Arminé vive en cada rincón de lo que tocó: en sus textos, en las memorias compartidas, en las luchas que acompañó y en los silencios que rompió con su pluma. Ahora es una de esas muertas indóciles que desafían el olvido y nos convocan desde lo eterno
Por Hilda Sotelo
“¿Cómo vamos a juntarnos a hacer algo, si cada una está cargando con un bagaje inmenso de dolor?
…¿Qué podemos inventar con eso?”
Arminé Arjona
Arminé Arjona entendió la desapropiación de su obra como un acto de resistencia. Distribuyó sus textos entre amistades y colegas, dejando que sus palabras y dibujos se convirtieran en ecos vivos en quienes la conocieron. Estoy segura de que, con el tiempo, los recuerdos de sus textos, como Peso Neto, y sus dibujos, se compartirán en redes sociales, expandiendo su legado.
Entre mis papeles conservo una copia escrita a mano de Peso Neto, publicado originalmente en la revista Tierra Baldía en julio de 1998 y luego en su libro Delincuentos. Arminé solía escribir sus textos a mano, y una vez publicados, los volvía a transcribir con su letra. Firmó ese texto como “la pésima musa”, apropiándose con ironía del término que Octavio Paz había usado para describir a Sor Juana Inés de la Cruz. Arminé se identificaba con esa idea: una mujer que, como Sor Juana, desafió las normas de su tiempo con su pluma afilada y su espíritu indomable. Con sus palabras, buscaba no poseer, sino compartir, hacer que nosotras también fuéramos parte de su creación.
Arminé vive en cada rincón de lo que tocó: en sus textos, en las memorias compartidas, en las luchas que acompañó y en los silencios que rompió con su pluma. Ahora es una de esas muertas indóciles que desafían el olvido y nos convocan desde lo eterno. Su obra no pertenece a un lugar, un nombre o una frontera; nos pertenece porque nos habita. Ella es libre, es cósmica, y sigue escribiendo su historia a través de nosotras.
Nacida un 21 de marzo de 1958, Arminé llegó al mundo bajo el fuego inaugural de Aries, el signo del movimiento, el coraje y la rebeldía. Este espíritu pionero definió su vida: como mujer, escritora y lesbiana en una ciudad marcada por el dolor y la resistencia. Su energía directa y valiente transformó las palabras en armas que utilizó para enfrentar un territorio herido. En su obra, el impulso ariano se entrelazó con la sensibilidad de una posible Venus en Piscis, el signo de lo espiritual y lo universal, que convirtió su amor y su arte en refugios profundos.
Falleció un 29 de diciembre de 2024, bajo el signo de Capricornio, a los 66 años. Capricornio, regido por Saturno, simboliza la culminación, el legado y las lecciones que perduran. Su partida en el invierno refleja el recogimiento y la reflexión que nos deja. A sus 66 años, un número cargado de simbolismo, su vida alcanzó un equilibrio final: el número 6 evoca armonía, creación y responsabilidad, mientras su duplicidad (66) representa el balance entre lo interno y lo externo, entre el dolor transformado en arte y el impacto de su obra en el mundo.
A pesar de los años de enfermedad, Arminé nunca dejó de componer. Aunque su cuerpo enfrentaba limitaciones físicas, su mente permanecía ágil, y las palabras fluían de ella como si brotaran directamente de su cuerpo. Su pluma se convirtió en su fortaleza, y logró completar otros textos después de Castigos en el aire.
En 2018, Arminé me confió el manuscrito, el cual entregué a una diseñadora para su desarrollo. Sin embargo, esta terminó traicionándome. Por su parte, los hombres a quienes también había confiado el texto aprovecharon las disputas entre las mujeres para apropiarse de Castigos en el aire. De este modo, lograron curarse en salud al argumentar que ya publicaban a mujeres en Ciudad Juárez.
Cuando anunciaron su muerte, afirmaron que Arminé se había entregado a Cristo. Todavía me pregunto: ¿de qué podía arrepentirse alguien que era todo corazón? Además, ¿cómo reconciliar esa afirmación con el hecho de que Arminé era profundamente anti-religión y anti-Estado? Su vida fue un constante cuestionamiento de las estructuras opresivas que intentan someter el pensamiento y el espíritu. Si alguna vez existió tal entrega, debió ser un acto íntimo, suyo, más allá de las narrativas que otros construyen para domesticar.
