México es nuestra casa común y todos debemos velar por su bienestar, más allá de posiciones o trincheras. Si prevalece la mezquindad, seremos, quizás, émulos de David despedazados por un agresivo Goliat
Por Hernán Ochoa Tovar
Hace unos días, Donald Trump tomó posesión para su segundo período presidencial no consecutivo. Tal y como se había estimado, reeditó la política exterior y anterior de su primer mandato; pero no sólo eso, sino que la corrigió y la aumentó, dejando entrever la agresividad intrínseca de la misma. Esto porque, no sólo anunció la creación del muro fronterizo –como lo hizo en su primer mandato–, sino que al primer segundo de asumir, hizo hincapié en una agresiva retórica antiinmigrante, la cual tendría como destinatario a muchos de los paisanos y latinos que actualmente se encuentran en Estados Unidos, y son, paradójicamente, quienes, con su mano de obra (en la agricultura y en la construcción, fundamentalmente) los que mueven sectores clave de la economía norteamericana.
No obstante, ahora Donald Trump ha anunciado que hará una especie de purga (aunque sin utilizar esa palabra, eso sería realmente, de llevarse a cabo) que hará extensiva a todos los inmigrantes que se encuentran en la Unión Americana, con el fin de averiguar si su status en aquella nación vecina es legal o no lo es. Para tal efecto, Trump pretende llegar a acciones no vistas en una nación que se precie de ser democrática. Ejemplo de esto es que, cual Muro de Berlín, ha dispuesto helicópteros de guerra y tropas en la frontera mexicoamericana –con el fin de detener a todos aquellos que busquen profanar el suelo norteamericano, sin un ápice de misericordia alguna–.
Aunado a ello, Trump busca llegar a detener migrantes en sitios que, hasta la fecha, habían sido considerados santuarios o improfanables, tales como escuelas y sanatorios (los cuales ya tenían dicho status, a partir de un decreto de Joe Biden), mismos que se añadían a ciertas urbes del país vecino que abiertamente contaban con dicha etiqueta, tales como Los Ángeles o Nueva York.
Empero, ahora la migra (Border Patrol) y el ICE sí podrán tener dichos alcances, rumorándose, además, que las propias autoridades norteamericanas azuzan a los trabajadores migrantes para que delaten a sus compañeros y compañeras, cuya estancia en el país vecino no sea precisamente legal. Paradoja descomunal, pues aunque hay países que han emprendido acciones semejantes, no son precisamente, aquellos que precian de tener un impecable quehacer democrático, destacando a la Alemania Nazi (donde la comunidad judía y disidentes fueron perseguidos hasta la saciedad); y en la Cuba castrista, donde, precisamente, los Comités de Defensa de la Revolución eran instrumentos del régimen para conminar a las personas para unirse al mismo y dar parte a la autoridad de sus allegados o vecinos que no lo hicieran. Sociedades vigiladas, donde la libertad se coarta con el libreto, retórico o legaloide.
Con base en lo anterior, podemos decir que la República Mexicana enfrenta una amenaza, pues una gran cantidad de paisanos y de migrantes extranjeros podrían ser expulsados de Estados Unidos, teniendo como asidero a la política trumpista. Ante tal circunstancia, la presidenta de México, la doctora Claudia Sheinbaum, ha convocado a la Unidad Nacional, más allá de diferencias sociales y colores o ideologías partidarias. Sin embargo, esto ha tenido una adhesión a medias, pues mientras ciertos sectores de la oposición sí han endosado la medida de la primera mandataria (de manera particular, los 32 gobernadores y gobernadoras del país, destacando a la de Chihuahua, María Eugenia Campos), algunos diputados y senadores han dejado ver su incredulidad, su escepticismo, e, incluso, su mezquindad.
Sin embargo, creo que la única manera de salir de este atolladero, es unirnos todos y todas y respaldar al gobierno federal. Esto porque, la diplomacia del dólar caerá sin piedad sobre nosotros, y más vale hacer causa en común por un hecho que nos atañe a todos (la estabilidad y la salvaguarda de nuestra querida Patria) y hacerlo dividido en bandos no sería una buena idea. Ya lo había enunciado Maquiavelo hace siglos “Divide y Vencerás”. Sin embargo, la propia historia nacional corrobora con creces tan sentido precepto. Para muestra, lo que diré a continuación.
