Se unen por los migrantes fallecidos en la frontera… luego siguen su camino
domingo, noviembre 10, 2024
Rodeados de migrantes y fieles, obispos de Ciudad Juárez, Chihuahua, El Paso, Texas y Las Cruces, Nuevo México, celebran misa binacional el caudal del río Bravo, desde donde se pronuncian por la libertad de emigrar
Texto y fotografías: Blanca Carmona / La Verdad Juárez
Ciudad Juárez– Con agilidad un grupo de voluntarios fue acomodando el misal, el cáliz, el copón, las velas, el vino, el agua y un sinfín de elementos litúrgicos, hasta formar un altar sobre unas mesas instaladas arriba de varias tarimas a su vez acomodadas en el caudal del río Bravo.
El alambrado de púas colocado por Estados Unidos en su frontera con México se abrió y los obispos de El Paso, Mark Joseph Seitz, y el de Las Cruces, Peter Baldacchino, así como varios laicos de ambas diócesis bajaron al improvisado altar. Del lado mexicano, se les unió el obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos, un grupo de sacerdotes y creyentes, muchos de ellos personas migrantes.
Mientras en ambos lados del río, que marca la línea divisoria entre México de Estados Unidos, varios migrantes sostenían banderas de Venezuela, Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Brasil, Cuba, Ecuador, Perú, Colombia, Haití, Canadá, Estados Unidos, México y otros países, todo con el propósito de participar en una misa para pedir por los migrantes que han muertos y desaparecidos durante su éxodo.
En ambos lados de la línea internacional, un grupo de personas formó en hilera. Quienes encabezaban las dos columnas, llevaban entre sus manos un madero con la cruz de Jesús, enseguida iban personas con la imagen de la Virgen de Guadalupe, atrás migrantes con una mochila y unos zapatos y enseguida migrantes portando las banderas.
Ellos pasaron y se acomodaron frente al río Bravo, al mismo tiempo un coro estuvo entonando cantos, esto marcó el inició de la misa binacional en la que participaron creyentes de El Paso, Texas; Las Cruces, Nuevo México; y Ciudad Juárez, Chihuahua.
Del lado mexicano estuvieron presentes unos 160 migrantes también sacerdotes, religiosas, seminaristas y personal de la Casa del Migrante. Del lado estadounidense religiosas, voluntarios y sacerdotes de las diócesis de El Paso y Las Cruces.
“Nuestros hermanos migrantes descansan en paz, están con Dios, viven para Dios. Toca a nosotros seguir trabajando por nuestros hermanos migrantes, que están presentes. Queridos hermanos migrantes pedimos perdón por nuestras indiferencias, nuestra falta de atención, pedimos a Dios nos dé su gracia para de veras atenderlos, mirarlos con compasión, con misericordia, con cercanía, como el buen samaritano”, expresó el obispo de Juárez al presidir la eucaristía.
La Red Fronteriza por los Derechos Humanos informó que 176 personas en contexto de movilidad perdieron la vida solo en el sector de El Paso en lo que va del año, según datos de la Patrulla Fronteriza. A su vez, unos 4865 migrantes han fallecido entre el 3 de noviembre de 2014 y el 3 de noviembre de 2024, de acuerdo con el portal de datos abiertos habilitado por la Organización Internacional para las Migraciones.
Ahí los líderes religiosos de las tres comunidades fronterizas se pronunciaron – en español e inglés – porque todo hombre, mujer e infantes que tengan la libertad de emigrar para mejorar sus vidas.
El obispo Torres Campos también exhortó a los ciudadanos de ambos lados de la frontera a mostrar misericordia ante los migrantes, a reconocerlos como personas con dignidad y respetar su vida, porque, dijo, “estamos llamados todos: sociedad, iglesia, fieles, gobiernos, a ver por nuestros hermanos migrantes y procurar su bien, respetar la vida, la seguridad de todos”.
Para Arley, nacido en Medellín, Colombia y quien lleva seis meses esperando una cita a través de la aplicación CBP One, las palabras de fe fueron un remanso, un alivio para su alma y una oportunidad de pedir por el descanso de cerca de 10 migrantes que vio morir tanto en su travesía como durante el tiempo que lleva colaborando en la Casa del Migrante.
“Estamos aquí porque hemos tenido muchos compañeros que han perdido la vida en este difícil trayecto, que es llegar acá, a México… es demasiado difícil migrar, no tanto las personas que han perdido la vida sino las que pasan por un secuestro, por una violación, por las cosas que nos pasan a todos los migrantes siempre, a diario padecemos de muchas dificultades, pasar hambre, pasar frío, muchas necesidades”, dijo Arley.
Tania Lozano, una mujer de la tercera edad que huye del cobro de piso del que fue objeto al administrar un negocio familiar en Lima, Perú, sostenía con alegría la bandera de su país. Se confiesa católica, le gusta cantar y participar en la eucaristía y su corazón se llenó de alegría, dice, al conocer a unas religiosas de la orden de Santa Martha de Betania.
“Estoy en Juárez porque estoy tratando de pasar legalmente a Estados Unidos, estoy esperando la página de CBP ONE, he cumplido seis meses, el sistema me rebotó dos veces… yo he viajado y conozco muchas fronteras, pero esta misa en una frontera es diferente, es novedosa para mí, maravillosa porque las dos iglesias nos estamos uniendo para conmemorar acá la muerte de los migrantes”, contó con alegría.
Durante la misa, el venezolano Tito Ángel Ramón ondeó con orgullo la bandera de su país, oró por sus necesidades y agradeció por los buenos gestos que ha recibido en su viaje, desde el pan, una gaseosa hasta el alojamiento que le han brindado.
“Me siento orgulloso por estar compartiendo un momento aquí, agradable, en este momento, en esta frontera, es muy lindo. Por todo lo que ha pasado lastimosamente, pero bueno hay que agradecer a Dios por estar compartiendo un día maravilloso”, expresó.
La iglesia católica – al igual que de otras de la comunidad evangélica– ha jugado un papel fundamental en la atención y acompañamiento de los migrantes, con albergues, comedores, centros de orientación legal y servicios de salud.
Después de una oración de rodillas, los obispos dejaron el altar y se dirigieron a los feligreses para el banquete pascual, repartieron las hostias consagradas.
“Tomad, comed. Me entrego por amor hasta el final. Tomad, bebed, el cielo entero sabe a vino y pan…”, se escuchó por unos minutos en ambos lados de la frontera cuando un coro del lado mexicano cantó acompañado de dos guitarras al tiempo que los presentes iban recibiendo el cuerpo y la sangre de Cristo.
Las banderas volvieron a ondear para la parte final de la eucaristía pues los abanderados recibieron la orden de volver a colocarse frente al Río Bravo y el viento las balanceaba suavemente mientras se escuchaban los anuncios parroquiales, para luego despedirse y seguir su camino.
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