Según esta tradición milenaria, una ofrenda de Xandú se le dedica a una persona que falleció hasta antes de 90 días de celebrarse el Día de Muertos, antes “no tiene permiso”, ese reencuentro lo celebran los días 30 y 31 de octubre, reafirmando su herencia prehispánica, contrario a otros estados de la república, donde el Día de Muertos se celebra el 1 y 2 de noviembre
Texto y fotos: Diana Manzo / Istmo Press
Oaxaca – Para los pueblos binnizá- zapotecas- de Juchitán y pueblos vecinos como Unión Hidalgo y Santa María Xadani en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, creen que hay vida después de la muerte, y a ese reencuentro lo celebran con el Xandú los días 30 y 31 de octubre reafirmando su herencia prehispánica, contrario a otros estados de la república, donde el Día de Muertos se celebra el 1 y 2 de noviembre.
Las ofrendas tradicionales llamadas: “El Biguie’/Bedxe” o altar, consiste en un retablo de madera que en el centro tiene una cruz que resalta los cuatro puntos cardinales y otro punto en el centro y es dedicado al jaguar, animal que para los zapotecos es sagrado y acompaña a las almas al momento de regresar a la tierra, durante la celebración.
En las marquesinas de las puertas se coloca un arco de palma o de hojas de caña con flores, pan y frutas, que es la señal que indica que hay ofrenda familiar en los hogares.
Tampoco puede faltar el humo del copal , que se extiende por toda la casa en señal de pureza, es el aroma que aseguran nutre a las almas mientras conviven con los vivos y es el que les dará la guia para su regreso al inframundo.
Las flores amarillas de cempasúchil y guindas de cresta de gallo, así como velas y una variedad de frutas, adornaron cada una de las ofrendas, que por tradición construyen los hombres a temprana hora, mientras que las mujeres elaboran tamales de mole negro -guetagu bere- y rojo – guetagu beela za- y atole que se comerá en honor a los difuntos.
Una fotografía de gran tamaño y un pan en forma de rectángulo con el nombre de “Roselia ” se distingue en el altar que elaboró la familia Carballos Carrasco, quienes celebraron su segundo todosantos- Xandu Guiropa- a la señora Roselia Carrasco Martínez.
Según esta tradición milenaria, una ofrenda de Xandu’ se le dedica a una persona que falleció hasta antes de 90 días de celebrarse el Día de Muertos, antes “no tiene permiso”.
“Estamos celebrando la llegada de mi madre, una mujer alegre de 66 años de edad que falleció hace dos años, y que ahora sentimos su presencia. Ahorita estoy adornando las velas con flores amarillas y cresta de gallo, también le pondremos sus galletas y dulces de calabaza y camote, como a ella le gustaba”, contó su hija Zorayda Carballo Carrasco.
A la elaboración del altar acudieron sus familiares más cercanos y también sus amigas, quienes la recordaron como una mujer amable y sonriente.
El Xandú, una tradición que nunca muere
Tomas Chiñas Santiago, cronista juchiteco narró que esta celebración es la alegría de los vivos de volver a ver a sus muertos, aquellos que ya partieron al cielo y a su regreso le dedican ofrendas, por eso es “una tradición más fuerte que cualquier pandemia”.
“A la llegada de los españoles a Juchitán, se da una fusión de dos culturas; sin embargo, los Binigulasa (auténticos zapotecos) no acataron los días de celebración impuesta por los conquistadores que son el 1 y 2 de noviembre, ellos mantuvieron las fechas 30 y 31 de octubre”.
Abundó que el Biguie´ o Beedxe’ , va más allá de las tradiciones del día de muertos, es la esencia de recibir a un familiar en tu casa, convivir con ellos durante varios días y consentirlos con su comida favorita.
El 30 y 31 de octubre, los familiares hombres y mujeres visitan la casa del difunto, los hombres comienzan a arreglar el altar o el beedxe’; por su parte las mujeres preparan tamales de hoja de plátano, pollo y mole negro”.
“Aquí se privilegia el tequio, y eso ayuda mucho económicamente, los vecinos y amigos llegan y ayudan para elaborar tamales, adornar el altar, algunos traen flores y frutas y así el gasto va siendo menos porque esta tradición es cara pero se conserva”.
A media mañana, las mujeres salen a visitar las ofrendas, llevan flores de cempasúchil, dan su apoyo económico (limosna) y una veladora, a cambio reciben dos tamales y un pan; mientras tanto los hombres también aportan su contribución económica, los invitan a cenar y permanecen en el velorio.
La música es imprescindible, no puede faltar en este tipo de celebraciones y se cantan o interpretan canciones preferidas del difunto.
El 3 de noviembre a partir de las tres o cuatro de la tarde, el altar o biguie´, se levanta después de realizar un rosario, porque según cuentan los zapotecas, es a esa hora en que las almas retornan a su lugar de origen. Las frutas y los alimentos se comparten con los amigos y familiares como muestra de agradecimiento por su acompañamiento.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Istmo Press que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.