Opinión

Gobernadores: entre la ignominia y el feuderalismo




marzo 7, 2025

A contrapelo de los Duarte, Borge o Sandoval, quienes eran alfiles del sistema priista, fueron escalando en la pirámide del mismo a través de relaciones de compadrazgo, complicidad y componendas

Por Hernán Ochoa Tovar

Hace aproximadamente una década, los analistas Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda acuñaron el término feuderalismo. Con éste, se refería a los gobernadores que se enriquecían, hacían y deshacían ante la ausencia de controles internos y externos.

Al mismo tiempo, la crítica de ambos intelectuales parecía ser una crítica indirecta a diversos especímenes del autodenominado Viejo PRI, personajes quienes, descritos por el expresidente Enrique Peña Nieto como una especie de “nueva camada tricolor”, terminaron siendo más abusivos y cínicos que sus predecesores, destacando entre sus integrantes a César Duarte, Javier Duarte, Roberto Borge y Roberto Sandoval, entre otros. La mayoría de los mismos terminaron cayendo por sus propios abusos y corruptelas, mismas que llegaron a hartar a diversas poblaciones que habían llegado a ser, históricamente, leales al tricolor, tales como la de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo, entidades que conocieron alternancias donde había habido un régimen de partido único (en el caso de Veracruz y Quintana Roo, pues Chihuahua ya había tenido su primera alternancia en la década de 1990, en la figura de Francisco Barrio) y se decantaron por la oposición.

Aunque este tema había pasado un poco de largo, por la hegemonía que ha ido construyendo el partido guinda a partir de 2018, actualmente ha vuelto a salir a colación en la figura de Silvano Aureoles, quien, a contrapelo de los aludidos, no formaba parte del viejo PRI, aunque sí llegó a estar peligrosamente junto a los mismos. A continuación, explicaré porqué lo estimo así.

A contrapelo de los Duarte, Borge o Sandoval, quienes eran alfiles del sistema priista y fueron escalando en la pirámide del mismo a través de relaciones de compadrazgo, complicidad y componendas, Silvano Aureoles era una figura proveniente de la izquierda. O, por lo menos, así lo aparentaba.

Michoacano de origen –de hecho, gobernó ese estado entre 2015 y 2021, del cual emergen todas sus imputaciones–, se caracterizó por haber estudiado Ingeniería agronómica en la Universidad de Chapingo, así como un posgrado en la misma casa de estudios, en un área relacionada con su licenciatura. Miembro fundador del PRD (otrora señero partido de izquierda mexicano), fue presidente municipal de Zitácuaro, abanderado por las siglas del sol azteca, así como Secretario de Desarrollo Agropecuario durante la gestión de Lázaro Cárdenas Batel, quien fuese el primer gobernador de oposición en la tierra michoacana (PRD) no obstante su estirpe, y quien ahora, como miembro de Morena, es el jefe de la oficina de la presidencia en la gestión de la doctora Sheinbaum.

Posteriormente fue senador por su estado (2006-2011) y candidato a gobernador por vez primera. De hecho, en alguna ocasión llegó a ser cercano al expresidente López Obrador, y él acudió a apoyar su primera campaña en pos de la gubernatura michoacana.

A pesar de que la separación de AMLO del PRD [para fundar Morena] provocó un deshielo entre ambos personajes, aún hubo visos de cercanía al comenzar su gestión como gobernador de Michoacán. No obstante, ya se había visto un acelerado distanciamiento, pues mientras AMLO repudió el consabido “Pacto por México” (lo que posteriormente le otorgó legitimidad y réditos), Silvano y los jerarcas del PRD lo suscribieron.

Extraoficialmente, se dice que este comedido actuar fue lo que le permitió llegar a la gubernatura de Michoacán en lo que fuese su segunda carrera por la misma. Esto porque, a contrapelo de lo que sucedió en ocasiones anteriores, cuando el PRD era un verdadero partido opositor, para 2015 era el tercero en discordia que intentaba bailar el tango con los institutos dominantes (PRI y PAN).

Dicho de otra manera, se comentaba que, aunque el PRI tenía su propio candidato, en la figura del experimentado Ascensión Orihuela, era Aureoles quien había recibido la venia bendita de Enrique Peña Nieto, a la sazón presidente de México (y el que, en oposición a Zedillo, había revivido las viejas formas del pasado en algunos aspectos). Quizás fuese posible, pues, Aureoles no fue un nuevo Cristóbal Arias. Si al viejo perredista tuvo que hacer una campaña contra una eventual elección de estado, para Aureoles fue como pan y mantequilla. Tanto, que creció pronto en las encuestas, y Orihuela se estancó, no obstante que, en ese entonces, el tricolor detentaba la gubernatura de dicho estado (en la figura de Fausto Vallejo).

El resultado fue previsible, digno de una elección europea, pues, mientras en otros lados eran comunes los conflictos postelectorales, el tricolor aceptó de buena fe la derrota territorial y Aureoles se erigió como el nuevo mandamás de su entidad. Fue la crónica de una victoria subrepticiamente anunciada, dicho de otra manera.

Finalmente, y como parece ser, el gobierno de Aureoles encarnó todo, menos a un gobierno de izquierda. Distante de Cárdenas Batel (representante del cardenismo y de la vieja izquierda) y del propio Fausto Vallejo (quien parecía seguir más los moldes del nacionalismo revolucionario que del neoliberalismo tricolor), Aureoles creó un gobierno donde el dispendio y la corrupción parecieron ser los organismos reinantes.

Si Cárdenas Batel se destacó por su austeridad y por seguir la línea cardenista con ahínco; Aureoles se veía más cerca de los virreyes priistas (surrealistamente, había una foto suya con Javier Duarte, hoy convicto) que de sus correligionarios priistas.

Tristemente, la frase duartista de que “el poder era para poder y no para no poder” (sic) esgrimida por Duarte en su toma de posesión, hace tres lustros, pareció haber sido calcada, cual copia al cartabón, durante la gestión silvanista. Triste que, un sujeto que provenía de las filas de la izquierda y tenía una trayectoria interesante, terminó perdido por la ambición y el poder, encontrándose en estos momentos prófugo de la justicia.

Paradójicamente, no logró volver a ser cercano a AMLO, pues, aunque las gestiones de ambos coincidieron, y aunque hubo ciertos guiños de acercamiento –particularmente al inicio de su gestión, cuando buscó una coalición con MORENA, y al final, cuando la federación absorbió la nómina del magisterio michoacano– la misma nunca llegó a concretarse. Tanto, que cuando Aureoles buscó una reunión con él en Palacio Nacional, en el cenit de su gubernatura, AMLO se negó a recibirlo, y lo dejó esperando en el célebre banquito que rompió tendencia en redes.

Parece ser que, como dijo La Jornada en su Rayuela, Aureoles se encuentra más célebre del banquillo que del banquito. Para la reflexión.

lo más leído

To Top
Translate »