Opinión

El medio (o el miedo) es el mensaje




junio 20, 2025

Publicar una opinión conlleva una responsabilidad. Y una cuestión que se visualiza en los últimos tiempos es la tendencia a atacar a la persona, en lugar de criticar su obra o su ejercicio gubernamental. A pesar de que soy un fiel creyente de la libertad de expresión, creo que la crítica debe hacerse desde la fundamentación y el análisis, y no desde la víscera

Por Hernán Ochoa Tovar

George Orwell solía decir que “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas”. Esto nos deja ver que el periodismo, en términos orwellianos, no conlleva dar un mero reporte del estado del tiempo; sino poseer una visión crítica ante la realidad que nos aqueja. Saco esto a colación porque, durante mucho tiempo, la clase política parece no haber comprendido este adagio y ha buscado tener corifeos que dimanen desde los centros de la información, donde el poder es repartido a través del mensaje.

Hago esta disquisición porque, en dos entidades de la república, un par de leyes regresivas se han aprobado, destacando los lamentables casos de Campeche y Puebla. Respecto al primero, un periodista retirado fue consignado –y llevado a prisión– por, presumiblemente, criticar a la gobernadora Layda Sansores. Mientras, que, en Puebla, el gobernante de dicha entidad, Alejandro Armenta, ha mandado al Congreso local una lesiva ley que pareciera de la autoría de Goebbels (ministro de propaganda del nazismo) pues se carga contra todas aquellas personas que osen hacer una crítica -así sea sutil- al desempeño de la clase política poblana.

Ambos ejemplos son terroríficos, pues ponen cortapisas a una libertad fundamental en el ejercicio de derechos ciudadanos: la de expresión. Sin embargo hay debates que también deberían de darse, pues, en el tiempo del relativismo digital, las granjas de bots y los ataques ad hominem se han vuelto moneda corriente en el discurrir de las redes sociales y todos aquellos artilugios cibernéticos.

Primeramente, diré que la libertad de expresión es un baluarte fundamental de la civilización moderna. Mientras los gobiernos autoritarios la persiguen y vuelven a la censura un instrumento de su actuar; los regímenes democráticos la protegen con celo. Tan es así que un país que puede ser considerado baluarte de la democracia, como lo es Francia, dicho adagio es increíblemente respetado. Tanto, que un diario controversial o hasta grosero como lo pudiera ser Charlie Hebdo, goza del aval de las autoridades francesas para continuar en circulación. En cambio, las dictaduras o los estados autoritarios, hacen de la censura un instrumento fundamental. A contramano del caso galo, sería casi imposible ver una crítica al comandante Castro en el Granma (órgano oficial del PCC); o una visión crítica en la alicaída prensa venezolana, la cual fue condenada a inanición, al parecer.

Sin embargo, en el caso nacional, las izquierdas siempre lucharon por un ejercicio contrastivo del poder mientras fueron oposición. Empero, ahora que son gobierno, han mostrado actitudes ambivalentes, pues, si bien, ha habido respeto a la libertad de pensamiento y no han dejado de escribirse columnas críticas (en mayor o menor magnitud) hacia la 4T, pareciera que hay un dejo de incomodidad de una parte de esta nueva clase política para con el periodismo disidente. Mientras Julio Scherer García era vanagloriado por las oposiciones, al ser un adalid contra el autoritarismo; algunos de sus pares contemporáneos no han corrido con la misma suerte. Para muestra Carmen Aristegui, quien, de ser una especie de heroína para las izquierdas, acabó siendo tildada de traidora por no abandonar su criticismo. La revista Proceso, crítica consuetudinaria del nacionalismo revolucionario en declive, hoy mantiene su talante, mientras se encuentra cada vez más distante de la órbita gubernamental (a pesar de haberle dado voz al movimiento de Andrés Manuel López Obrador cuando era opositor, paradójicamente).

Con base en lo anterior, considero que la doctora Claudia Sheinbaum ha tenido una posición de mayor apertura y tolerancia con la prensa respecto a su antecesor. Prueba de ello es que, a pesar de todo, periodistas de medios que discrepan con la narrativa oficialista, concurren a la Mañanera del Pueblo y no reciben respuestas apresuradas o sacadas de contexto (hecho que no ocurría tanto con las mañaneras de AMLO, en las cuales se cuidaban los accesos y se premiaba a los medios cercanos por sobre los críticos u opositores, aunque, en general primara la libertad de expresión). Empero, su buen ejemplo -pues, hasta ahora, se visualiza dicha libertad de opinión en la palestra pública- parece no reflejarse en algunas administraciones locales, y ciertos gobernantes se comportan más como virreyes o señores feudales, que como personajes que deben rendir cuentas a la ciudadanía del curso de sus gestiones.

La ciudadanía debe ejercer una actitud crítica y demandar el cumplimiento de responsabilidades. Querer que las personas busquen resignación hacia los actos malos o cuestionables, es una actitud insufrible y miserable, en opinión del escribiente. Y, bajo esta tesitura, el periodismo es una ventana para poder denuncias los excesos y las malas obras de quienes detentan el poder.

Aunque del caso campechano se percibe un hermetismo total, parece que el gobernador poblano puso sus barbas a remojar y, en lugar de promulgar una ley tan antipopular, prefirió hacer un parlamento abierto para discutirla con expertos. Aplaudo esta actitud; sólo espero que no sea un simulacro y un gatopardo para ganar tiempo y, cuando baje la marea, aprobarla por mayoriteo.

Similarmente, pienso que publicar una opinión conlleva una responsabilidad. Y una cuestión que se visualiza en los últimos tiempos es la tendencia a atacar a la persona, en lugar de criticar su obra o su ejercicio gubernamental. A pesar de que soy un fiel creyente de la libertad de expresión, creo que la crítica debe hacerse desde la fundamentación y el análisis, y no desde la víscera. Resulta lamentable que las redes sociales, que alguna vez fueron vistas como esas modernas ágoras de información, hoy promuevan la polarización y masifiquen los mensajes de odio. Creo que debemos pensar antes de emitir un juicio. La libertad es sagrada, pero debemos ejercerla con templanza, mesura y, sobre todo, respeto. Es mi humilde consideración; la dejo a su interpretación.

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