Opinión

Reflexión y crítica sobre la Marcha 8M Ciudad Juárez Separatista 2025




marzo 19, 2025

Nosotras no somos el enemigo y merecemos respeto. Seguiremos cantando, trenzándonos nuestros cabellos, colocando adornos sobre nuestros rostros porque queremos, porque nos queremos vivas, alegres y feroces

Por Eloísa Arenas

Punto de partida

El feminismo es un movimiento histórico vivo. A pesar de su origen letrado, la misoginia que vivimos todas las mujeres en la tierra, lo ha nutrido de críticas no solo contra el sexismo, sino también contra el racismo, el clasismo, la heterosexualidad obligatoria, el especismo, el capitalismo. Podemos decir que un acuerdo básico es que el feminismo surgió de la lucha organizada de las mujeres y que se ha sostenido en el tiempo contra los componentes que integran el patriarcado.

Quien escribe

Soy una mujer lesbiana feminista de Ciudad Juárez, crecida durante los años 90, criada por una madre consciente, dentro de una casa privilegiada con acceso a la cultura y la educación pública, me considero juarense fronteriza, soy poeta y activista, soy pobre porque como muchas enfrento un sistema de acumulación económica que no me considera, pero mi riqueza no se mide en sus términos. El feminismo me lo enseñaron mis tías, mi madre y mis abuelas con su resistencia cómplice que las hizo fuertes ante las violencias de los hombres de su familia. Después me formé entre grupos de amigas lesbianas radicales, separatistas, que crearon espacios de estudio y diálogo en Xalapa, Veracruz. En ese entonces, mi perspectiva fronteriza me inclinaba hacia una mirada más queer y desinformada. Me parece simbólico que mi acercamiento al activismo fuera a través de la comunidad lgbt y no feminista. Con el tiempo fui aprendiendo a pasar por el tamiz de la crítica mis experiencias y observar desde las fisuras. Es algo que desde niña hago muy bien.

Las madres de Juárez

Si te nombro a Ciudad Juárez, ¿en qué piensas, lectora? Muy probablemente en la complejidad de la industria maquiladora sostenida en la mano de obra abaratada, en migración, en violencia, en feminicidio y desaparición de mujeres. Estoy segura de que también ha de venir a tu mente la lucha de madres organizadas ante la desaparición o asesinato de sus hijas, las que siguen buscándolas, las que han cuidado y educado a las crías huérfanas, las que han alzado la voz ante un sin número de autoridades indolentes de todos los niveles, las que pintaron cruces rosas por toda la ciudad hasta convertirlas en un símbolo, las que han marchado por todo el país gritando los nombres de las que nos arrebataron para ver si así conseguían que el ministerio público actuara, las que han pintado murales, bordado pañuelos, encendido velas.

Un fenómeno que ha ocurrido en las familias víctimas de desaparición o feminicidio es que quienes se han manifestado a través de su rabia han sido principalmente las madres, las hermanas, las hijas. Han formado comités de búsqueda, han dado infinidad de entrevistas, se han documentado y han defendido sus casos cual abogadas empíricas, inteligentes, dignas. Su dolor lo han transformado en movimiento. Ellas mismas han compartido varias ocasiones que sus esposos, hermanos, hijos –salvo contadas excepciones– optan por callar, por aislarse, algunos mueren de dolor porque sus creencias les impiden pedir ayuda profesional, o simplemente tienen miedo de continuar con las acciones porque han recibido amenazas de grupos criminales y deciden detenerse. Algunos tratan de convencer de lo mismo a sus compañeras, sin lograrlo, claro está, porque ellas siguen encontrando la manera de hacer ruido, de sacar su furia con propósito.

Cuando yo pienso en Juárez, lectora, pienso en mujeres. Las veo trabajar, reír, demandar, hacer por la vida, dignas, no llevan la máscara de la víctima, son sobrevivientes y “nos marcan el camino contra el feminicidio y este gobierno asesino”, por citar una de mis consignas predilectas. Con ello quiero preguntar, ¿quiénes van al centro de la lucha feminista? Una crítica afroamericana llamada bell hooks respondería que las marginadas. ¿Quiénes son las marginadas de Ciudad Juárez?, ¿quiénes ocupan el centro de la lucha feminista en Ciudad Juárez actualmente?

Separatismo feminista

La lucha feminista en la localidad juarense, aunque tenga en su haber más de 40 años, no ha sido separatista hasta hace muy poco. Aquí el patriarcado se come en la sopa, se respira en el aire y los hombres, hasta hace también muy poco, eran quienes lideraban, incluso movimientos sociales como los estudiantiles, obreros o contra la militarización. Ha sido gracias al internet y las redes que la lucha feminista comenzó a despertar acerca de los abusos y controles que los ahora llamados “machos de izquierda” o “aliados” ejercían sobre la población de mujeres. Entonces comenzó una urgencia por organizarnos desde nosotras para nosotras porque comenzamos a ver las fisuras y ponerles nombre y rostro a los agresores, nos dimos cuenta de la manipulación que incluso en espacios politizados ejercieron sobre las mentes y cuerpas de compañeras de lucha.

