Opinión

Ernesto Zedillo ¿estadísta o villano favorito?




mayo 2, 2025

El doctor Zedillo tuvo importantes aciertos; pero también errores notables que marcaron el devenir del México del Siglo XXI ¿héroe o villano? Se lo dejo de tarea.

Por Hernán Ochoa Tovar

En los últimos días, la Presidenta de México en funciones, la doctora Claudia Sheinbaum, y el expresidente, Ernesto Zedillo (1994-2000) han sostenido acaloradas diferencias. Mientras el doctor Zedillo acusó al gobierno actual de terminar con la democracia y los contrapesos, la doctora Sheinbaum ha dejado entrever que su predecesor actúa de mala fe e incurre en actos de simulación.

Bajo esta tesitura, el doctor Zedillo dijo que se debería hacer una auditoría de las obras emblemáticas del sexenio de AMLO: el Tren Maya y el Aeropuerto Felipe Ángeles; en tanto que la doctora Sheinbaum remató, señalando que el Banco de México debía indagar acerca de la pensión que el exmandatario recibe de dicha institución, pues laboró en Banxico antes de ser funcionario de primer nivel a partir del Salinismo (1988-1994).

Luego de este breve preámbulo se ha desatado un álgido debate en las redes sociales, donde algunas personas visualizan todas las virtudes habidas y por haber en el ex Presidente; a la par que otros lo culpabilizan del estado actual de las cosas y de la decadencia neoliberal. Por ello, valdría la pena cuestionarnos ¿cuál es el balance histórico de Ernesto Zedillo? A continuación lo veremos.

El historiador Alejandro Rosas solía decir que había que reconstruir la historia más allá de manqueísmos; y, el caso de Zedillo –como cualquier ex mandatario o personaje histórico– está llena de luces y sombras. A contrapelo de la narrativa imperante, se podría ponderar su talante democrático. Sin embargo, también hubo errores que valdría la pena resaltar.

Caminando hacia atrás, podemos decir que la historia de Ernesto Zedillo es la de un burócrata gris quien, por azares del destino llegó a la Presidencia de México. Si esta historia ya se había presentado con sus varios de sus antecesores, desde Luis Echeverría Álvarez hasta Carlos Salinas de Gortari, en el caso del doctor Zedillo se repitió con creces.

Si es cuestión de interpretar y de dilucidar, la historia de Zedillo encarna la superación: fue el chico pobre de la Ciudad de México, criado en Ensenada, quien llegó hasta bolear zapatos y entró a estudiar Economía al Instituto Politécnico Nacional. Tipo destacado, logró hacerse de una beca para estudiar al exterior –como parte de la tecnocracia de la época– titulándose de Doctor en Economía a inicios de la década de 1980.

Funcionario de las finanzas, alcanzó el punto culminante de su trayectoria durante el salinismo, sexenio en el cual ejerció como Secretario de Programación y Presupuesto (1988-1992), así como un efímero Secretario de Educación (1992-1993), dimitiendo para coordinar la campaña de Luis Donaldo Colosio, quien había sido designado como candidato presidencial del tricolor. Empero, ante el artero asesinato del personaje en cuestión, el doctor Zedillo fue ungido como candidato sustituto, ganando, a la postre, en los comicios que se realizaron el 21 de agosto, consiguiendo una importante victoria para un PRI que ya se encontraba el declive.

A este respecto, habría que apuntalar que, al ser presidenciable, el doctor Zedillo asumió una casaca que nunca había utilizado. Esto porque, durante casi toda su trayectoria profesional había sido un eficiente funcionario, pero nunca había resaltado por su pasión política. Aunque nominalmente estaba afiliado al tricolor, hasta antes de 1993 no había participado en la vida interna de su partido y quizás fue como un propulsor, pues, hasta la década de 1990, el PRI era el partidazo, así como el gran empleador para profesionistas con conexiones, así como para personas de la clase trabajadora que se encontraban en una circunstancia semejante, o bien, habían hecho trabajo de base para el instituto.

Debo decir, Zedillo hizo campaña –quizás la única en su vida– sin ser político. Pudo vencer sin problema debido a que la aceitada maquinaria tricolor de antaño hacía vencer a cualquiera, así fuese el sujeto más impopular o tuviese el carisma de una piedra. No obstante, como estaba más curtido en las lides de la tecnocracia que en la arena política, pudo ponderar la eficacia y la eficiencia del aparato gubernamental –que, de momentos, sí llegó a ser ese aludido elefante reumático–, en detrimento de amiguismos y lealtades que estaban tan arraigados.

