El Estado debería realizar una campaña más profunda para concienciar a la ciudadanía de algo tan relevante como lo es el pago de impuestos. Si bien, la difusión virtual ha contribuido a solventar el vacío de información, el lenguaje de la contabilidad sigue siendo abstruso y lejano para gran parte de la ciudadanía
Por Hernán Ochoa Tovar
Recientemente, el coordinador de los diputados de MORENA, el doctor Ricardo Monreal, dejó entrever que quizás sería necesario llevar a cabo una nueva reforma fiscal (la última data del 2013 y se realizó durante el sexenio de Enrique Peña Nieto) para poder darle sustento a los programas sociales que han sido la insignia del gobierno de la 4T -los cuales, según se ve, habrán de continuar en el consabido segundo piso de la 4T-. Sin embargo, hay un tema que se ha soslayado prácticamente desde que el SAT surgió como institución (antaño, la Secretaría de Hacienda realizaba la labor de la recaudación de impuestos, directamente): la educación financiera y la orientación sobre la misma a la sociedad.
Me explicaré: durante mucho tiempo, la cuestión laboral era más simple y exenta de las complejidades que entraña la era contemporánea. Esto porque, por mucho tiempo, el Estado fue el gran empleador y era el encargado de deducir los impuestos a aquellos burócratas que se encontraban bajo su tutela. En tanto, la gente que trabajaba para el sector privado, éste se hacía cargo de la misma labor. La cuestión de los impuestos, en tanto, quedaba reservada a las altas esferas, pues el ciudadano común confiaba en que sus patrones se dedicarían a deducir sus impuestos y él solamente debía abocarse a trabajar (lo cual, en mayor medida, así era).
En muchos casos, el esquema anterior se sigue reproduciendo. Sin embargo, en otros, se ha complejizado, pues la autoridad hacendaria contempla un cúmulo de posibilidades en materia laboral, siendo el ciudadano quien debe estar pendiente de su situación fiscal para no tener pendiente alguno con el mismo. Cabe señalar, dicha diferenciación comenzó a campear y a sentirse durante los denominados gobiernos neoliberales, que fue cuando el SAT surgió como institución, en sintonía con la tendencia mundial de la época, la cual enunciaba que los países debían tener un organismo dedicado única y exclusivamente a la recaudación de impuestos (como el Servicio de Rentas Internas chileno o la Agencia Tributaria española; y aunque el IRS norteamericano es muy anterior a esta idea, prácticamente la siguió desde finales del siglo XIX). Empero, aunque el Estado llevó a cabo estos ajustes, creo que los mismos han permeado poco en el imaginario colectivo. Esto, no obstante que el propio SAT posee sus redes sociales y en ocasiones realiza tutoriales para explicar a las personas la importancia de la recaudación de impuestos, así como las fechas fatales que deben seguir las personas para poder tener su situación en regla y no enfrentar controversias a posteriori.
En sintonía con lo anterior, creo que el Estado debería realizar una campaña más profunda para concienciar a la ciudadanía de algo tan relevante como lo es el pago de impuestos. Si bien, la difusión virtual ha contribuido a solventar el vacío de información -sin duda ayuda que el propio SAT oriente, habiendo tantas fake news en internet-, el lenguaje de la contabilidad sigue siendo abstruso y lejano para gran parte de la ciudadanía que se ve obligada a solventar sus obligaciones ante el fisco. Por ende, pienso que el gobierno debería dar un paso más allá, y, aunque suene impopular -o curioso- quizás reproducir lo que hizo el gobierno venezolano en su tiempo, pues fue un coadvuyante para con la ciudadanía de la labor que realizaba el SENIAT (el equivalente al SAT venezolano).
Me explicaré: a pesar de sus claroscuros, y de sus sombras que suelen ser más fuertes que sus luces, el gobierno de Hugo Chávez (1999-2013) impulsó una estrategia para que agentes del SENIAT brindaran capacitaciones y educación financiera, y concienciaran a la población de la relevancia del pago de impuestos, así como de sus múltiples ambages. De acuerdo a las fuentes consultadas, la idea impulsada permitió amainar la evasión fiscal y lograr una mayor recaudación que la que se tenía en años anteriores a la posesión de Chávez en la presidencia de Venezuela.
Con todas sus controversias, creo que una idea semejante se podría retomar en México. Ya fuera que la SEP firmara un convenio con el SAT para que se explicara a los estudiantes los pormenores del quehacer hacendario, o que la propia educación financiera fuese contemplada en el plan de estudios para la educación básica. Creo que estamos en un excelente momento para lograrlo.
Aparentemente, tanto la doctora Claudia Sheinbaum como Mario Delgado (futuro titular de la SEP) han dicho que la NEM seguirá. Empero, creo que es el momento idóneo para hacer adecuaciones. A este respecto, resulta importante destacar que, en algún momento, el exsecretario de Educación, Esteban Moctezuma, contempló la posibilidad de incluir la educación financiera dentro de la propia currícula educativa. Creo que estamos a tiempo.
Lo peor que podemos hacer es dejar las cosas en la situación actual, donde los empleados viven un complejo contexto, y muchas personas siguen pensando como en el pasado. Creo que hay que unir esfuerzos entre los diversos sectores para poder concientizar a la población nacional. Y aquí va una humilde recomendación al respecto. Es cuanto.