A pesar de su polémico y polarizador discurso, AMLO logró que el grueso de la población se interesara en política… la acercó al ciudadano común y la supo explicar con manzanitas. Será la Historia la encargada de juzgar su quehacer y su devenir
Por Hernán Ochoa Tovar
El pasado 30 de septiembre, Andrés Manuel López Obrador se despidió de la presidencia de México. Luego de un sexenio con un paso polémico y frenético, toca hacer un balance de sus acciones, hecho que no resultará fácil, pues AMLO es un personaje complejo, ya que para sus simpatizantes dejó al país en una suerte de mundo de caramelo; mientras, para sus detractores, lo que hizo fue convocar a una antesala del peor de los mundos ¿Cuál es la realidad, siendo objetivos? A continuación, daré mi opinión al respecto.
Durante su paso por la oposición, AMLO se vendió como el político diferente. Ese que, a contrapelo de los pares de su época, no se entrometía en turbios negocios o estaba a merced de las élites mexicanas. Sin embargo, dista de ser un outsider -como sí lo han sido otros mandatarios de América Latina, destacadamente Lula-, pues siempre perteneció al sistema al cual criticó, así fuese como una especie de rebelde encaramado en el mismo. Y aunque perteneció al viejo PRI en sus mocedades, su llegada al PRD -con el cual coincidió ideológicamente- con su crecimiento exponencial como político nacional, pues su llegada a la Presidencia Nacional del PRD y, sobre todo, su arribo a la Jefatura del Gobierno del [entonces] Distrito Federal, lo catapultaron a la estrategia, haciéndolo pasar de político provinciano, a precandidato presidencial en tan sólo un sexenio. Su efectiva estrategia comunicacional -que replicó en la Presidencia- lo hizo tener más fama y prestigio que el mismísimo Vicente Fox, en su momento, haciéndolo un relevante contendiente para tornarse su sucesor en Los Pinos.
Lo que vino después es complejo. Tras las derrotas vino la reinvención. Aunque AMLO fue fundador del PRD y el desaparecido partido de izquierda le permitió llegar a las ligas mayores de la política nacional, luego de 2012 anunció su Cisma. A pesar de que Morena ya era un grupo político que se conformó desde el año en cuestión, su siguiente misión fue romper con el sol azteca para consolidar su propio instituto político. Lo que para muchos parecía una misión imposible, para AMLO no lo fue, y donde otros encontraron dislates, el propio AMLO vislumbró áreas de oportunidad.
Cuando muchos creyeron que vincularse al gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) era buena idea, AMLO rehuyó a dicha posibilidad y siguió persistente su tónica rupturista. Su estrategia le dio réditos. Aunque, en sus primeros años de existencia, Morena era un partido menor, a partir de 2018 fue consolidando su poderío para convertirse en una suerte de partido hegemónico emergente, siendo un caso inédito en México y en el mundo. Sin embargo, sus éxitos políticos contrastan con sus claroscuros como gobernante. Esto porque, aunque en efecto pudo reducir la pobreza durante su sexenio (una de sus banderas señeras) apoyando a los sectores más necesitados a través de las transferencias monetarias; la pobreza alimentaria sigue siendo una asignatura pendiente.
En el mismo tenor, la corrupción, aunque amainada, sigue estando ahí como el dinosaurio de Monterroso. Si bien, el propio López Obrador no ha salido salpicado con acusaciones -como sí sucedió en otros sexenios- gente de su círculo cercano no ha estado exenta a ello. Prueba de ello son las acusaciones de conflicto de interés que se hicieron contra los hijos del ex mandatario, o los escandalosos desvíos de Segalmex que terminaron con la gestión de Ignacio Ovalle (ex Secretario del ex mandatario Luis Echeverría Álvarez y político cercano de larga data a Andrés Manuel). Y aunque el extitular de la SFP, Roberto Salcedo Aquino, abrió investigaciones y hubo varias personas imputadas y hasta encarceladas, aún no se llega al fondo del asunto (debe ser gordo, pues, la Dra. Claudia Sheinbaum ¡decidió desaparecer Segalmex¡) y habrá que ver hasta dónde topa el mismo.
Por otro lado, un punto que se agradece es el de la austeridad y el de la cercanía. Si los antecesores de AMLO prodigaron el dispendio y el boato, no podemos decir que Andrés Manuel López haya continuado en la misma tesitura. Todo lo contrario: su política de austeridad republicana fue tan restrictiva, que terminó aplicándosela él mismo, pues redujo su salario, aunado que terminó con las pensiones a los ex mandatarios, así como concluyó con la existencia del Estado Mayor Presidencial (mismo que sustituyó con la Ayudantía Presidencial, de la cual se conoce poco).
Empero, creo que un yerro de su gestión es no haberse rodeado de gente más capaz en algunos rubros, y haberlo hecho sólo de incondicionales. A pesar de que su política de seguridad tenía buenas intenciones, la misma no rindió -del todo- los resultados esperados. En cuestiones sanitarias igual: si bien, la alegoría del sistema de salud mejor que el de Dinamarca campeó al sexenio y lo coronó como cereza en el pastel, la terca realidad lo ha terminado desmintiendo. Esto si, como una disonancia cognitiva, terminase atacando como un cuchillo sobre la mantequilla; pues, aunque las intenciones fueron buenas, las mismas no pudieron cristalizarse del todo.
Finalmente, una digresión: a pesar de su polémico y polarizador discurso, AMLO logró que el grueso de la población se interesara en política. Mientras, antes, la misma era vista como una actividad distante, AMLO la acercó al ciudadano común y la supo explicar con manzanitas. Cuando sus antecesores daban piezas de oratoria elocuentes, pero muy distantes al sentir popular, AMLO supo acortar dicha brecha; a pesar de que sacara su espalda de Damocles contra conservadores y fifís de por medio.
En suma, y como podemos ver, el legado de Andrés Manuel López Obrador es polémico. Será la Historia la encargada de juzgar su quehacer y su devenir. Creo que diversos aspectos se pueden mantener e incluso mejorar. Pero hay otros que deben matizarse, o incluso corregirse; pues su funcionalidad ha sido puesta en tela de juicio. Es tan sólo, mi breve y humilde opinión. Al tiempo.