativo, junto al Frente, para detener una serie de reformas promovidas por Felipe Calderón para privatizar el petróleo.
Dos años después, en 2011, junto al Frente Progresista, las distintas corrientes ajenas a Nueva Izquierda encabezadas por Andrés Manuel López Obrador crearon una asociación civil: Movimiento de Regeneración Nacional. Claudia Sheinbaum fue una de las fundadoras de esta asociación civil que impulsó la candidatura presidencial de López Obrador en 2012.
Ese mismo año, Nueva Izquierda pactó con otra corriente la candidatura perredista para la jefatura de gobierno, postulando a Miguel Ángel Mancera. Esto rompió las alianzas restantes del PRD en la Ciudad de México.
Un año después, Morena se convertiría en partido político, sellando con esto la ruptura con el PRD, quien terminó aliándose con el PRI y el PAN para impulsar el Pacto por México, una serie de reformas estructurales que, con la mayoría en las Cámaras, privatizaron el petróleo, la educación y flexibilizaron las condiciones de trabajo.
El Pacto por México implicó una desbandada de cuadros en el PRD, y la mayoría se sumaron a Morena. Para 2015, en las elecciones intermedias, Morena desplazó al PRD como fuerza política, y recuperó algunas alcaldías de la Ciudad de México, entre ellas Tlalpan, con Claudia Sheinbaum a la cabeza.
Tres años más tarde, Claudia Sheinbaum se postuló como la candidata de Morena a la jefatura de gobierno. Ganó, y además, desplazaron al PRD como la principal fuerza política en la capital.
El gobierno de la doctora: el regreso
2018 fue un año crucial. Por fin, después de 12 años intentándolo, Andrés Manuel López Obrador había ganado la presidencia de la República. Y también, después de 6 años, su proyecto político retornaba a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México con Claudia Sheinbaum a la cabeza.
Su gobierno retomó el programa esencial del obradorismo: fortalecer un estado de bienestar. Además, incorporó los principios del proyecto federal sintetizados en la Cuarta Transformación.
En su gabinete se encontraban cuadros políticos diversos, y contradictorios. Por ejemplo, Omar García Harfuch en la Secretaría de Seguridad Ciudadana. García Harfuch es acusado de participar en la construcción de la Verdad Histórica, la estrategia que el gobierno de Enrique Peña Nieto usó para encubrir a militares y policías en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Su administración fortaleció la inversión en obra pública, movilidad, becas en educación y creación de Universidades, además de asegurar inversiones extranjeras en la capital. Sin embargo, tampoco estuvo alejado de la polémica, pues las protestas de habitantes de barrios y pueblos originarios acusaron que su gobierno no atendió las demandas históricas del movimiento social en la Ciudad.
También, en su administración surgieron críticas por parte de colectivos de búsqueda de personas desaparecidas, quienes denunciaron que la Fiscalía local no atendía con los protocolos necesarios esta problemática que estallaba en la ciudad.
Además, la represión al movimiento feminista, así como el uso de la policía contra protestas de pueblos indígenas, también acentuaron la distancia del gobierno con sectores más hacia la izquierda.
La pandemia, acentuó la precariedad de las condiciones laborales del sector salud, quienes también denunciaron mediante protestas las contradicciones del gobierno. Sin embargo, a pesar de la parálisis económica, la Ciudad de México libró bien el sostenimiento del estado de bienestar: la economía se mantuvo estable, y junto a ella, el trabajo formal.
A mitad de su gobierno, en 2021, la caída de la Línea 12 del metro de nuevo puso en jaque a su gobierno. Las sospechas crecieron cuando la jefatura de gobierno no avanzó en la detención de responsables. Hasta la fecha colectivos de víctimas siguen reclamando esto.
Pese a esto, Claudia Sheinbaum logró 35 millones de votos en todo el país. Y ahora será la próxima presidenta de México.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.