Opinión

Sufragio efectivo, no reelección




febrero 7, 2025

Con las reformas para la no reelección y contra el nepotismo propuestas por Claudia Sheinbaum se retorna a la configuración del estado posrevolucionario… ¡preferible la rotación de élites al anquilosamiento de grupos políticos en un mismo sitio, sin el oxigenamiento de los mismos¡

Por Herán Ochoa Tovar

En el marco del 107 aniversario de la Promulgación de la Constitución Mexicana, la presidenta de México, doctora Claudia Sheinbaum, presentó un par de proyectos de reformas que me parecen notables: la prohibición, en México, de la reelección a todos los cargos de elección popular; así como la imposibilidad de que parientes directos se postulen a encargos de manera inmediata, para así alejar los fantasmas de la colusión y el nepotismo de la vida pública mexicana.

Debo decir, ambos proyectos me parecen determinantes y esperaría que se diera su aprobación, pues resultan relevantes en la confección del México contemporáneo. Esto porque se retorna a la configuración del estado posrevolucionario, mismo que se alteró con algunas de las enmiendas aprobadas al calor del denominado “Pacto por México”, las cuales tenían como eje modernizar a México, pero, en la praxis, no siempre llegaron a tener los efectos esperados por la concurrencia y la ciudadanía.

Ejemplo de esto es la reelección. Un logro de la Revolución Mexicana y de los gobiernos del tricolor –hay que decirlo– fue la institucionalización de la no reelección. Quizás buscando que no se repitieran los errores del pasado, donde esta figura sirvió para eternizar a camarillas, así como a caudillos regionales y federales (siendo el caso más emblemático el de don Porfirio Díaz, sempiterno y legendario dictador nacional), la reelección fue expresamente prohibida con la Constitución de 1917.

Aunque, al principio, sí existía la reelección legislativa, la misma se pasó a prohibir a partir del Cardenismo. En las alcaldías nunca se permitió, y tampoco en las gubernaturas. Y aunque en la presidencia, el general Álvaro Obregón llevó a cabo escarceos y maromas para poder permitirla de modo no consecutivo para retornar al poder; su dramático asesinato en La Bombilla, en 1928, llevó a que dicha discusión jamás llegara a ser puesta sobre la mesa, y los afanes reeleccionistas -en cualquier ámbito- se tornaran en un tema tabú del quehacer político mexicano, mismo que podía contemplar retornos (en el caso de las alcaldías, las diputaciones o eventualmente las senadurías); pero, en el de las gubernaturas y la presidencia de la República, se sobreentendía que sería una oportunidad que se daría una sola vez en la vida, a contrapelo de otras naciones, donde se podía ratificar el encargo (como en los Estados Unidos) o volver por sus fueros una vez pasado un período (como sucedía en la Venezuela prechavista).

Estos principios fueron respetados prácticamente durante todo el siglo XX y parte del XXI. Empero, con el arribo de la transición democrática y el consabido cuestionamiento de las reglas del viejo, la nueva clase política comenzó a cuestionar las reglas –escritas y no escritas– que regían al sistema. Aunque nunca lograron permitir la reelección a gran escala (como sí sucedió en Venezuela, Bolivia o en el Ecuador correísta) y la ratificación de la Presidencia o las gubernaturas siguió vetada hasta la actualidad, pues permitirla estaría horadando los cimientos históricos del México contemporáneo, sí lograron abollar un poco el viejo edificio, así como las antiguas formas.

Me explicaré. Desde la mencionada transición, algunos analistas liberales, como Denise Dresser, comenzaron a sugerir en sus análisis que era relevante que se permitiera la reelección legislativa, pues ello permitiría premiar a los buenos elementos, así como castigar a los malos. Quizá tomando esta premisa, y tal vez imbuidos por una desmedida ambición, la legislatura 2015-2018 aprobó la reelección de diputados, senadores, alcaldes, así como congresistas locales. Argüían, cándidos, que esta figura propiciaría la rendición de cuentas, así como una mayor proximidad para con la ciudadanía, que era quien había elegido llevarlos a las cámaras o a los ayuntamientos. Nada más alejado de la realidad. Aunque, efectivamente, se multiplicaron los informes edilicios y legislativos, los mismos parecieron tener plan con maña; pues se comenzaron a hacer para tener asegurada una posición mayor, en lugar de una genuina rendición de cuentas.

Algo similar pasó con el apartado de la ratificación. Mientras Dresser y sus colegas esgrimían que se premiaría a los mejores y se vetaría a los malos elementos, dicho apartado sólo se ha cumplido parcialmente. Ello porque, aunque, en efecto, la ratificación de algunos malos elementos sí se ha visto truncada en diversas ocasiones, en algunas ha podido más la maquinaria que la voluntad popular. Aunado a ello, la designación de las candidaturas sigue siendo tan vertical como en el viejo régimen, cuando los grandes electores (destacadamente las cúpulas partidarias) eran quienes decidían a los beneficiarios. En este sentido, la conformación de camarillas y grupos de interés no sólo no se ha detenido, sino que han permanecido, incluso allende a la 4T. La figura de las primarias, que utilizan otras naciones para definir sus candidaturas, ha sido olímpicamente ignorada en México, donde los pactos cupulares parecen primar por sobre la aceptación interna y externa de los candidatos designados (cuya legitimidad, en ocasiones, es escasa por el mismo enunciado). Por lo anterior, el proyecto de enmienda que busca prohibir la reelección me parece plausible ¡Preferible la rotación de élites al anquilosamiento de grupos políticos en un mismo sitio, sin el oxigenamiento de los mismos¡

Lo mismo puedo decir del nepotismo. Resulta necesario regular el reparto y las cotas de poder que se dan en los intersticios de la nación, pues vivimos en una república y no en una  monarquía; mientras, las dinámicas caciquiles, que deben ser desterradas, nos hablan más de una sociedad premoderna, en lugar de ese sitio dinámico y moderno que aspiramos construir para las generaciones actuales y venideras.

En suma, estoy muy de acuerdo con los proyectos de reforma planteados con antelación. Sé que va contra diversos intereses creados, así como contra un status quo que ha sido beneficiario de las enmiendas del Pacto por México. Mucha tela por cortar y, sin embargo, se mueve. Enhorabuena y éxito con esta acertada proposición.

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