La existencia del CDHPN es una forma de resistencia. Mantener una organización defensora de los derechos humanos en Ciudad Juárez implica enfrentar amenazas, hostigamientos y criminalización. Su permanencia demuestra la fuerza de un proyecto colectivo que se sostiene en la convicción ética de que la defensa de la vida y la dignidad no puede ceder frente al miedo
Por Salvador Salazar Gutiérrez
Ciudad Juárez ha sido, durante las últimas décadas, escenario de profundas violencias estructurales, donde confluyen dinámicas de crimen organizado, militarización, feminicidios, desapariciones forzadas y violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Frente a este panorama adverso, han surgido voces y espacios que, desde la sociedad civil, han acompañado a las víctimas y resistido a la impunidad. Uno de los más significativos es el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte (CDHPN), que este año cumple 24 años de existencia y trabajo ininterrumpido. Reconocer su trayectoria no solo es un acto de memoria, sino también un recordatorio del papel crucial que desempeñan las organizaciones de derechos humanos en territorios donde la violencia amenaza con volverse normalidad.
Desde su fundación en el año 2001, el CDHPN se ha consolidado como un referente en la defensa de derechos humanos en la región fronteriza. Su labor ha abarcado desde la documentación de casos de desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales, hasta elacompañamiento psicosocial y jurídico a víctimas y sus familiares. Una misión que no solo responde a las necesidades inmediatas de justicia, sino que busca contribuir a la construcción de procesos de verdad y memoria que permitan enfrentar la violencia desde una perspectiva transformadora.
La importancia del CDHPN radica, en primer lugar, en su papel como contrapoder frente al Estado. En un contexto donde muchas instituciones han sido incapaces —o incluso cómplices— en la reproducción de la violencia, el Centro se ha convertido en un actor clave para señalar violaciones, exigir rendición de cuentas y mantener viva la exigencia de justicia. A lo largo de sus 24 años, ha desafiado la lógica de silencio e impunidad que pesa sobre Ciudad Juárez, generando un espacio donde las víctimas no solo encuentran acompañamiento, sino también reconocimiento de su dignidad.
En segundo lugar, el CDHPN ha sido fundamental para articular procesos de memoria y resistencia comunitaria. La violencia en Juárez no solo deja cuerpos ausentes, sino también cicatrices sociales y culturales que tienden a fragmentar el tejido comunitario. Frente a ello, el Centro ha impulsado prácticas de acompañamiento que ponen en el centro la voz de los familiares, reconociéndolos como sujetos activos en la lucha por la justicia. Este enfoque ha permitido que la memoria de las víctimas no sea borrada por la narrativa oficial ni por el miedo, sino que se mantenga como una fuerza viva que interpela al presente, como es el caso del proyecto Memoria Viva a cargo de Ana Infante y gestionado por el Centro.
En tercer lugar, su labor cobra relevancia porque ha sabido tejer puentes entre lo local y lo internacional. La frontera norte de México es un espacio atravesado por múltiples dinámicas transnacionales, y el CDHPN ha logrado vincular los casos que documenta con instancias internacionales de derechos humanos, como la Comisión y la Corte Interamericana. Estos vínculos no solo refuerzan la presión hacia el Estado mexicano, sino que también amplifican las voces de las víctimas más allá de las fronteras, evitando que el dolor quede confinado al ámbito local.
Al celebrar 24 años de trabajo, es necesario reconocer que la existencia del CDHPN es, en sí misma, una forma de resistencia. Mantener una organización defensora de los derechos humanos en Ciudad Juárez, implica enfrentar amenazas, hostigamientos y criminalización. Su permanencia demuestra la fuerza de un proyecto colectivo que se sostiene en la convicción ética de que la defensa de la vida y la dignidad no puede ceder frente al miedo. Es también un recordatorio de que, pese a los contextos adversos, es posible construir trincheras de esperanza desde la sociedad civil.
Asimismo, el CDHPN encarna un compromiso pedagógico con la ciudad. Sus actividades de formación, talleres, publicaciones y espacios de diálogo han nutrido a nuevas generaciones en la comprensión de los derechos humanos, sembrando una conciencia crítica frente a la violencia y la impunidad. De este modo, no solo atiende los casos inmediatos, sino que contribuye a forjar una cultura de respeto y defensa de la dignidad en Juárez y más allá.
El aniversario número 24 del Centro invita a reflexionar sobre el valor de la memoria institucional. En un país donde la violencia suele borrar las huellas de quienes luchan, mantener viva la trayectoria del CDHPN significa reconocer la continuidad de una labor que ha salvado vidas, acompañado duelos y tejiendo caminos hacia la justicia. También significa reconocer que el trabajo no ha terminado: las desapariciones, la militarización y la violencia de género continúan siendo desafíos urgentes en nuestro país. La historia del Centro demuestra que la resistencia organizada, es capaz de generar fisuras, grietas, desgastar el muro de la impunidad.
En conclusión, el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte es mucho más que una institución jurídica o un espacio de acompañamiento. Estoy convencido que es un símbolo de dignidad en medio del horror, un recordatorio de que las víctimas no están solas y una prueba viva de que, aún en los escenarios más difíciles, es posible luchar por la justicia. Reconocer sus 24 años de trabajo es, al mismo tiempo, celebrar la fuerza de quienes han hecho posible su existencia y renovar el compromiso social de defender la vida, la memoria y los derechos humanos en Ciudad Juárez. Mi agradecimiento y reconocimiento a sus integrantes, se han vuelto indispensables.
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Salvador Salazar Gutiérrez es académico-investigador en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Integrante del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores nivel 2. Ha escrito varios libros en relación a jóvenes, violencias y frontera. Profesor invitado en universidades de Argentina, España y Brasil. En el 2017 fue perito especialista ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos para el caso Alvarado Espinoza y Otros vs México.





