En México la “política” es un enorme “trochil”, donde habitan unos seres que han imitado con esmero las formas de vivir de los “marranos”. En el ir y venir del azar histórico, los “puercos” no tienen la culpa de parecerse demasiado a los “políticos”
Por Leonardo Meza Jara
I.- El asunto de los falsos amparos, que dolosamente fueron gestionados a nombre de Andrés Manuel y Gonzalo López Beltrán, demuestra que la política mexicana no ha dejado de ser una porquería. En México la “política” es un enorme “trochil”, donde habitan unos seres que han imitado con esmero las formas de vivir de los “marranos”. En el ir y venir del azar histórico, los “puercos” no tienen la culpa de parecerse demasiado a los “políticos”. Las porquerías de la política superan la realidad de los marranos, cuando tienen un toque surrealista que puede ser cómico o trágico.
La jugada política para afectar a dos hijos de AMLO es una porquería. Ellos no se ampararon. Sino que los amparos fueron gestionados sin su autorización («“Engaño”, supuestos amparos a favor de dos hijos de López Obrador: abogados», La Jornada, 18 de septiembre de 2025). Aquí cabe preguntarse: ¿En las formas de ensuciar el nombre de los hijos del expresidente con el asunto de los falsos amparos, se podía ser más marrano? No fue uno, sino tres los falsos amparos interpuestos (“Suman tres demandas de amparo promovidas en favor de los hijos de AMLO contra posible orden de aprehensión”, Animal Político, 17 de septiembre de 2025).
Los autores de los falsos amparos que buscaron perjudicar a los hermanos López Beltrán, se pasaron de marranos. En la era de la posverdad, el marranero de la política mexicana ha tomado una forma más hostil y oscura. No queda claro, si los falsos amparos fueron gestionados por personajes opositores a Morena y la 4T. O tal vez, son fuego amigo. Si los amparos fueron gestionados por la oposición, la porquería es obvia. Si son fuego amigo, la porquería se multiplica al cuadrado.
II.- Hay quienes comparan los acontecimientos de la política con un guion de telenovela. Otros comparan la política con una tragedia o una comedia (“Tragicomedia mexicana. Tomos 1, 2 y 3”, José Agustín, 1991, 1992 y 1998). Los personajes de la política han llegado a ser comparados con los animales de una granja (“La rebelión en la granja”, Orwell, 1945). La novela de Orwell que relata las luchas por el poder, es una animalización de la política. Esta novela es una anti-fábula, que representa a los(las) políticos(as) como animales que recurren a acciones corruptas, abusivas e irracionales en la lucha desenfrenada por el poder. La animalidad de la política en la modernidad es mucho más orwelliana que aristotélica.
En la historia de México, la animalidad de la política tiene sus propias formas de simbolización. Dos de los símbolos que representan la animalidad de la política mexicana, son las figuras del marrano y el trochil. El 1 de septiembre de 1996, el diputado perredista Marco Rascón irrumpió en el informe presidencial de Ernesto Zedillo con una máscara de cerdo. La solemnidad de un informe presidencial quedó rebasada por el performance de Rascón, quien convirtió a la Cámara de Diputados en un trochil que fue transmitido en televisión nacional. Entre los letreros que hizo visible el entonces diputado del PRD, no podía faltar un “Oink, Oink, Oink, Oink”, que fue colocado junto al discurso presidencial.
En una de las escenas de la película “La Ley de Herodes” (1999), el personaje del priista Juan Vargas es lanzado al trochil de los marranos. El guarura de Doña Lupe, sujeta por la fuerza al presidente de San Pedro de los Saguaros y lo arroja con los “cochis”. Enseguida, Doña Lupe obliga a Juan Vargas a “hacerle como puerco”. Con las manos y las rodillas apoyadas en el piso, Vargas comienza a emitir el sonido que sale de la boca de estos animales, imitándolos con maestría. En la película más lograda del cineasta Luis Estrada, las formas de hacer política heredadas del priismo, quedaron simbolizadas como la acción de un marrano en un trochil. La puercología de la política nacional puede quedar representada en un performance como el de Marco Rascón, una escena cinematográfica donde un personaje priista representa el papel de un cerdo o, la actuación de un(a) político(a) protegido por un manto de impunidad que le permite robar, mentir y traicionar.
III.- En términos simbólicos, los marranos destacan por tres cualidades:
A) Los cerdos viven gustosamente entre el excremento que se acumula en el piso. Estos animales conviven con su propia mierda, al grado de restregarse en ella y demostrar una felicidad envidiable. La felicidad de los cerdos tiene una forma escatológica, que colinda con la felicidad humana.
B) Los puercos son animales omnívoros que tienen un apetito insaciable. Aún sin hambre, estos animales son capaces de devorar cualquier cosa, comiendo de forma acelerada y ansiosa. El hambre y la capacidad de comer de los marranos, se muestra ilimitada.
C) Por su forma de comer, los chanchos engordan de forma desmedida. Comer y engordar, volver a comer y engordar más, seguir comiendo y engordando hasta que la manteca (grasa) supere el volumen y el peso de la carne (músculo).
Estas tres cualidades que caracterizan a los marranos, aplican perfectamente sobre la fauna de la política nacional. Los(las) políticos(as) mexicanos viven gustosos, entre los residuos fecales que se depositan en el trochil de la historia. No importa ser más marrano, lo que importa es estar más trompudo. Junto a lo anterior, el hambre de poder de los(las) políticos tiene una cualidad omnívora, que es insaciable. Finalmente, es común que los(las) políticos(as) engorden de poder o dinero. No es fácil esconder esta forma de la obesidad entre los(las) integrantes de la clase política.
Desde los tiempos del PRI, la política mexicana no ha dejado de ser un trochil cuyos límites se expanden de manera imprecisa. Los panistas, morenistas, petistas y verde-ecologistas son dignos herederos de la porquería política proveniente del priismo. En la taxonomía política de los marranos, hay clasificaciones variadas. Hay puercos verdes, que según la coyuntura electoral en turno, pueden tener la piel de color guinda, azul o tricolor. Hay cerdos pintos, que empezaron militando en el PRI o el PAN, y desde ahí pasaron a las filas de Morena. Hay chanchos oscuros, demasiado oscuros, que se esconden entre las sombras de una impunidad que es históricamente tenebrosa.
En México las formas de hacer política pueden ser conceptualizadas como el arte de la puercología. En las últimas semanas ha quedado a la vista la porquería del huachicol fiscal. Las pérdidas por el cobro no realizado del IEPS (Impuesto Especial sobre Productos y Servicios) se calculan en más de 700 mil millones de pesos. Junto a esta porquería, se acumula otra: la interposición de falsos amparos que buscan afectar a los hijos del expresidente. La política mexicana se caracteriza por ser un marranero, donde una porquería se acumula encima de otra indefinidamente. “Pa´ los puercos del jaral, los marranos de allá mismo…”





