Nicolás Maduro ya debería de irse. Ignoro porqué esa visión caudillista se propala por algunos lares de América Latina, pero lo que deben de prevalecer son las instituciones, más allá de las personas
Por Hernán Ochoa Tovar
Hago esta paráfrasis al famoso libro del historiador michoacano Luis González y González, para plantear que la coyuntura que está padeciendo el pueblo venezolano me parece sumamente delicada.
Para comenzar, creo que se ha polarizado terriblemente la situación y se ha llegado a un punto límite. Recordando lo que dije algunos meses atrás, sigo pensando que Maduro no es Chávez. Chávez podría ser autoritario y tener un estilo de gobernar poco ortodoxo; pero tenía legitimidad popular, misma que le daba para ganar los comicios de una manera arrolladora.
Si bien, fue Chávez el creador de la aceitada maquinaria al servicio del poder, tenía tal legitimidad que, incluso sus adversarios reconocían sus victorias. El problema de Maduro es que no posee el carisma ni el talento político y comunicacional de Chávez. El finado comandante podría ser un pésimo administrador –por algo, Venezuela terminó en la quiebra que a día de hoy experimenta–, pero era excelente para comunicar sus ideas y era apreciado, sobre todo en los sectores populares y una parte de la clase media (nunca fue santo de la devoción de los estratos más altos), motivo por el cual casi no tuvo que hacer uso de la represión como moneda de cambio.
Maduro en cambio, ha tenido que gobernar con el fusil y las bayonetas. Si por algo ha tenido legitimidad –sobre todo en su segunda gestión– ha sido por el beneplácito que le han dado las fuerzas armadas. Aunque ha intentado copiar el estilo dicharachero y llegador de Chávez, nunca ha podido replicarlo. Huelga decir que es de los mandatarios más impopulares de Sudamérica y llegó a ser menos popular que el expresidente Enrique Peña Nieto en su momento (lo cual ya es mucho decir). Sin embargo, en lugar de ser sensato y dimitir, Maduro se ha aferrado al cargo.
Debo decir, ignoro lo que vaya a suceder en Venezuela. A pesar de que ciertos sectores de la izquierda ya salieron a legitimar al excanciller venezolano en tiempos del chavismo, una parte de la misma se ha resistido. Y para que el propio gobierno mexicano haya decidido esperar, es un claro indicador de la delicada situación que subyace. De igual manera, resulta significativo que sectores que le fueron leales a Chávez, hoy están dudando de la legitimidad madurista en esta tercera gestión, destacando al populoso barrio de Petare (el cual fue bastión de la gestión de Chávez) y el vetusto Partido Comunista Venezolano. Petare fue de los barrios que siempre apoyó a Chávez, y ahora salen amotinados a protestar por el fraude que se está cocinando, de acuerdo a su perspectiva; mientras el PCV, viejo aliado del chavismo, ha sacado un memorando donde pide que se respete la voluntad popular.
En suma, creo que don Nicolás Maduro debería poner sus barbas a remojar, pues sólo lo han reconocido algunas naciones autoritarias y otros socios comerciales (Cuba, Nicaragua, Bolivia, Siria e Irán), además de parte de los BRIC (Rusia y China). Pero ni el gobierno de los Estados Unidos lo reconoce; en tanto que Brasil, México y Colombia esperan un recuento total para poder emitir un eventual dictamen de la situación.
En mi opinión, Nicolás Maduro ya debería de irse. Ignoro porqué esa visión caudillista se propala por algunos lares de América Latina, pero lo que deben de prevalecer son las instituciones, más allá de las personas. Si yo fuera su asesor, le recomendaría que, si Edmundo González Urrutia fue el candidato vencedor –como la oposición esgrime–, le entregue la estafeta y se vaya a casa. Sobre todo, González Urrutia es más neutral que otros, pues fue embajador durante los primeros años del chavismo, y también fue el negociador para que Venezuela se incorporara al Mercosur.
En la década de 1980, don Adolfo Lugo Verduzco dijo que en las elecciones se ganaba y se perdía. Es la democracia. Veremos qué sucede, pues este asunto está más complejo de lo que parece. Tan sólo es mi humilde y sucinta opinión acerca de este complejo asunto internacional. Buenos días.
