Es momento de reconocer el papel activo de las mujeres en la lucha por la justicia y la memoria, utilizando el Día de Muertas como un espacio para resignificar la muerte desde una perspectiva feminista
Por Hilda Sotelo
A mi casa llegaron los mormones cuando apenas tenía tres años. Mi mamá, en un acto de rebeldía hacia el catolicismo, que consideraba excesivamente fantasioso, decidió suscribirse a la fe mormona. Ahí me crié, asistiendo cada domingo de mi infancia y adolescencia. Casi al final de esa etapa, al comenzar mi juventud, decidí tomar mi propio camino. Mi mamá me había dicho que ella y mi papá solo podían brindarme educación hasta la preparatoria, y que, si deseaba continuar mis estudios, tendría que trabajar. Así lo hice, desprendiéndome no solo de mi familia, sino también de la religión.
Abrí mis alas y diseñé mi destino entre las nubes, a la par de las aves, aunque no sin antes pasar por Nepantla, donde habitaban todas mis muertas. Fue en Nepantla donde aprendí a poner altares, y, como consecuencia, enseñé a mis estudiantes a construir un mundo de colores, objetos y calaveras que les otorgaría el pase de comunicación con el más allá. Durante mi época como maestra de K-12 en el Paso y Houston Texas, incorporé en las lecciones la historia y tradición del Día de Muertos, aunque en cierto modo me sentía separada del ritual, ya que en el mormonismo la muerte se entiende de manera diferente.
Tomé una decisión cultural al acercarme a la vivencia de la muerte y al día dedicado a honrarla. Me acerqué tanto que, en 2010, sufrí un intento de feminicidio y, en 2012, un asalto a mano armada que casi me arrebata la vida. Me tomó varios años poder articular mis experiencias, sobre todo, aceptar que lo que me había sucedido a manos de mi exnovio se llamaba intento de feminicidio. Una vez que pude nombrarlo, empleé la escritura para salvarme, para salir del infierno, y exiliarme de las miradas del sistema monogámico de poder.
No fue hasta este 2024, decidí ponerle un altar a mi difunta Aura, mi perra fiel, quien compartió conmigo catorce años de amor incondicional. Pero esa es otra historia que pronto les contaré en el texto híbrido Aura en Nepantla. Como les decía, a pesar de haber crecido en una familia que valoraba profundamente la enseñanza, con el tiempo descubrí la belleza en la tradición del Día de Muertos.
Todavía recuerdo cuando le pregunté a mi papá: “¿No le vas a llevar comida a tu mamá al cementerio?” A lo que él respondió: “Pues no estoy tonto, la comida se la llevaba en vida.” A mi papá le gustaba la fiesta, el chisme, el relajo, pero con mi mamá aprendió a respetar a quienes no veían la tradición como algo sin sentido.
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El Día de Muertos: Entre la tradición y la resistencia feminista
El Día de Muertos es una de las celebraciones más emblemáticas de la cultura mexicana, un ritual que ha perdurado y evolucionado con el tiempo, adaptándose a distintos contextos. Sin embargo, a lo largo de su historia, esta festividad ha sido representada mayormente desde una perspectiva patriarcal. En este artículo abordaré cómo las mujeres han sido representadas en la narrativa del Día de Muertos, las formas en que esta celebración ha sido impregnada por una visión masculina, y cómo, desde una perspectiva feminista —en particular el Feminismo Kósmico—, podemos resignificarla para visibilizar y honrar a las víctimas de feminicidio.
Las mujeres en el Día de Muertos: De invisibles a protagonistas
Históricamente, las mujeres han ocupado un lugar ambiguo en el Día de Muertos. Aunque son ellas quienes tradicionalmente se encargan de los altares y de la organización de los rituales, su papel ha sido relegado a un segundo plano en las representaciones públicas. Stanley Brandes, en su artículo The Day of the Dead, Halloween, and the Quest for Mexican National Identity, menciona cómo el Día de Muertos ha sido utilizado como símbolo de identidad nacional mexicana, pero desde una visión masculina que invisibiliza la agencia de las mujeres en el ritual.
La palabra “muertos” en sí es un reflejo de esta invisibilización, ya que se emplea un término masculino genérico para referirse a ambos géneros, perpetuando una narrativa que oculta la experiencia particular de las mujeres. Regina M. Marchi, en Hybridity and Authenticity in US Day of the Dead Celebrations, señala que incluso en contextos donde la festividad se ha adaptado en Estados Unidos, persisten dinámicas de género que privilegian las representaciones masculinas. Esto limita nuestra comprensión del verdadero impacto de las mujeres en la preservación y transformación de la tradición.
Un lente patriarcal sobre la muerte
Al analizar la festividad desde un lente patriarcal, observamos que las representaciones visuales de la muerte en el Día de Muertos también están cargadas de significados masculinos. La imagen de las “calaveras” y las “catrinas” —íconos visuales de la celebración— refuerzan estereotipos de género. Laura Ferrández, en su artículo Rituales funerarios y catrinas: Día de Muertos en México y su representación visual, explora cómo la catrina, aunque concebida como una crítica a las clases altas, ha evolucionado para reflejar aspectos de feminidad superficial y cosificada.
La muerte, en la cultura mexicana, ha sido glorificada como un acto de valentía y sacrificio, conceptos tradicionalmente asociados con el ideal masculino. Claudio Lomnitz-Adler, en Death and the Idea of Mexico, señala que esta glorificación ha silenciado las experiencias particulares de las mujeres, retratadas frecuentemente como dolientes pasivas o acompañantes.
Resignificar el Día desde el Feminismo Kósmico: Hacia un Día de Muertas
Frente a estas narrativas patriarcales, surge la necesidad de resignificar el Día de Muertos desde una perspectiva feminista. El Feminismo Kósmico nos ofrece una herramienta clave para transformar esta festividad. Al cambiar el nombre a Día de Muertas, damos un paso simbólico hacia la visibilización de las víctimas de feminicidio y problematizamos la manera en que hemos entendido la muerte en el contexto de violencia de género.
Este enfoque feminista busca devolver a las mujeres su lugar central en la festividad y en la memoria colectiva. Al centrarse en las víctimas de feminicidio, el Día de Muertas se convierte en un espacio de resistencia política, donde el acto de recordar se transforma en una exigencia de justicia.
El Día de Muertos ha sido históricamente una celebración impregnada de simbolismos patriarcales, pero el Feminismo Kósmico nos permite resignificarla para honrar a las mujeres y visibilizar sus luchas. Al integrar los nombres y las historias de las víctimas de feminicidio en los altares, el ritual se convierte en un acto de denuncia y resistencia ante la violencia de género. Es momento de reconocer el papel activo de las mujeres en la lucha por la justicia y la memoria, utilizando el Día de Muertas como un espacio para resignificar la muerte desde una perspectiva feminista