Opinión

El arte urbano: la otra toma de Juárez




febrero 4, 2025

Gracias a todas esas personas que realizan trabajo comunitario desde el arte, independientemente desde la trinchera que lo hagan, gracias por sus denuncias, por expresar y dejar constancia del sentir de nuestras juventudes… sobre todo en el trabajo al suroriente de Ciudad Juárez por colectivas como Perras Bravas

Por Daniel Leonardo García

Sin duda, desde un punto de vista histórico, las tomas de la ciudad por las fuerzas rebeldes durante el periodo de la Revolución Mexicana son un factor sumamente relevante que dan cuenta de la grandeza de lo que fue llamado Paso del Norte y sus habitantes, así como los acontecimientos ocurridos en este espacio geográfico. Pero en esta ocasión no se profundizará en ese sentido, sino que se plantea reafirmar la importancia de la producción estética y artística de los artistas urbanos y colectivos que comenzaron a proliferar a inicios de este siglo.

Y es que el conglomerado de violencias que Ciudad Juárez ha enfrentado en la historia de tiempo presente, parece salir de un guión de una película de terror, ante lo cual surge una figura fundamental: el artivista, lo que pudiéramos entender que refiere a aquellas personas que mediante el arte transmiten mensajes políticos y sociales con la finalidad de crear conciencia sobre alguna problemática en particular, lo que en esta ciudad fronteriza ha llevado al artista grafico no sólo a crear para transmitir o sensibilizar, sino a exigir y exhibir un discurso de resistencia y de identidad que consolida su obra como un referente de memoria colectiva y por qué no decirlo, de patrimonio histórico y cultural.

Por ello, no es casualidad los intentos por disolver espacios clave, como es el Bazar del Monu, lo cual queda evidenciado en la persecución constante por parte de las autoridades municipales, problemática que por cierto en la administración de Cruz Pérez Cuellar se ha agudizado. Como ha destacado Carolina Rosas, una de las fundadoras del bazar, este proyecto no consiste solamente en comercializar productos culturales, sino que es una estrategia de reapropiación del espacio público, en este caso en la transformación de un lugar en el que privaba la venta y consumo de drogas, a un espacio de encuentro entre ciudadanos que buscan configurar un lugar habitable y disfrutar de la diversidad cultural y artística local.

Tampoco es un acto inocente la pretensión de monopolización de la clase dominante de los dispositivos de activación urbana, por citar un ejemplo, los abominables “murales” realizados en pisos de canchas deportivas de colonias y escuelas, realizados a sobre precio y en beneficio de la familia Mendoza como ha sido ampliamente denunciado públicamente. Y es que si bien por una parte aparentan ser la estrategia de las mejoras estéticas y de equipamiento urbano de la ciudad por parte de  gobierno local, aun así no podemos dejar de lado otra posible interpretación: como un acto descarado de dominación y control, un intento de silenciamiento de las voces disidentes, pues los artistas urbanos en Ciudad Juárez como he planteado, han realizado un trascendente acto político de tomar la ciudad, mientras que las obras desarrolladas particularmente por las administraciones de Armando Cabada y Cruz Pérez Cuellar, bajo el pretexto del urbanismo táctico, se limitan a un pobre diseño de figuras geométricas, realizadas “a brocha gorda”.

No solo quiero hacer alusión al movimiento ciudadano en el que artistas y activistas de manera pacífica impidieron la demolición de la Sala de Espectáculos del INBA entre 1990 y 1991, sino al acto de tomar la ciudad desde sus espacios vacíos, aquellos representativos del olvido y abandono para convertirlo en un lugar habitable, en un lugar de denuncia y visibilizar el sentir de una parte de la población cuya realidad cotidiana es pocas veces difundidas por los medios de comunicación que han sido oficializados, cooptados y serviles a los intereses de la mezquina clase política de la región.

El pasado sábado 1 de febrero se llevó a cabo el conversatorio público “Mujeres, Arte y Espacio Público”, en el marco del  Festival del Espacio Público (FELIPE), en El Edificio de los sueños, un espacio cultural independiente que se ubica en el corazón de la Plaza cervantina y en donde la artista Ana Infante compartió un poco de su experiencia como gestora cultural en el proceso de transformación de lo que a mi parecer podríamos comparar con los no lugares que ha descrito ampliamente el antropólogo Marc Augé.