La propia bell hooks diría que el feminismo nos compete a toda la humanidad y que sería a través de las experiencias de los grupos más vulnerables, de la educación política puesta al servicio de las demandas de las mujeres para erradicar el sexismo, el racismo, el clasismo y todas las formas de opresión, que conseguiríamos una revolución transformadora de nuestro mundo en uno justo, pacífico y seguro. Ella ha dicho que las feministas nos quedamos en estado de rebelión y nuestro movimiento no alcanza a ser revolucionario. Y puedo comprender la propuesta de una bell hooks, pero me gustaría contraponerla con una escritora indígena y lesbiana, una Yadira del Mar, por ejemplo. Me gustaría que se viera lo cansadas que estamos de las violencias de uno y otro, y otro más de los hombres, sean pobres, artistas, grafiteros, letrados, maestros, doctores o activistas, sin importar su tono de piel ni su ideología, sean hermanos, primos o ejerzan la paternidad, enfermos o sanos, en situación de calle o con trabajo del otro lado de la frontera, todos y cada uno de ellos ejercen violencia hacia una o varias de nosotras. Sí, todos, también algunos de los que considero amigos.

Lo que no comprendo de hooks y otras autoras es su incapacidad de cuestionar la mordacidad de quienes se asumen aliados, desde los márgenes, los que quieren acaparar la lucha de las marginadas. Me parece que no se compara a la profundidad de entendimiento de las realidades que habitamos las mujeres. Tampoco me parece justo compartir saberes a quien lastima o destruye, o a quien es un potencial agresor, porque no hay confianza, porque revelar el mapa nos ha costado vidas. Me encantaría verlos dialogando entre sí, desde la genuina renuncia a sus privilegios, desde la consciencia absoluta de ser deudores, desde el respeto a la manifestación de nuestras formas originarias de organización. Desde el respeto.

Acerca de la diamantina

El 2019 fue un año muy importante para el feminismo en México y América Latina. Ese año una mujer lanzó con furia diamantina rosa sobre el entonces Secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México como forma de protesta porque un elemento de la policía había violado a una mujer. También ese año, desde la Patagonia hasta la frontera del norte global hicimos el performance “El violador eres tú”. Las mujeres que habían sido abusadas sexualmente encontraron en la campaña de visibilización del acoso #MeToo una forma de unión y mutuo reconocimiento. En lo local, varias colectivas levantamos la voz contra la misoginia de El Diario de Juárez y acompañamos la denuncia de violaciones tumultuarias por parte de docentes de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y lo hicimos desde el separatismo.

La viralización del internet juega un papel doble, por un lado, democratiza e informa casi instantáneamente y, por otro lado, despolitiza o vacía de significado una acción. Es la era del meme. La diamantina fue un recurso de protesta. Ahora le decimos en inglés glitter, y series norteamericanas como Euphoria (2019) normalizaron el uso de maquillajes plagados de brillitos en las y los adolescentes y ahora podemos ver videos de niñas muy pequeñas jugando a ser influencers haciendo tutoriales de make up y, lamentablemente, las artistas que fueron niñas explotadas sexualmente por la industria televisiva venden con sus rostros marcas de productos de belleza hegemónica para aparentar “lo bien que está” ponernos máscaras sobre nuestra piel sana.

Me parece válido que las mujeres decidan sobre sus cuerpas. Aceptar la diversidad de todas nosotras y tener un cuidado de lo que consumimos a consciencia. Si utilizamos delineados o tintes para el cabello, que no sean un impedimento para la libre expresión de nuestra personalidad, pero tampoco una práctica que nos defina o que nos limite a nutrir nuestro pensamiento crítico. Y ese pensamiento, esa ternura, crece cuando estamos juntas y nos cuestionamos por qué estamos haciendo una cosa y dejando de hacer otras. Es en colectivo, en comunicación de hermanas, cómodas, en pijama o en ropa de trabajo, que decidimos.

El separatismo es una propuesta política de autocuidado ante un sistema que nos acosa, nos viola, nos desaparece o nos asesina. Es necesaria porque nos otorga la libertad suficiente para discutir temas que nos atañen, puesto que compartimos experiencias que nos atraviesan como mujeres. Desde hace algunos años, en su mayoría lesbianas, hemos propuesto espacios creativos y seguros, no sin recibir acoso moral por parte de reaccionari@s que han descalificado nuestra postura y propuestas; sin embargo, nos hemos mantenido dignas porque sabemos que es una vía legítima para el sostenimiento de nuestra existencia. ¿Acaso no ha sido también histórico el descrédito? Y seguimos cantando, tejiendo nuestras memorias, como nos enseñaron las abuelitas.