Hace dos siglos, la guerra contra Estados Unidos tomó a la naciente República Mexicana como un país dividido hasta la saciedad, inmerso en las reyertas, donde liberales y conservadores no podían ponerse de acuerdo y eran comunes las asonadas, golpes de estado y rebeliones de facciones. Las propias élites, que debían dirimir el destino de la nación, se encontraban balcanizadas y la inestabilidad era más la regla que la excepción. Y, aunque se tuvo al enemigo en casa (los norteamericanos llegaron a colocar su bandera en la mismísima capital del país, como un ejemplo de la invasión que se encaraba) los mexicanos y mexicanas no fueron capaces de unirse, pues hubo casos lamentables, como el de los polkos quienes, por odio a sus adversarios políticos, avalaron la invasión de nuestro país por parte del poderosísimo ejército extranjero.
El resultado que se posee ya se conoce de manera sobrada: ante una guerra desigual, México perdió la mitad de su territorio. Pero, justo cuando eso ocurría, la población se encontraba enconada, sin siquiera ponerse de acuerdo qué proyecto de país pretendíamos construir (cuando los norteamericanos lo tuvieron claro desde 1776, y ya para el siglo XIX hacían sus pinitos para convertirse en la potencia que serían a partir de la centuria venidera).
Empero, en los linderos de la Segunda Guerra Mundial, ocurrió todo lo contrario. Estando ya avanzada la contienda bélica, la nación mexicana, entonces comandada por el Gral. Manuel Ávila Camacho (1940-1946) decidió, fiel a su estilo, que nuestro país se mantuviera neutral ante el conflicto. Sin embargo, cuando la armada alemana (nazi) hundió un par de barcos en el Golfo de México, el Potrero del Llano y el Faja de Oro, el Gral. Ávila Camacho declaró la guerra a los países del eje (Alemania, Italia y Japón) ante la agresión directa que había sufrido nuestra nación. Aunque dicha fue la génesis del Escuadrón 201 y del Servicio Militar, Ávila Camacho siguió una acertada política en un contexto complicadísimo: procuró la unidad nacional.
Si, con el cardenismo, la sociedad se había dividido; Ávila Camacho buscó dar un giro de 180 grados a esta retórica, misma que se fortaleció con la compleja coyuntura, pues conminó a las y los mexicanos a la unidad nacional, y no sólo hizo un exhorto discursivo, sino que lo fortaleció en la praxis, pues fue de los primeros mandatarios que hizo un pacto obrero-patronal (buscando un entendimiento entre patrones y trabajadores, sindicatos y estado) y, además, cristalizó algo inusitado para la época, pues pudo reunir a todos los expresidentes vivos hasta ese momento, para que apoyaran al gobierno federal en su lucha contra el enemigo. Así, fue significativo ver en Palacio Nacional a viejos rivales, como lo eran el general Calles y el general Cárdenas, así como a viejos actores como Roque González Garza.
A pesar de sus viejas rencillas, hicieron una tregua para demostrarle al mundo la grandiosidad de nuestra nación y que la misma no sería mancillada por ningún atacante extranjero. Aunque, por fortuna, el hecho no pasó a mayores, el general Ávila Camacho dio una heroica lección a la Historia Nacional. Aunado a que el Escuadrón 201 llevó a cabo un digno papel en el Pacífico sur, combatiendo a alemanes y japoneses; el entonces mandatario pudo ver más allá de lo aparente y buscar coincidencias donde otros veían discrepancias. Esto a largo plazo también fue útil para el derrotero de la nación, ya que, en las postrimerías de la guerra, comenzarían a gestarse los cimientos del Milagro Mexicano y nuestro país se tornaría en una nación respetada allende al Bravo y en todos los rincones del mundo.
Bajo esta tesitura, considero menester que el país se unifique y deje atrás discordias y divisiones personalistas. México es nuestra casa común y todos debemos velar por su bienestar, más allá de posiciones o trincheras. Si prevalece la mezquindad, seremos, quizás, émulos de David despedazados por un agresivo Goliat. Lo dejo a la reflexión, apreciables lectores.
