Migración

Comunidades que dependen de las remesas temen al impacto de las deportaciones masivas



jueves, febrero 6, 2025
Fotografía: Amapola Periodismo

Los habitantes de Zotoltitlán, un municipio de la zona centro de Guerrero, suelen emigrar a Estados Unidos para trabajar, ya sea de manera regular o irregular, con el objetivo de ahorrar y construir una casa en su pueblo. Sin embargo, con la llegada de Trump, ven amenazada su permanencia en el país vecino y la continuidad del envío de remesas

Por Margena de la O / Amapola Periodismo

Chilpancingo- La primera imagen al llegar a Zotoltitlán, en el municipio del Mártir de Cuilapan, en Guerrero, son las cuadrillas de albañiles que construyen casas, como si el pueblo estuviera en una renovación colectiva. Son nuevas edificaciones que le dan un aire a Apango, la cabecera municipal. En el acceso principal toda una hilera es de nuevas construcciones en diferentes porcentajes de avance y así en varios puntos de este pueblo.

Casi todo el que tiene casa buena, como suelen referirse aquí a las altas viviendas de concreto, es porque fue a los Estados Unidos como migrante, trabajó y ahorró, dice el comisario municipal, Gregorio Tlanipateco Godínez.

Casas como esta son levantadas en diferentes puntos de Zotoltitlán, Guerrero

Zotoltitlán es el segundo pueblo más grande en este municipio de la zona Centro de Guerrero, con una importante población nahua, conocido porque sus habitantes emigran a Estados Unidos, en particular los hombres, con dos propósitos, hacerse de un patrimonio y ahorrar para una eventualidad, como una enfermedad.

Parte de las casas que en estos momentos construyen en el pueblo son de ellos.

En Zotoltitlán hay dos generaciones claras de migrantes, los viejos, que se fueron de manera ilegal hace varios años para trabajar en los campos agrícolas–muchos ya volvieron– y los jóvenes, con la posibilidad de salir con la H-2A, un visado que tramitan empleadores estadounidenses para llevarse la mano de obra de otros países a sus campos. En los dos casos el trabajo es duro, con jornadas de 12 horas o más.

Leopoldo Hernández, uno de los migrantes que sale con contrato a campos agrícolas de los Estados Unidos.

La mañana de este viernes 31 de enero, en la Comisaría Municipal del pueblo hay representantes de ambas generaciones de migrantes, para hablar de un tema que, al final de cuentas, los pone en el mismo sitio, los riesgos de las deportaciones masivas de migrantes o la incertidumbre laboral por las órdenes ejecutivas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

La mayoría de las familias tienen al menos a un pariente que está o estuvo en los Estados Unidos en alguna de estas circunstancias. Esto hace que la economía del pueblo dependa casi por completo de las remesas, es decir, del dinero que envían los migrantes. “Es lo principal”, reconoce el comisario.

Las posibilidades de trabajo en el pueblo se reducen al campo, donde siembran maíz, frijol y calabaza, de manera esencial para su propio consumo y a la albañilería, de acuerdo con el testimonio de los habitantes. Hace unos años unos emprendedores locales le invirtieron al cultivo del tomate y crearon otra fuente de empleo, que no deja de ser trabajo en el campo. En cualquiera de los casos, aquí la percepción económica es menor debido al valor de la moneda mexicana en comparación con el dólar.

En el pueblo, los habitantes perciben por día entre 400 y 450 pesos por labores en el campo, y arriba de 500 pesos si se alquilan como peones en la construcción y albañilería. En la temporada pasada, los migrantes que salieron con contrato y visado recibieron 18 dólares por hora de trabajo en los campos agrícolas. Al cierre de la edición, el precio del dólar es de 20.6 pesos mexicanos.

La sucesión generacional de migrantes

Leopoldo Hernández Godínez llegó a la Comisaría Municipal en bermuda, camiseta de los Lakers, un gorro de frío que tenía estampado Bulls en letras grandes, y tenis con calcetas altas. Es uno de los hombres que salen del pueblo a los Estados Unidos con Visa y contrato para trabajar en los campos agrícolas por una temporada cada año.

Está en Michigan de junio a octubre para trabajar de sol a sol en el corte de hortalizas, calabaza, jitomate, chiles serrano y poblano, y pepino. Lleva seis años consecutivos en esa dinámica de casi nueve años desde que contratan a hombres jóvenes de este pueblo.

Los empleadores, a través de enlaces, les hacen la convocatoria unos meses antes para que reúnan los documentos para entrar a una etapa de selección, que incluye solicitar el visado temporal a la embajada estadounidense. La mayoría de los que quedan están entre los 20 y 40 años.

El motivo principal por el que emigran es para generar una reserva económica. “Aquí en el pueblo a veces no hay mucha oportunidad”, dice Leopoldo, quien tiene 36 años y es el sustento económico de tres hijos, de 16, 10 y dos años, y de su esposa.

El primero y el segundo comisario en la Comisaría Municipal de Zoltotitlán.

En este tiempo de migrante agrícola ha podido construir por etapas su casa y guardar “un dinerito”.

Después llega Herminio Pascal Chautengo, de 37 años, quien también lleva seis años inscribiéndose a la convocatoria de trabajo temporal. Sus labores son en las empacadoras. Los productos agrícolas pasan por diferentes etapas antes de su venta al público.

