Salvar los ríos del país y del mundo es clave para salvarnos a nosotros mismos. Además, si nos fijamos esa meta y la tomamos en serio encontraremos una guía para restaurar otro montón de lugares y de recursos, porque los ríos son también los bosques, los desiertos, los pastizales y los manglares
Por Eugenio Fernández Vázquez
X: @eugeniofv
Nuestros ríos se mueren. El 60 por ciento de los ríos de México están contaminados, según la Red Nacional de Medición de la Calidad del Agua, y la última revisión del estado de los animales de agua dulce del planeta que hace la organización WWF mostró que esas poblaciones se han reducido en 83 por ciento en el último medio siglo. Los ríos, sin embargo, pueden revivir, y de lograr que lo hagan depende nuestra vida y la de prácticamente todo en el planeta.
En torno a los ríos las cosas son mucho menos obvias de lo que parecen. La primera ambigüedad sobre ellos es dónde nacen, porque no suelen tener un origen claro. Los ríos, después de todo, son la suma de un montón de caudales menores que van incorporándose a uno más grande, y su nacimiento está muchas veces bajo la tierra, en pequeños arroyuelos y escurrimientos subterráneos que sólo después de mucho andar salen a la luz.
Otra pregunta difícil de responder es dónde terminan los ríos. Hay algunos que llegan a cuencas endorreicas, que se contienen a sí mismas, como la del valle de México, pero hay otros que van desde las montañas hasta los mares, y ahí pasan por una enorme zona de grises. Las rías y los humedales costeros son espacios lo mismo dulces que salados, marinos que terrestres, que no son ni río ni océano, sino ambos y ninguno. Para hacer las cosas aún más complejas, lo que pase en esos espacios es vital para lo que ocurre cuenca arriba, incluyendo en las montañas más alejadas de la costa.
Qué es un río en el sentido ecológico también es mucho menos obvio. Un río es mucho más que un cauce y el agua que lo recorre. Es también las plantas y los animales, los hongos y todas las especies que lo pueblan y que lo animan; es los humedales en los que se remansa y las caídas en las que acelera. Es las tierras por las que escurre el agua que lo alimenta.
Las amenazas a los ríos de México y del mundo vienen de alteraciones en esos y en otros muchos aspectos. Al cortar los ríos con presas y al entubarlos impedimos que los peces lleguen a las partes altas de las cuencas, rompiendo su equilibrio y reduciendo drásticamente la biodiversidad que los habita. Esta pérdida de balances y flujos pone en riesgo también la capacidad de estos entornos para mantenerse sanos, para limpiarse, para procesar los golpes.
Si, además, vertimos en los afluentes todo lo que nos sobra —todos esos químicos, toda es basura que no queremos en los lugares que habitamos— el desastre es todavía mayor. Si para colmo de males tratamos nuestros desechos peligrosos con el descuido que han mostrado los grandes industriales del país —ahí está Grupo México, que mató al río Sonora con un derrame terrible, o lo que pasa con el río Santiago y en otros miles de cuencas—, la situación se hace todavía peor.
Esta situación es grave por un montón de motivos. Los ríos no sólo llevan agua: la contienen. Mejorar sus condiciones y la de los territorios por los que atraviesan es aumentar su capacidad para mitigar las inundaciones que nos golpean ya con una fuerza inusitada y que no hará sino empeorar por el cambio climático.
Recuperar su biodiversidad es también recuperar fuentes de alimento y medios de vida, porque peces y moluscos de agua dulce son una fuente importantísima de proteína, y por milenios los seres humanos nos hemos servido de las plantas en las riberas. Lograr que nos vuelvan a ser hospitalarios y no venenosos, como es hoy el caso, también nos permitirá reducir las temperaturas que padecemos, ganan en entornos verdes y azules que nos hagan más bello el planeta y nos brinden espacios para el encuentro y la convivencia.
Salvar los ríos del país y del mundo es clave para salvarnos a nosotros mismos. Además, si nos fijamos esa meta y la tomamos en serio encontraremos una guía para restaurar otro montón de lugares y de recursos, porque los ríos son también los bosques, los desiertos, los pastizales y los manglares.
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Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.