Espero que la transparencia se siga cultivando y no se vuelva a los viejos tiempos cuando era una quimera impronunciable. Quiero creer. Pero será la historia quien proporcione el veredicto más acertado. Al tiempo.
Por Hernán Ochoa Tovar
El título de la presente colaboración no se refiere a una apología, idea o arenga de corte político propalado por el escribiente, sino al nombre que recibirá el flamante instituto que sustituirá al desaparecido Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), organismo autónomo que fue emblema de la transición a la democracia, el cual, paradójicamente, las izquierdas ayudaron a crear y también a desaparecer, pues su sucesor está sujeto a la jurisdicción de la Secretaría Anticorrupción (otrora Secretaría de la Función Pública) que comanda Raquel Buenrostro. A este respecto, conviene preguntarnos ¿cuál será el futuro de la transparencia en México? ¿un acceso generalizado, o un retorno al pasado reciente cuando dicho acto, como tal, era inexistente y su ejercicio cabal, una quimera? Vamos.
Pero primero lo primero. Considero que una cuestión curiosa que ha acontecido a lo largo de la 4T, es nombrar a los organismos o a los instrumentos como del pueblo o del bienestar como si con eso tuvieran un mejor funcionamiento o un acceso garantista, planteamiento que, si bien se da desde la propia idea, no siempre se cristaliza en la realidad. Ejemplo de esto es el SAE, Sistema de Administración y Enajenación de Bienes. Este organismo de la Secretaría de Hacienda, encargado de subastar los bienes decomisados, fue renombrado en el gobierno del ex Presidente Andrés Manuel López Obrador como el “Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado) (INDEP)” (sic). Como se puede ver, de un nombre que retrata una labor burocrática compleja, se simplifica el nombre para tener un lugar en el imaginario popular. Esto no habría sido problema si el instituto hubiera tenido una labor más eficaz y eficiente a partir de su nueva nomenclatura. Sin embargo, no ocurrió, pues, luego de un período de gracia, en el cual, incluso, sus directivos acudían a las mañaneras y se hablaba de sorteos en grande, entró en una época de bajo perfil a partir de la dirección de Ernesto Prieto (previo a que Jaime Cárdenas, personaje otrora cercano al propio AMLO, hubiese realizado una sonada renuncia, denunciando ilegalidades en el consabido instituto).
En el caso del INAI, tuvo una actuación con claroscuros, pero siempre siguió su tendencia: desde el foxismo hasta el obradorismo, fue esa ventana que permitía el escrutinio y el juicio de los actos gubernamentales, a través de proporcionar las informaciones de los procedimientos seguidos por los diversos organismos del gobierno federal (los estados tenían organismos de corte semejante que realizaban una labor paralela). Así, se pudo documentar desde el toallagate, hasta los costos del Tren Maya o del AIFA. Empero, nunca hubo una buena relación entre los comisionados del fenecido instituto, y el gobierno del ex Presidente López Obrador. Si, con sus luces y sombras, el INAI permitió documentar las tropelías acometidas durante la gestión de Enrique Peña Nieto, y propulsaron la llegada de la 4T al poder, quizás AMLO percibió que su labor había concluido. No obstante, continuaron con su talante crítico y esto no pareció ser del agrado de la narrativa prevaleciente, la cual vislumbraba el poder más en los viejos términos que en los actuales.
El resultado es que comenzó la extinción de los viejos organismos autónomos. Si, los mismos, habían resultado en una especie de contrapeso y muro de contención del viejo presidencialismo priista -y habían mantenido a raya a los mandatarios de la transición, particularmente los panistas-, parecía que su existencia no gravitaba en la misma órbita de la narrativa de la 4T. Esto porque, para algunos de los intelectuales orgánicos, el aparato gubernamental debía ser el depositario de la narrativa oficial (como si fuese appartchik) y no debían permitirse las disidencias. El resultado es que, con el control del relato en la mano, el grueso de los viejos organismos autonómicos (con la notable excepción del INE, el Banco de México y el INEGI) fueron condenados a una prematura extinción. Esto, cuando su funcionalidad comenzaba a cristalizarse.
Debo decir, el INAI (y su predecesor, el IFAI) realizaron una destacada labor a lo largo de casi un cuarto de siglo. Creatura del foxismo y de la transición, permitió escudriñar el gasto y el quehacer gubernamental a carta cabal. Si antes, el viejo PRI era alérgico a transparentar los archivos del estado, un todavía empoderado Fox se dijo dispuesto a hacerlo. Ello, con la venia de las izquierdas, pero con el resquemor y la duda de una parte del tricolor, mismo que no apoyó su proyecto reformista. A lo largo de ese tiempo, y con su evolución a INAI hace una década, tuvo importantes facultades de control y divulgación. Lo malo, es que no pudo evolucionar a un sistema en el cual sus peticiones fueran vinculantes -o tuvieran un carácter jurídico más acendrado- de modo en que sólo trocó en una especie de rosario de buenas intenciones, donde la transparencia existía por voluntad gubernamental, aunque su ejercicio fuera voluble. Otra cuestión lamentable es que, por momentos, cayó en excesos. Si bien, tuvo una burocracia especializada, que era la que realizaba las labores complejas del mismo y estaba ajena a las veleidades políticas, llegó a tener una casta dorada que empañó su prestigio -que no su funcionamiento-, sobre todo al final de la existencia del mismo, cuando se dirimía su existencia, aunque la narrativa parecía ser infranqueable.
En el mismo tenor, uno de los aciertos del INAI fue que pudo tener los datos biométricos de la nación en buen resguardo. Ahora, queda la duda si Transparencia para el Pueblo (el tropicalizado nombre que recibirá su sucesor, a partir del presente) realizará una labor con la misma eficacia y eficacia. Pudiera ser. Espero que la transparencia se siga cultivando y no se vuelva a los viejos tiempos cuando era una quimera impronunciable. Quiero creer. Pero será la historia quien proporcione el veredicto más acertado. Al tiempo.
