Ni pura luz. Ni pura oscuridad. La política es un territorio claroscuro. A veces luz que hierve. Otras veces oscuridad creciente. Los lugares visibles de la política mexicana están hechos de luz y oscuridad que se mezclan, y se confunden a veces.
Por Leonardo Meza Jara
No es lo mismo llamarse “Andrés” que “Manuel”. Tampoco es lo mismo apellidarse “López” que “Obrador”. Pero estos cuatro nombres y apellidos juntos, forman ya parte de un momento clave de la historia de México. La historia del lopezobradorismo será escrita con luces y sombras de por medio.
Hay quienes escribirán el nombre de Andrés Manuel López Obrador, iluminándolo con una enorme fogata y señalando un camino que conduce de la tierra hasta el cielo. Los pedestales de la historia suelen ser luminosos y extenderse hacia un arriba que se vuelve celeste. Las ideologías están habitadas por rastros metafísicos, que terminan alejándose de lo terrenal de maneras extrañas. Desde hace tiempo comenzó la santificación ideológica y política del personaje fundador de Morena y la 4T. Los amlovers que han reconfigurado la militancia desde la izquierda mexicana, han inaugurado un romanticismo ideológico que resulta desconcertante a inicios del siglo XXI.
Otros escribirán sobre la figura de AMLO subrayando las sombras, esos lugares donde la historia se vuelve opaca e incluso ruin. Los lugares oscuros de la política son un espacio terrenal donde la luz se pierde, avasallada por un ensombrecimiento. Los opositores que no dejan de señalar las sombras del lopezobradorismo, han aprendido a cerrar los ojos ante cualquier indicio de luz o mejoría heredados del anterior sexenio. Quienes practican el deporte de odiar a López Obrador, recurren a mecanismos tramposos que satanizan a la izquierda y anuncian un apocalipsis que está a la vuelta de la esquina.
Las formas de escribir sobre AMLO -Claudia Sheinbaum, Morena y la 4T- están inmersas en una polarización que se desboca hacia las luces o las sombras. Quienes escriben sobre López Obrador con los ojos postrados en la luminosidad de la historia, quedarán enceguecidos por un vislumbre artificioso y mítico. Las formas de ver la historia que se extravían en la demasía de la luz, forman parte de una narrativa que está hecha de mitos y artificios. Quienes escriben sobre Andrés Manuel con los ojos anclados en lo oscuro, terminarán mirando una penumbra que se pierde en sí misma. La historia reciente es mucho más que la proclama de una luz, tal como lo asumen los adeptos del lopezobradorismo. Esta historia, también es mucho más que los lugares oscuros que señalan con fervor los miltantes del PRI, PAN y PRD, enfrascados en la defensa a ultranza de la SCJN y el poder judicial.
Ni pura luz. Ni pura oscuridad. La política es un territorio claroscuro. A veces luz que hierve. Otras veces oscuridad creciente. Los lugares visibles de la política mexicana están hechos de luz y oscuridad que se mezclan, y se confunden a veces. La superficie de la política que es visible ante los ojos, está hecha de colores grises que varían por sus tonos e intensidades cambiantes. Con los ojos abiertos, hay que mirar los hechos de la política que ha sido construida en torno al lopezobradorismo, Morena y la 4T, y nombrarlos tal cual son. Esa es la tarea del pensamiento crítico de la izquierda mexicana. No hay que dejar de señalar los territorios donde la izquierda se extravía en el ejercicio del poder:
– El caudillismo que empodera a un solo hombre hasta el exceso.
– El pragmatismo electoral a ultranza, que adelgaza ideológicamente a la izquierda electoral.
– Las confrontaciones a muerte por los pedazos de poder y dinero, entre los militantes de Morena.
– La corrupción que no cesa y, que se extravía entre los laberintos de impunidad de la justicia.
– El desmantelamiento de los órganos y mecanismos de gobierno que posibilitan la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas.
– El diseño e implementación de una política de seguridad pública, que sea alternativa a la militarización.
– El incumplimiento de los compromisos establecidos con las víctimas de la guerra sucia y el caso Ayotzinapa.
– Los reclamos del magisterio de izquierda, que se agrupa en torno a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
– Las causas no atendidas de las luchas de la izquierda en México (las luchas del feminismo, el medioambientalismo, el derechohumanismo, las causas indígenas, las poblaciones LGBTTTIQ y los migrantes).
– El impulso de una reforma fiscal integral, que disminuya las profundas desigualdades económicas entre los empresarios más ricos y la clase trabajadora y, que posibilite una repartición más equitativa de la riqueza en México.
Estos son algunos de los pendientes más significativos en la agenda de la izquierda mexicana en el siglo XXI, que ameritan ser atendidos por el gobierno de Claudia Sheinbaum. No hay que dejar de señalar los agujeros grises de la historia. Esa grisura que señala las rutas para trazar una agenda en el corto y mediano plazo. Desde la lógica del pensamiento crítico que ha sido alimentado por la izquierda (el marxismo, la escuela de Frankfurt y la teoría decolonial), hay que aprender a mirar esos lugares grises, donde la historia no es definitivamente luminosa, ni plenamente oscura…