Si hay un deporte donde la superstición domina, ese es el beisbol… La serie Dodgers vs Yankees es soñada como el encuentro ideal del beisbol de grandes ligas. Esta serie mundial tardó 43 años en suceder
Por Leobardo Alvarado
Contar lo que sucedió desde la derrota, a veces es mejor para la historia. Cuando Gerrit Cole no cubrió la primera, no sólo se equivocó en la defensa básica en el beisbol. Digamos que lo que cometió fue un error de vida Yankee.
Así como la estricta etiqueta del equipo hizo que Alex Verdugo se cortara la barba al llegar al equipo, también el uniforme de los Yankees está diseñado para que nadie lleva el nombre porque todos juegan para uno y uno para los Yankees. Todos son Yankees.
Es como el lema de la novela de aventuras de los tres Mosqueteros escrita por Alejandro Dumas en el año 1844, donde uno es para todos y todos para uno. Los Yankees tienen esa mística de grupo y Gerrit falló a ella.
Su distracción tras el error cometido por Judge en el jardín central, y el mal lanzamiento de Anthony Volpe por la que Jazz Chilsholm Jr. no pudo sacar en tercera, será recordada en su hoja beisbolistica. Tal vez en esta serie mundial vimos el nacimiento del error Yankee: abandonar a tu compañero dentro del campo.
En la jugada clave olvidó al compañero. Algo que para siempre habrá de cargar el pitcher Gerrit Cole porque no en vano la serie Dodgers vs Yankees es soñada como el encuentro ideal del beisbol de grandes ligas. Esta serie mundial tardó 43 años en suceder.
A Gerrit Cole le ganó el estrés, paradójicamente, lo que no debe impedir a un lanzador. Su mirada después de la jugada quedó extraviada. En su mente debió repasar la regla de cuando aprendes a jugar beisbol. Si el de primera se ocupa, el pitcher cubre.
Pero él no corrió. Cuando quiso enmendar la pifia solo atinó a señalar la base. Se ve en su gesto corporal poca fuerza, el movimiento del brazo y el dedo índice apuntan débilmente al desánimo donde se ve el fracaso adelantado. Ganaban 5-0 y en ese momento quedaba todo en la posibilidad de perderse.
Refleja lo que pasó por su cabeza en un instante: se equivocó. La decepción que habrá sentido Derek Jeter, el mejor shortstop de los Yankees en su historia, después de que días antes criticó duramente al coach Aaron Boone por haber sacado del primer juego a Gerrit cuando estaba lanzando bien en Los Ángeles y perdieron.
Curiosamente en la pizarra del final de la serie mundial sólo aparecen tres errores, el de Judge, el de Volpe y el del catcher Austin Wells cuando causó la interferencia al bateo de Othani. Lo que terminó dándole la vuelta una vez más al partido y por la que finalmente perdieron 7-6 los bombarderos.
El suceso no quedará marcado para la estadística, pero en el beisbol además de los números juega el alma, y esa se quedó para Gerrit Cole en el 5-5 después de la quinta entrada.
Hay sin embargo un hecho que quizá pueda ayudar a salvar a Cole de la memoria colectiva cada vez que los Yankees lleguen a otra serie mundial: La codicia.
La cábala que quizá marcó mucho antes la tragedia de Gerrit Cole y que ni siquiera él sabía lo que ya estaba destinado a sucederle en el quinto partido. La maldición cometida por el ambicioso Juan Soto.
Debió saber él que los Mulos llevan con ellos la magia desde que el Bambino hace más de 100 años maldijo a los Red Sox por haberle vendido. Pero los embrujos también pueden tocar a los hechiceros.
Quién puede decir que no fue lo que sucedió a Gerrit Cole y los Yankees al sufrir su derrota. Cierto que la codicia nace de la mirada, como afirmó Hannibal Lecter en el Silencio de los Inocentes. Verdad que la avaricia es buena asestó el inmejorable Michael Douglas en el personaje de Gecko en Wall Street.
Pero a diferencia de ellos donde ganan sobre lo correcto, por el segundo pecado capital que cometió el dominicano Juan Soto, puede ser el verdadero culpable de la tragedia y debacle de Gerrit Cole y los Yankees.
Porque nadie debe olvidar que fue él quien se atrevió a tocar el trofeo antes de que empezara la serie mundial. Como sabemos, si hay un deporte donde la superstición domina, ese es el beisbol.
Finalmente nomás queda decir que hay fiesta en la loma del field a donde fue el número 34 de los Dodgers.