Opinión

La sombra del caudillo




julio 12, 2024

No es buena idea que Alito Moreno continúe en el poder, por lo menos, durante otro sexenio. Si eso sucede, eso contribuirá al desbarranco del PRI, pues, en el imaginario popular, el desprestigio del PRI es inconmensurable, y la otrora prestigiada Marca PRI ha sido abandonada por el grueso de los sectores

Por Hernán Ochoa Tovar

Caudillo, tatúate en la piel lo que prometas, que el tiempo puede hacerte un mercenario, y no ser más que otro falso profeta/Caudillo, de la revolución a la avaricia hay sólo un par de pasos en la brecha, cuidado y te resbalas por lo fácil

Ricardo Arjona (Fragmento)

Hago en el título de la presente colaboración una especie de paráfrasis a la legendaria obra de Martín Luis Guzmán, debido a que es lo que observo en estos momentos: Alito Moreno parece ser el nuevo caudillo tricolor; esto, a casi un siglo de que el añejo partido fuese fundado, persiguiendo un fin diametralmente opuesto al que ahora se está haciendo presente: dejar los caudillismos partidarios, para dar paso a una nación de institución (Gral. Elías Calles, dixit).

A este respecto, debo decir que la inminente reelección de Alito Moreno tiene muchas lecturas. En primera instancia, me parece un contrasentido que un sujeto que casi contribuyó a borrar al tricolor del mapa, sea ratificado en su encargo por un período más. Ello contraviene toda lógica, así como las nociones más mínimas de decoro personal y social. A este respecto, me permito hacer una comparación: mientras en el Reino Unido, el exprimer ministro británico, Rishi Sunak, presentó su dimisión como premier al haber recibido una paliza electoral por parte de sus adversarios laboralistas (los cuales, finalmente pudieron formar gobierno), Alito se aferra al cargo arguyendo sutilmente que ¡se requiere un liderazgo fuerte para contrarrestar la narrativa y los afanes oficiales¡ ¡Para Ripley¡ Es como si un entrenador de futbol, luego de perder todos los juegos y hasta campeonatos importantes, quisiera seguir en su lugar argumentando el prestigio de su presencia ¡Inaudito¡ Empero, en algo que suena más surrealista que realista, Alito Moreno lo hará; y, cual sujeto ambicioso y maquiavélico, logrará sus fines porque, al tener control absoluto de la aceitada maquinaria interna tricolor, podrá soslayar a la disidencia interna e imponer sus designios –y deseo– a diestra y siniestra.

Al mismo tiempo, creo que la inminente ratificación de Moreno es una suerte de contrasentido. Durante casi nueve décadas, el tricolor ha podido pervivir y reinventarse (más allá de dos derrotas electorales) debido a que las figuras de poder eran temporales y lo relevante era la institución en sí, no tanto quien lo encabezara. De tal suerte que los mecanismos hegemónicos del tricolor eran muy efectivos en su tiempo, pues, de acuerdo a don Daniel Cosío Villegas, se trataba de una especie de  monarquías sexenales, ya que los presidentes del viejo PRI contaban con todo el poder del mundo para hacer y deshacer; pero una vez entregada la estafeta a su sucesor, la legitimidad en turno desaparecía y la recibía el gobernante en turno. Cabe destacar, lo mismo ocurría en el seno del tricolor: al ser un partido vertical, orientado a la disciplina, los dirigentes del partido tenían una lealtad para con el presidente de la República, siendo común que, una vez concluido el sexenio, el sumo líder (o lideresa) tricolor fuese modificado, pues, el que se encontraba en ese momento –y había movido el engranaje para ganar los comicios– respondía más a los intereses del gobernante en ejercicio, que al electo. Por lo tanto, se hacía una modificación para que las cosas siguieran igual y el tricolor siguiera operando como siempre, siendo el partidazo y el otrora todopoderoso partido invencible.

Con Alito Moreno, las cosas ya no son ni han sido así. En las postrimerías de las elecciones del 2018, cuando el tricolor pasó de saborear las mieles en el poder, a estar en la oposición por tercera ocasión, se preguntaban quién podría dirigir el alicaído partido. El o la eventual elegida parecía que se sacarían la consabida rifa del tigre, pues la confianza del tricolor estaba destrozada, y Enrique Peña Nieto había concluido su sexenio como uno de los presidentes más impopulares en la historia de México. En este contexto, varios de los santones del tricolor proponían a José Narro (exrector de la UNAM y ex titular de salud) como el eventual líder, debido a su prestigio y capacidad política. Empero, los gobernadores priistas cerraron filas con el entonces gobernador campechano, Alejandro “Alito” Moreno, quien, a decir de algunos, proyectaba juventud y una manera distinta de conducirse, en detrimento de Narro, quien parecía encarnar a la vieja política que había sido derrotada en los comicios del 2018.

Inicialmente, Moreno tuvo una buena legitimidad. Sin embargo, su liderazgo pronto fue cuestionado por tirios y troyanos. Esto porque, durante su paso por la gubernatura de Campeche (mismo que no concluyó) dejó una estela de corrupción y malos manejos que lo tuvieron cerca de ser desaforado como diputado. Aunado a ello, desde que tomó posesión no ha hecho otra cosa que perder elecciones. Y aunque pudo refrendar Coahuila (donde no ha habido alternancia en casi un siglo, siendo la única excepción contemporánea) fue la única excepción a la regla de una plétora de derrotas, donde se desprendió, incluso, de bastiones históricos, como lo eran el Estado de México e Hidalgo.

Aunado a ello, durante el tiempo en que ha sido dirigente, ha demostrado ser un sujeto que no conoce de lealtades, pues las suyas son temporales. Esto porque, de manera pronta, desconoció a muchos de quienes en un inicio lo apoyaron todo e hizo todo por extender su gestión hasta seculae seculórum. Digo esto porque, aunque ahora, en una asamblea con tufo gandallesco, aprobó que los dirigentes (presidente y secretario general) puedan durar en sus encargos hasta 12 años consecutivos, ya en 2023 había extendido su mandato ¡alegando que lo más conveniente era que permanecieran los mismos dirigentes de cara a las elecciones presidenciales¡ No conforme con eso, ahora quiere durar dos períodos más, aún y cuando la votación del PRI se ha reducido a niveles históricos y ha pasado de ser la segunda fuerza (a inicios del presente sexenio) a casi la quinta, pues los otrora nanopartidos (PT, PVEM) han cobrado una fuerza relevante; mientras que Movimiento Ciudadano, a pesar de sus pérdidas territoriales, pudo granjearse una buena votación que le permitirá ser el partido emergente, ante el desgaste de las oposiciones tradicionales.

Por lo anterior, y con base en la evidencia mostrada, creo que no es buena idea que Alito Moreno continúe en el poder, por lo menos, durante otro sexenio. Si eso sucede, eso contribuirá al desbarranco del PRI, pues, en el imaginario popular, el desprestigio del PRI es inconmensurable, y la otrora prestigiada Marca PRI ha sido abandonada por el grueso de los sectores. Una lástima que el viejo partido que pareció el depositario de los ideales de la revolución, pase su coyuntura secuestrada por un grupo de ambiciosos que ven más por sus intereses personales que por la nonagenaria institución. Veremos hasta dónde les da el vuelo. Sin embargo, terminaré con una cereza en el pastel que, más que una provocación, es una certeza: si Kafka hubiera vivido en México, en lugar de haber sido surrealista, habría sido costumbrista (Sicilia, dixit). Para muestra, el contradictorio y estrambótico actuar de Alito Moreno. Es cuánto.

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