Le mueven los mismos propósitos que a Leopoldo de trabajar en los Estados Unidos, porque en el pueblo no hay más que ser campesinos u obreros. Tampoco es que en los Estados Unidos su estatus cambie, la diferencia es que su esfuerzo rinde más acá en pesos. “Lo que trato es guardar el pequeño ahorro que podemos hacer en esos cuatro meses, guardarlo para una enfermedad, para un apuro (…), porque uno no sabe cuándo lo va a necesitar. Es lo primordial para mí”, comenta.

En el mismo perímetro de la Comisaría Municipal está el segundo comisario, Policarpo Santos Hernández, con 60 años, quien es de la anterior generación de migrantes del pueblo. Estuvo casi ocho años en los Estados Unidos sin documentos, se movió entre Florida, Virginia, Nueva Jersey y Michigan, según la temporada de cultivos.

Regresó al pueblo en 2009 para ver a su padre, pero ya no lo alcanzó. Lo mantuvo con las remesas que envió en esos años, al igual que a su familia directa.

Esa anterior generación de migrantes son los que se fueron de manera irregular a los Estados Unidos, estuvieron varios años allá y volvieron.

David Álvarez, con 51 años, es otro de ellos, también estuvo cerca de ocho años en diferentes lugares de Estados Unidos; hizo una ruta similar a la de Policarpo. Era común, cuenta sentado en la banqueta de una tienda frente a la iglesia del pueblo, que los mismos paisanos se comunicaran para avisarse dónde requerían jornaleros.

En ese tiempo construyó su casa y compró algunos bienes que ahora le permiten sobrevivir de su cosecha de maíz en el campo de Zotoltitlán, de la crianza de puercos, y hacer pan. Todo a su ritmo, disminuido por la diabetes que padece.

Pero no todos los de su generación regresaron ni todos los jóvenes que emigran en la actualidad lo hacen con una visa temporal y contrato.

Germaín, de 29 años, es hijo del comisario Gregorio, e ingresó a los Estados Unidos de manera irregular. El próximo marzo cumplirá tres años de estar allá y con eso concluye el plazo que se puso para pagar lo que gastó al cruzar la frontera sin documentos, comprar un terreno, construir su casa y volver. Lo logró. Solo espera, cuenta su padre, que no lo boten antes los agentes migratorios, porque andan “cazándolos”.

La migración, el sostén económico de la comunidad

En estos momentos, David tiene a dos hermanos en Estados Unidos sin papeles, llevan tres años. Hace poco regresaron otros dos después de seis años. Leopoldo tiene un hermano y unos primos en la misma situación. Con Herminio son tres hermanos en la familia que viajan cada temporada a los campos agrícolas estadounidenses con contrato. Policarpo tiene un hijo que está en ese país de manera indocumentada, como el hijo de Gregorio que espera ganarle a las acciones de Trump.

Esta es una muestra de que en Zoltotitlán la migración hacia los Estados Unidos es una forma de vida que sostiene a las familias que se quedan en el pueblo y les provee de un patrimonio. “La mayoría tenemos un sobrino, un hijo, bueno, así…”, dice David al tratar de explicar cómo los migrantes, con sus remesas, cumplen uno de los roles más importantes, porque en el pueblo les resulta difícil que el dinero les rinda igual.

Casas como esta son levantadas en diferentes puntos del pueblo.

Guerrero en general depende en gran medida de las remesas. El Anuario Migración y Remesas México 2023, el más reciente o actualizado, expone que en 2022 fue el segundo estado a nivel nacional–solo después de Michoacan– que mostró mayor dependencia de remesas.

Con las órdenes ejecutivas de Donald Trump, que impactan de manera directa en los migrantes, resulta casi imposible que en este pueblo no crezca la incertidumbre sobre lo qué pasará con ellos. “Va a afectar mucho, porque muchos se van a venir y, pues, ora sí que aquí tienen que volver a empezar, como se van muchos años allá y llegan aquí, yo creo que no va a ser igual”, expone Leopoldo al plantear uno de los escenarios más probables.

Hasta ahora, aun cuando el gobierno estatal informó sobre los primeros quinientos guerrerenses deportados, ningún migrante expulsado es de Zoltotitlán. Al menos no ha regresado ninguno.

En realidad, el número de migrantes guerrerenses en los Estados Unidos es mayor y solo existen aproximados. El último reporte vigente de matrículas consulares de la población guerrerense en ese país es de 65,165 personas, de manera principal de Acapulco, Teloloapan, Coyuca, Taxco y Chilpancingo, según los datos del Anuario 2023. El número podría ser mucho mayor, porque esta cifra de migrantes solo es de aquellos que acuden a matricularse.

Algunos de los migrantes guardan esperanzas de que las circunstancias no les cambien, en particular los que salen con visas y contratos, porque hasta ahora no saben de restricciones para sus casos. “Solo nos queda esperar (…). El presidente no creo que dure más tiempo sin los trabajadores, porque los que trabajan van de aquí, de México”, dice Herminio.

Pero a la mayoría de las personas consultadas, como el comisario, les resulta improbable que por las órdenes ejecutivas de Trump expulsen a todos los migrantes de Estados Unidos porque, entonces, ¿qué harían sin ellos?

“Ahorita que entró el presidente no les gusta que anden allá, pero gracias a los mexicanos o de otros países (se hace) el trabajo, ellos no pueden hacer lo que hace uno”, agrega convencido David. Después, un tanto resignado, menciona que, al menos, les permitan a sus paisanos terminar sus casas.

Uno de los consuelos es que muchos de los migrantes, aclara el comisario municipal, tendrán al menos dónde llegar. Además de las que están en proceso, en el pueblo destaca el color gris del concreto de las casas nuevas sin habitar.

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Este trabajo fue publicado originalmente en Amapola Periodismo que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.

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