Y es que el trabajo de Infante y de otras artistas urbanas no solo se ha limitado a “embellecer” un área, una barda sino hasta realizar limpieza para que otras artistas puedan desarrollar su trabajo, por ello el relato de Ana Infante de cómo esto se ha convertido en un proyecto, en el cual las personas que habitan zonas aledañas se van sumando de diversas formas da muestra de la relevancia de formas alternativas de reapropiación del espacio urbano, alejado de obras costosas y sin sentido como las que realizan las administraciones locales desde hace años. La ciudadanía dando catedra de como hacer las cosas. Si esa no es una revolución, no se pues que podrá serlo.

En ello radica el valor del trabajo de hombres y mujeres jóvenes que mediante el arte y la cultura como arma, desde inicios del siglo pasado han combatido, han resistido heroicamente  y han sido la voz de una ciudad agonizante, pues a través de la gráfica urbana han podido hacer manifiestas las necesidades de las poblaciones en condición de vulnerabilidad a causa de la falta de gobernabilidad e interés por atender a niños, niñas y adolescentes, quienes son parte de la población que ha enfrentado los estragos más duros de los feminicidios y otras violencias derivadas de actividades delictivas ligadas al comercio, consumo y disputas por control del narcotráfico, la impunidad y una profunda sensación de inseguridad ciudadana a causa del abandono del Estado.

Un ejemplo de ello, puede ser el mural “Juárez, somos tus jóvenes y te necesitamos para crear: seguridad, cultura, unidad, espacios culturales y mejor calidad de vida”, el cual fue elaborado en 2012, por jóvenes de preparatoria que tomaron talleres de arte urbano con CASA Promoción Juvenil AC, Colectivo 656 Cómics y Colectivo Fundamenta (financiados por el Consulado de Estados Unidos y el Ichicult). A pesar de la relevancia de dicho mural, en 2014 el Gobierno Municipal de Juárez, durante la administración de Enrique Serrano Escobar, mando pintar dicha pared de color gris argumentando el mal estado del mural. Borrando con ello el esfuerzo también de diversos actores, en un evidente desprecio hacia la ciudadanía organizada.

Esta revolución, esta lucha, sigue su curso, y la gráfica urbana es el documento histórico en el cual se documenta este proceso de conflictos, en donde una expresión de la ciudadanía pretender ser invisibilizada mediante un gris y posteriormente dejar la marca de las siguientes administraciones y sus alianzas con las cúpulas empresariales, las huellas del capitalismo y del consumo. Y es así como la historia urbana podrá distinguir la evolución del Street art (uso de plantillas o stencil), el grafiti (mediante el tag) y pasando por los murales en términos generales, jóvenes de diversos entornos han buscado dejar una marca en el paisaje urbano, mediante pintas que aluden a la memoria de víctimas de la violencia, a la denuncia de la criminalidad y la indiferencia o incapacidad de las autoridades por resolverla a una cooptación en la cual se naturaliza y aplaude el mural que embellece, el que lleva el aval oficial o aleja al ciudadano común de la crítica social y reflexión acerca de lo que acontece en su entorno.  

Como toda revolución, en algunas ocasiones se cede ante las convocatorias del Estado, que financia y controla lo que se expresa. En otras ocasiones se sostiene de manera férrea con el esfuerzo y pasión de artistas y colectivos, que desde los fondos propios realizan su actividad. También habrá esos esfuerzos que pretenden ser autogestivos y colaborativos. Tal como en la revolución mexicana, cuando los diferentes grupos y personas se levantaron por lo que creyeron justo, o tal vez lo conveniente, pero a la luz del tiempo y del análisis histórico, las interpretaciones y relecturas sin duda les darán espacios y reconocimientos por su valiosa aportación en la construcción de patrimonio para Ciudad Juárez. 

Gracias a todas esas personas que realizan trabajo comunitario desde el arte, independientemente desde la trinchera que lo hagan, gracias por sus denuncias, por expresar y dejar constancia del sentir de nuestras juventudes. Gracias por recodarnos diariamente lo que la ciudadanía necesita, ojalá un día las personas tomadoras de decisiones tengan la capacidad de escuchar. Pero sobre todo quiero hacer manifiesto mi reconocimiento a las niñas, adolescentes y mujeres que valientemente se apropian del espacio público y le dan vida a través de colores y mensajes, al mismo tiempo que acercan a las comunidades al arte y la cultura, no solo como espectadores sino parte del proceso creativo como ha sucedido en los últimos tiempos sobre todo en el trabajo al suroriente de la ciudad por colectivas como Perras Bravas.

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