El nitazeno, un fármaco derivado de opioides se convierte paulatinamente en el mayor peligro para enfermos de adicción, y un reto por ahora insalvable para las autoridades
Por Aberto Nájar
X: @anajarnajar
Se llaman nitazenos. Es una variante de opioide producida de manera sintética que se ha convertido en la droga de mayor riesgo en el planeta.
Básicamente es una sustancia psicoactiva, que no está controlada por ninguna ley o regulación sanitaria, de relativamente fácil fabricación y a un costo menor al fentanilo.
Hay muy poca información médica sobre la reacción que provoca en los seres humanos, porque nunca se ha sometido a ensayos clínicos.
Las pruebas que se han hecho demuestran que algunas variedades de nitazenos son cientos o miles de veces más potentes que la morfina, y de un impacto mayor hasta en 40 veces al fentanilo.
Así, la capacidad de desatar la enfermedad de la adicción a las drogas es muy superior a todas las drogas conocidas hasta el momento.
Pero lo más grave es que la posibilidad de sobredosis es también muy elevada, inclusive mayor a la que tiene el fentanilo.
De acuerdo con el Informe mundial sobre drogas 2024 de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC), la cantidad que se requiere para causar el efecto es de unos cuantos miligramos.
Una dosis mayor puede causar un paro respiratorio en pocos minutos. Y a diferencia del fentanilo, que suele causar ese mismo efecto con la sobredosis, la cantidad de medicamento para recuperar la oxigenación es mayor.
Expertos de la UNODC explican, por ejemplo, que para superar una crisis por fentanilo se requiere una dosis de naloxona, medicamento que reactiva el sistema respiratorio.
Pero en el caso de los nitazenos se necesitan hasta cinco dosis, lo cual representa un problema por las dificultades para adquirir la naloxona.
En México se le considera un medicamento controlado, lo cual dificulta el acceso a los enfermos de adicción pues no todos tienen posibilidades de contar con una receta para comprarlo.
Eso aumenta la posibilidad de perder la vida. De hecho, la UNODC advierte que no se sabe cuántas de las muertes vinculadas con opioides y sus derivados son, en realidad, causadas por los nitazenos.
La cantidad de consumidores del producto es también desconocida. Como otros opioides esta sustancia llegó a mercado de las drogas a como un producto medicinal, y como en el caso del fentanilo el origen es Estados Unidos.
En muchos casos los enfermos adictos recibieron un tratamiento médico, ya sea por afecciones mentales o para mitigar el dolor, pero no vivieron el proceso de desintoxicación adecuado y se convirtieron en dependientes de la sustancia.
Es el caso de los nitazenos que se desarrollaron por la empresa suiza CIBA en los años 50 en ese país como un producto alternativo para el tratamiento del dolor, pero nunca fueron aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense.
El tema quedó en el olvido durante décadas, hasta que en 2019 apareció en las calles. Paradójicamente, los traficantes utilizan las investigaciones históricas para fabricar las sustancias.
Eso generó el mercado inicial que ahora se ha vuelto un negocio extremadamente productivo.
Expertos de UNODC explican, por ejemplo, que 10 kilos de nitazenos genera a los traficantes una ganancia similar a la venta de varias toneladas de otras drogas, como cocaína o marihuana.
A esto se agrega la facilidad de su fabricación: al ser drogas sintéticas se requieren espacios relativamente pequeños para elaborarlos, sin necesidad de esperar condiciones climáticas adecuadas para el ingrediente inicial como sucede con la hoja de coca o el cannabis.
Es parte del riesgo: a la facilidad de generar adicción y por tanto, consumidores, se suma la relación costo-beneficio que convierte a la fabricación de nitazenos como un negocio altamente redituable.
Un fuerte incentivo para aumentar el número de productores y al mismo tiempo, también un obstáculo para ofrecer eventuales alternativas a la actividad.
Para las autoridades representa un enorme desafío, no sólo por las dificultades para atacar la producción sino por la falta de información precisa sobre la presencia real en las calles y consumidores.
Hasta ahora no representa un problema mayor, pero eso no implica que pueda serlo.
El consumo cotidiano de opioides como fentanilo se concentra en poblaciones de la frontera con Estados Unidos. Pero al mismo tiempo el informe la UNODC revela que el consumo de metanfetaminas entre los mexicanos aumentó 416 por ciento en diez años.
La ruta de la adicción es cuesta abajo: las personas con esta enfermedad requieren dosis cada vez mayores de la sustancia habitual para mantener el efecto.
Es muy frecuente que para conseguirlo prueben nuevas drogas y en tal escenario los nitazenos pueden ser una alternativa, sobre todo para los consumidores de heroína o anfetaminas.
Hasta ahora estos derivados de opioides no son un problema grave para el país, pero pueden llegar a serlo.
El momento de evitarlo es ahora. Y para hacerlo es indispensable cambiar el paradigma como se atiende el tráfico de drogas:
Dejar de verlo sólo como un asunto criminal, y empezar a tratarlo como un problema de salud pública.