Opinión

¿Noches de boda o tardes negras?




diciembre 13, 2024

Tras la noticia de que Martín Borrego Llorente, funcionario de la Semarnat, solicitó al Munal para un aparente encuentro diplomático y ¡resultó ser para su boda¡ es importante que los funcionarios del segundo piso de la 4T se percaten de que el boato, la parafernalia y el conflicto de interés son actitudes repudiadas por el grueso de la sociedad

Por Hernán Ochoa Tovar

A mediados de esta semana, trascendió una noticia que impactó directamente la línea de flotación del presente gobierno federal, aunque fue rápidamente contrarrestada por los voceros del mismo. Resultó que Martín Borrego Llorente, personaje que ocupaba un cargo en la SEMARNAT, y anteriormente había fungido como jefe de oficina en la cancillería, durante el paso de Alicia Bárcena (última titular de la SRE durante el gobierno de Andrés  Manuel López Obrador y actual encargada de la cartera de Medio Ambiente de la federación). La declaración causó un terremoto, llevando al inmediato cese y renuncia del funcionario en cuestión, no sin antes hacer una especie de mea culpa publicando en los medios una carta donde asume la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. A este respecto, la manzana de la discordia fue que Borrego, el ahora exfuncionario en cuestión, solicitó al Munal (Museo Nacional de Arte) para un aparente encuentro diplomático y ¡resultó ser para su boda¡

Cabe destacar, la “mentira piadosa” –si le pudiésemos denominar de esa manera– le resultó cara al exfuncionario, pues no pudo ocultar la verdad tras la alfombra y terminó siendo removido de su empleo actual. Al cierre de la edición, aún se discute si la titular de SEMARNAT, Alicia Bárcena, tendría implicaciones en la materia, pues aunque dijo desconocer del suceso mencionado, resultó que había fotos donde aparecía en el evento. En un segundo momento de la presente colaboración se discutirá si Bárcena también poseería implicaciones en el asunto y debería correr la misma suerte que su subordinado. Empero, conviene decir que, luego de lo acontecido, sería la tercera boda fifí de la 4T, después de la de César Yáñez (exvocero de AMLO y actual subsecretario de gobernación) y la de Santiago Nieto (extitular de la Unidad de Inteligencia Financiera en tiempos de AMLO); aunque la de Borrego Llorente sería la primera acontecida en el curso del presente sexenio. Ambos, Nieto y Yáñez cayeron de la gracia gubernamental y terminaron siendo cesados de sus cargos, pareciendo que Borrego será el tercero que los acompañe en la lista de la ignominia.

En el mismo tenor, dicha triada también destaca por haber tirado su futuro a la basura, pues de ser tipos brillantes con un futuro prometedor, pasaron a tener un puesto en el reparto del olvido –por lo menos momentáneamente– por culpa de sus desbocadas ambiciones. A este respecto, conviene reflexionar al respecto. Lo que estos sujetos hicieron, y ahora Borrego vino a ponerle la cereza en el pastel, es algo moralmente incorrecto –más allá de implicaciones legales– ¿porqué algunos políticos insisten en repetir esquemas desgastados y socialmente repudiados? A continuación daré mi interpretación al respecto.

Durante mucho tiempo, la línea que dividía al quehacer político del personal era bastante delgada. No pocos políticos disponían de los medios del estado como si fueran propios, y se volvió común que utilizaran insumos e inmuebles de los diversos órdenes del gobierno para celebrar verbenas, festividades o incluso juergas. La recurrencia de dicha actividad llevó a que la sociedad la naturalizara, llegando a visualizar a muchos políticos como una horda de cínicos que hacían lo que les daba la gana a la hora de desempeñar su labor. Dicha actitud llegó a visualizarse con mayor énfasis en los gobiernos de César Duarte (2010-2016) y, a nivel federal, en el de Enrique Peña Nieto (2012-2018) épocas en los cuales parte importante de los funcionarios parecían sentir que pertenecían a una casta de privilegiados quienes podían tener diversas actitudes, debido al valor posicional que ocupaban en la administración pública.

Sin embargo, el parte relevante del actual grupo gobernante –encabezado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador– decían repudiar dichas actitudes. El hecho de que el exmandatario no hubiese concurrido al bautizo del retoño de un connotado exgobernador verde, dejó ver que en política “la forma era fondo” (Jesús Reyes Heroles, dixit). Empero, parece que no todos hubiesen entendido este precepto y quisieran seguir desbrozando la plenitud del poder.

Dicho lo anterior, me parece perfecto que se hayan tomado esta clase de correctivos, tanto para el caso Borrego como para el de sus antecesores. Sin embargo, hay un cambio que debe hacerse, y es la modificación cultural, o la exaltación de las convicciones en el ejercicio del servicio público. Es importante que los funcionarios del segundo piso de la 4T –así como el resto de la clase política–hagan conciencia de ello y se percaten de que el boato, la parafernalia y el conflicto de interés son actitudes repudiadas por el grueso de la sociedad y no se pueden seguir enarbolando paradigmas caducos.

Es importante que, tanto el oficialismo como las oposiciones vean esta cuestión como un área de oportunidad, pues así como hay buenos-as políticos-as y funcionarios-as en los diferentes niveles de gobierno, también hay cínicos que desempeñan su actividad con total desdén y desparpajo. Por tal motivo, creo que los correctivos y los mea culpas son necesarios, pero eso no basta, sino que hay que dar la batalla cultural y jurídica para modificar de una vez por todas estas actitudes nefastas que no coadyuvan en la correcta realización de la actividad política, así como por su apreciación social.

Como cereza en el pastel, respecto a la actuación de Alicia Bárcena –una gran profesional de la materia, y de los mejores cuadros que ha tenido tanto el presente gobierno, como el presente– creo que por decoro debería presentar su dimisión a las autoridades, pues el decoro es una actitud que ha hecho falta tanto en los políticos del pasado como del presente. Pero como esta columna no pretende erigirse en cacería de brujas, lo dejo a la reflexión. Al tiempo.

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