El primer ministro de Israel está dispuesto a todo para seguir en el poder, aunque el costo de su enloquecida ambición sea el sacrificio de más niñas y niños palestinos
Por Alberto Nájar
X: @anajarnajar
Benjamin Netanyahu se ha convertido en un peligro para el mundo.
Con una creciente crisis política interna, la condena internacional y el repliegue táctico de su principal aliado, Estados Unidos, el primer ministro de Israel empieza a tomar acciones desesperadas para permanecer en el cargo.
Y también, por supuesto, evitar el proceso penal en su contra interrumpido con el ataque de Hamas a varios kibutz y un festival de música, en octubre pasado.
El empujón a un camino de no retorno ocurrió hace unos días, cuando se vio obligado a disolver el gabinete de guerra creado ex profeso para coordinar la contraofensiva contra el grupo extremista.
El grupo fue conformado con representantes de la oposición que acordaron establecer una especie de gobierno de unidad, y respaldar al primer ministro en la mayor crisis que Israel había enfrentado en décadas.
Pero la coalición estaba sujeta a cumplir varios compromisos, como rescatar con vida a los rehenes que Hamas mantiene en su poder en Gaza, y establecer un plan post guerra para la región palestina.
Ocho meses después nada se ha cumplido y, por el contrario, la tozudez de Netanyahu a sumido a su país y los civiles israelíes en la peor época de desprestigio a nivel mundial.
Israel se ha convertido en un Estado genocida. Vive la paradoja de estar sentado en el mismo banquillo creado tras los juicios de Nuiremberg para sancionar el exterminio del pueblo judío.
Israel se equipara a la Alemania nazi. Y jamás podrá quitarse esa etiqueta.
En tal escenario el tiempo se acortó para Netanyahu, sumergido en el pozo de odio, barbarie y venganza que padece desde octubre.
La cuenta regresiva arrancó hace unos días con la renuncia del líder de la oposición, Benny Gantz, y su aliado político Gadi Eisenkot, ambos generales en retiro que dirigieron a las Fuerzas de Defensa de Israel, el nombre oficial del ejército.
No fue sólo un trámite burocrático. Gantz, de acuerdo con especialistas israelíes, era el principal contacto del gabinete de guerra con el gobierno de Estados Unidos.
Una especie de aval de Netanyahu ante el Pentágono, el personaje con quien se coordinaron varias de las acciones estadounidenses para tender un cerco a Hamas en Medio Oriente.
Fue, también, una especie de muro de contención ante los desatinos del primer ministro, especialmente con sus críticas al presidente Joe Biden.
Con su renuncia el militar se lleva el último paracaídas del primer ministro. Estados Unidos ya no confía en el personaje.
El respaldo que mantiene a Israel se debe, ante todo, a la coyuntura electoral interna, la necesidad del Partido Demócrata de no abrir un flanco ante el poderoso lobby judío estadounidense.
Hay más. Al disolverse el gabinete de guerra el gobierno de unidad está en riesgo.
A eso se suma la ruptura de hace varias semanas con el parlamento israelí, y el conflicto con grupos ortodoxos enojados por la decisión de suspender la excepción del servicio militar para ministros de culto y estudiantes religiosos.
La demanda de elecciones anticipadas de Gantz y que repiten miles de israelíes en las calles de Tel Aviv y Jerusalén es el primer clavo en el ataúd político de Netanyahu.
El personaje está rebasado, y eso lo vuelve muy peligroso. El primer ministro parece empeñado en hacer todo lo necesario para conservar el poder.
Un ejemplo es la decisión de atacar a Líbano con el argumento de neutralizar a Hezbolá, aliado de Hamas. En realidad, lo que busca es ampliar las hostilidades a todo el mundo árabe y obligar a Estados Unidos a intervenir.
La receta de la guerra le funcionó en octubre a Netanyahu, cuando obtuvo respaldo unánime para responder al ataque contra Israel. Y mientras mayor sea el peligro, más posibilidades de que se repita.
Es una apuesta a mediano plazo. El primer ministro sabe que no cuenta con Joe Biden pero sí podría obtener el respaldo de Donald Trump.
Profundizar el conflicto en Gaza afecta directamente al jefe de la Casa Blanca y al mismo tiempo ofrece argumentos al magnate para criticar a su adversario.
Si Biden rompe abiertamente con el político israelí corre el riesgo de perder el apoyo que podría tener de la comunidad judía, que eventualmente respaldaría a Trump.
Así, Netanyahu también participa en la campaña electoral de Estados Unidos, y con ello encarece las posibilidades de cualquier acción para detenerlo.
Cada día que pase se vuelve más peligroso para el mundo.
El enloquecido personaje está dispuesto a todo para mantener el poder, aunque el costo sean más vidas de niñas, niños y mujeres palestinos.
Y eso no se debe permitir.
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Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.