Decir que no era dueña de su voluntad sería injusto: hasta el final, Arminé decidió, imaginó y creó. Sus textos son una prueba irrefutable de su resistencia, de su capacidad para trascender las barreras que su cuerpo intentó imponerle. Fue su arte, no las instituciones, lo que le dio sentido y propósito hasta el último momento.
Entre mis recuerdos más queridos están los palos de paletas con sus dibujos y dedicatorias. Uno de ellos lleva una ilustración de Edgar Allan Poe y una nota que me dedicó: “La bruja me sacó un peyote. Para Hildegard, ría, amiga extraordinaria”. Me nombró Hildegard, aludiendo a Hildegard von Bingen, la mística medieval que, como ella, desafió los límites de su tiempo, entretejiendo espiritualidad, arte y conocimiento en una visión cósmica. “Entre escritoras no y sí nos podemos leer las líneas”, le decía, y ella sonreía, siguiendo sin dudar mi discurso cósmico. Varios días después, me regaló un dibujo de un pato con la frase: “Por mi risa hablará el espíritu. Hildegard encontró su punto G jejejejeje”. En 2020, al enfrentar, yo, un ciberacoso, encontré otro de sus mensajes en un palo de paleta: “Desembrolla el ciberacoso”. Sus palabras parecían guiarme incluso en la distancia.
Su casa, un santuario desordenado de palabras y vida, permanece en mi memoria como un espejo de su alma. Las paredes hablaban de ella: libros apilados, papeles dispersos, y en cada esquina, una pequeña colección de piedras. Recogía piedras como quien guarda fragmentos del mundo para entenderlo mejor. Ahora imagino su colección como un mapa cósmico, un legado de silencios y texturas que esperan ser traducidos.
Arminé solía llamarse a sí misma “Arminedita”, un apodo cargado de ironía, porque pasaban años antes de que sus textos fueran publicados. Sus palabras atravesaron ojos misóginos, y desafortunadamente, esa mirada patriarcal sigue presente. La misma maquinaria editorial y la vigilancia del orden continúan perpetuando las violencias que ella denunció. Pero la justicia llegará cuando su obra sea leída no desde la exclusión, sino desde una mirada feminista, lesbiana, y su legado sea valorado en toda su amplitud.
El colectivo Hoja de Ruta ya prepara un cuadernillo en su memoria, un homenaje pequeño pero significativo, una semilla para continuar difundiendo su legado. Entre mis archivos, busco sus notas y encuentro pequeños rastros de su inmensidad. Sé que, al abrir mis cuadernos, sus palabras continuarán hablando desde el universo.
Y cumpliendo el encargo que me dejo Armine de, “por mi risa hablará el espíritu”, después de llorar su partida, ahora me deja reír cuando la recuerdo cargando sus múltiples plumas en el cuello, lista para lanzar el texto o el dibujo, la recuerdo escuchar atenta, y a las dos, nos recuerdo a punto de soltar la carcajada.
En el documental, Arminé, la poeta al borde, de Alejandra Aragón, da lectura a su poema:
“Hay dolores que pesan y se llevan
En el frágil pípila del alma
Hay miserias que cierran nuestros ojos
Y los cierran brutal como candados
Hay silencios que ahogan lentamente
Acallando gritos y reclamos
Hay un mundo feroz que nos acecha
Investido siempre de indolencia
Y el dolor nos lleva a la miseria
La ceguera conduce a los silencios
Bosques íntimos perdidos derrotados
Donde duendes malignos e incendiarios
Se alimentan noche y día de impotencia.
“¿Como vamos a juntarnos a hacer algo, si cada una está cargando con un bagaje inmenso de dolor?
…¿Qué podemos inventar con eso?”
Arminé Arjona
Con ternura y palabras para ti.
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Hilda Sotelo es doctora en pedagogía y cultura. Académica y escritora especializada en pedagogía critica y fundamentos socioculturales (teoría feminista y estudios de género), con un enfoque en el análisis de la violencia en prácticas pedagógicas y el feminicidio en la frontera entre Estados Unidos y México. Es autor/a del libro Mujeres Cósmicas, donde articula su teoría de Kosmic Feminism, una praxis decolonial que integra la escritura crítica orgánica como herramienta para denunciar sistemas opresivos y transformar realidades. Su trabajo ha sido presentado en diversas plataformas académicas y culturales, con un enfoque en la justicia social y la resistencia creativa.