Quizás fue por eso que tuvo la denominada sana distancia con el PRI, pues, aunque formalmente era miembro del tricolor, realmente nunca participó en la vida del mismo y muy probablemente era militante sólo porque tenía la credencial firmada por el jerarca en turno. Como puntos a favor de su gestión podemos decir que abrió la democratización nacional y supo leer las señales que ya auguraban un tremendo desgaste del sistema. Supo incorporar a la sociedad civil a la toma de decisiones, e hizo un lado a la autoridad competente como árbitro gubernamental. Aunque fue el primero de una serie de presidentes débiles, tuvo el aserto de liderar reformas que tuvieran una Corte independiente, así como un Congreso de la Unión dominada por la oposición; enmiendas que devinieron en lo que sería la primera transición democrática en la historia del México moderno (la segunda sería la de 2012, con Enrique Peña Nieto y el efímero retorno tricolor; mientras, la de 2018, sería la primera por la izquierda, de la mano de Andrés Manuel López Obrador).

Otro acierto que tuvo este gobierno fue la de modernizar las instituciones policiacas. Si bien, no se atrevió a desaparecer la impopular Policía Judicial Federal, sí estableció los cimientos de la otrora Policía Federal Preventiva (actual Guardia Nacional) que era una evolución de la antigua Federal de Caminos y acabaría absorbiendo las competencias de ésta, así como las de la PJF (en el sexenio siguiente).

Por otra parte, en la conformación del gabinete hubo claroscuros. Aunque tuvo funcionarios muy eficientes, como Julia Carabias o el Dr. Juan Ramón de la Fuente; hubo otros que no fueron acertados. Por ejemplo, aunque la intención de llevar a Antonio Lozano Gracia a la extinta PGR fue buena, el sujeto dio malos resultados y terminó siendo relevado por un abogado de alto nivel: Jorge Madrazo Cuéllar, quien había dirigido la CNDH a mediados de la década de 1990. Empero, la incorporación de Arsenio Farrell -dinosaurio del viejo régimen- como Secretario de la Contraloría, parecía una broma de mal gusto; como si la iglesia hubiese quedado en manos de Lutero, con el fin de cubrir todas las corrupciones sistémicas (pues Farrell era de la vieja guardia tricolor, mas no de la tecnocracia).

Finalmente, los claroscuros: el error de diciembre fue una mácula en su sexenio que duró un tiempo en sanar; aunque Zedillo, como buen economista, pudo dejar un crecimiento económico que sería impecable para la actualidad. Indudablemente, la aprobación del FOBAPROA terminó siendo impopular, pero a la postre devino en el IPAB (Instituto para la Protección del Ahorro Bancario) que puso candados para que, en el futuro, no se repitiera la misma circunstancia y los bancos mexicanos tuvieran una regulación más estricta, así como garantía de solvencia.

Pero considero que lo de Acteal (atribuido a la SEGOB de Emilio Chuayfett) fue un acto espantoso y canalla, mientras la cuestión de la guerrilla en Chiapas se abordó con bastantes contradicciones: por un lado, fortaleciendo con notables a la Comisión de Concordia y Pacificación; pero, por otra, multiplicando a los paramilitares que, a decir de algunas fuentes, tenían el aval del propio gobierno federal (máscara roja, chinchulines).

Para concluir, creo que uno de los actos más graves que cometió el gobierno del doctor Zedillo fue la venta de los ferrocarriles. Si, al hacerlo, pensó en darle solvencia a una empresa que se encontraba en quiebra, terminó haciéndolo de la peor manera, pues los trenes mexicanos entraron en declive en lugar de repuntar, dejando a muchas personas sin la posibilidad de tener un transporte económico y accesible a sus necesidades.

Y, como cereza en el pastel, las AFORES, que tantos reclamos han tenido desde finales del pasado sexenio, fueron una creatura del gobierno de Ernesto Zedillo para “darle solvencia al sistema de pensiones”. No obstante, el abordaje de esa temática daría para otras colaboraciones, debido a las implicaciones tan hondas que ha dejado, sobre todo en las nuevas generaciones de trabajadores.

En conclusión: pienso que el doctor Zedillo tuvo importantes aciertos; pero también errores notables que marcaron el devenir del México del Siglo XXI ¿héroe o villano? Se lo dejo de tarea. Para el escribiente fue un hombre de su tiempo, que actuó con base en su talante y su plan de acción. Para la reflexión. Al tiempo.

1 Comment

1 Comment

  1. luis alfonso infante

    mayo 2, 2025 at 4:30 pm

    increible que alguien todavia se crea la historia de que zedillo fue un bolerito.. recuerdo esa ridicula historia cuando anunciaron su ungimiento como candidato.. y bueno en esa epoca ya estaba de moda hacer de los politicos, los outsiders que traeran al fin el pogreso.. asi que zedillo proveniente de una familia humilde.. que vendia gelatinas tal vez..y que no era un hombre de partido.. como xochitl.. como meade.. como fox que vendia coca colas.. je je .. a mi ver , la historia del bolero de zedillo es simplemente ridicula, al igual que la xochitl vendiendo gelatinas o el fox conduciendo un camion con cocas… lo que habria que ver es como una familia supuestamente de clase baja es capaz de darle educacion de grado universitario.. curioso en verdad,, aunque ahora que se sabe que su mujer se dedicaba al narco.. pues ya se puede suponer a que se dedicaba realmente el papa de zedillo

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