Este año, 2025, se convocó por cuarto año consecutivo a una marcha separatista en Ciudad Juárez. Como en años anteriores, fueron diversas colectivas feministas las que convocaron a las mujeres a tomar las calles para protestar por las violencias machistas: feminicidio, violencia obstétrica, migración, violación, desaparición, aborto legal y seguro, trabajo del hogar, entre otras demandas políticas. En el mes de febrero se hizo la rueda de prensa para dar a conocer las acciones colectivas de quienes sostenemos una lucha intergeneracional y una postura radical, donde se informó que la manifestación del 8 de marzo sería exclusiva para mujeres con el propósito de ofrecer un espacio seguro para todas, donde ninguna tuviera el temor de encontrarse con algún agresor. Hubo un activista que acudió a la rueda de prensa y se le informó que él no podría estar presente, pero que las miembras de su familia eran bienvenidas, en específico la madre de Esmeralda Castillo Rincón, la señora Martha Rincón quien desde el 2009 busca a su hija desaparecida.

El contingente separatista fue encabezado por madres de familia con hijas asesinadas o desaparecidas. El programa político de este año tenía planeada una parada cerca del Monumento a la Madre para hacer lectura de un pronunciamiento por el derecho a una vida sin violencia, por el reconocimiento del trabajo del hogar, por el derecho a decidir sobre la maternidad y el aborto. A las organizadoras y al contingente nos tomó por sorpresa encontrar nuevamente la presencia del activista al que se le había pedido que no se presentara justamente en la marcha separatista, puesto que también se organizó una marcha que incluía la participación de hombres. Este hombre hace uso de la diamantina o del glitter como forma de protestar; sin embargo, no es a las autoridades a las que baña de este elemento sino al contingente de mujeres. Esto provoca en algunas compasión y en otras incomodidad. La madre de una de las niñas que formaba el contingente tuvo que llamar a una de las integrantes de la comisión de salud porque la diamantina entró a los ojos de su hija. Rápidamente fue atendida con mucha paciencia hasta que la irritación paró.

Me interesa exponer el simbolismo de este acto. En primer lugar, la presencia no solicitada de este activista, su insistencia en irrumpir espacios separatistas. En segundo lugar, el hecho de focalizar sobre él una situación que por ser la excepción a la regla utiliza a su beneficio, puesto que en un contexto donde son las madres de Juárez quienes han guiado la lucha contra el feminicidio y la desaparición, él sea, sin temor a equivocarme, el único padrastro que recibe la atención y la compasión de los medios. Esto es importante resaltar, porque nuestra sociedad es profundamente misógina y patriarcal. Es interesante que un grupo diverso y nutrido de madres no tengan la visibilidad que a un único hombre sí le dan. En tercer lugar, las familias tienen el derecho de crear sus propios recursos para hacer ruido sobre los casos que defienden y este activista ha recibido la atención de no pocas artistas y colectivas que desde mi punto de vista han casi santificado el lanzamiento de brillitos por su parte. Sería interesante cuestionarnos lo que despierta en nosotras, hijas de padres ausentes la gran mayoría, las apariciones y decisiones que el señor tome sobre la organización colectiva de las mujeres.

A forma de conclusión

Es muy grave que los hombres no hagan un ejercicio genuino de reflexión, casi un voto de silencio comprometido donde germinen el respeto, la escucha activa y el reconocimiento a las formas que encontramos las marginadas del sistema patriarcal para alzar las voces de denuncia. Porque la meritocracia eleva a uno de ellos y da por sentado que son todos, ellos piensan que por haber uno que pareciera cuidar, los representa, cuando justo es su deseo de protagonismo lo que en realidad viene a ofrecer. No es la primera vez que desde distintos frentes se le pide no poner en riesgo al contingente de mujeres que se manifiestan y él lo sabe.

Irrumpir espacios creados por nosotras no me parece la decisión más inteligente, es un acto de violencia, incluso si se te considera activista. Lanzar diamantina rosa al presidente municipal, al secretario de seguridad pública, a la coordinadora de la fiscalía especializada de la mujer o a la gobernadora y hacer que se les irriten los ojos, y se le manchen sus trajes y corbatas, me parece legítimo, porque son quienes representan la negligencia con la que hemos sido tratadas niñas y mujeres pobres, racializadas, violentadas desde hace más de 40 años; más aún, son quienes sostienen un sistema de explotación sobre las cuerpas sexuadas, son quienes sostienen negociaciones con grupos criminales. Nosotras no somos el enemigo y merecemos respeto. Seguiremos cantando, trenzándonos nuestros cabellos, colocando adornos sobre nuestros rostros porque queremos, porque nos queremos vivas, alegres y feroces.

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Eloísa Arenas (1988, Ciudad Juárez). Nieta de Martina, hija de Marina, esposa de Susana. Es poeta lesbiana y feminista, maestra en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Es autora de la poemaria Amorar en el desierto (2023). Actualmente estudia la maestría en Historia de las Fronteras y la certificación en Estudios de la Mujer y Género en la Universidad de Texas en El Paso. Como activista, forma parte de la colectiva Lesbicats by Xolas: Arte Lésbico.

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Referencias:
Bell hooks. (2020). Teoría feminista: de los márgenes al centro. Madrid: Traficantes de Sueños.
https://piedepagina.mx/2019-el-ano-diamantino-del-feminismo-mexicano/

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