La Verdad Académica

Luces y sombras: las desigualdades urbanas en Ciudad Juárez expuestas por la iluminación nocturna



domingo, octubre 26, 2025

A través de imágenes satelitales de la NASA y la NOAA, el doctor Vladimir Hernández Hernández, académico investigador de la UACJ, traza el mapa de la luz artificial en Ciudad Juárez y exhibe cómo la iluminación artificial nocturna refleja las desigualdades, el crecimiento urbano y los retos medioambientales

Por Miguel Silerio / Fotos: Favia Lucero / La Verdad Académica*

En Ciudad Juárez, la luz y la oscuridad también cuentan una historia; una que delinea la expansión urbana, las desigualdades sociales y la forma en que la ciudad se ha transformado con los años. Esa es la premisa que guía la investigación del doctor Vladimir Hernández Hernández, quien durante más de un año ha analizado los patrones de iluminación artificial nocturna para entender cómo la ciudad crece, se organiza y se fragmenta cuando cae la noche.

Hernández Hernández es geógrafo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, maestro en Desarrollo Regional y doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de la Frontera Norte. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y ganador del Premio Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación en 2015, actualmente coordina el Doctorado en Estudios Urbanos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ).

El estudio busca determinar en qué zonas ha aumentado la iluminación nocturna y qué implicaciones tiene esto en la vida urbana, la salud, el medioambiente y el acceso a derechos. La inquietud surgió cuando Hernández descubrió que no existían investigaciones académicas sobre la luz artificial nocturna en Ciudad Juárez.

El punto central de su investigación fue revelar los índices de iluminación artificial nocturna en Ciudad Juárez y las zonas donde se concentra. Para ello, empleó información generada durante una década —entre 2013 y 2023— por sistemas satelitales de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), utilizadas para el monitoreo ambiental.

En particular, Hernández trabajó con datos del sensor VIIRS (Visible Infrared Imaging Radiometer Suite), uno de los cinco sensores del satélite Suomi National Polar-Orbiting Partnership (Suomi-NPP), puesto en órbita por la NASA en 2011. Este instrumento tiene el objetivo de obtener información para el monitoreo ambiental y generar datos sobre los cambios climáticos y ambientales de la superficie terrestre, los océanos y la atmósfera.

El sensor VIIRS recopila observaciones satelitales globales que abarcan longitudes de onda visibles e infrarrojas sobre la Tierra, el océano y la atmósfera. Con esta información, la investigación de Vladimir Hernández identifica desigualdades socioespaciales en la región de Juárez y El Paso, considerando su asociación con distintos usos de suelo, como zonas industriales, comerciales, residenciales y mixtas. 

Para su estudio, Hernández utilizó como principal fuente de información el promedio de imágenes mensuales captadas por el sensor VIIRS. A partir de ello, determinó que existen contrastes significativos en los patrones de iluminación, dependiendo de la vocación de los sectores urbanos. Esta información también le ha permitido identificar el crecimiento de la ciudad a partir de las zonas que se han ido iluminando con el paso de los años.

Además, empleó fuentes provenientes de los censos de población del INEGI y cartografía del Marco Geoestadístico Nacional, que permiten observar el crecimiento demográfico de Juárez.

Sobreiluminados y a oscuras, los contrastes

Para el doctor Hernández, el principal hallazgo de su investigación se relaciona con los patrones de iluminación no homogéneos en la ciudad, ya que existen zonas sobreiluminadas y otras que han perdido iluminación con el tiempo. Por otra parte, dice, ha identificado la existencia de corredores luminosos —como el que va por el bulevar Independencia hasta el puente Ysleta-Zaragoza— vinculados directamente con la infraestructura industrial.

“El patrón indica que esos corredores industriales son más iluminados que otros usos de suelo en la ciudad. Otros usos que naturalmente tienen mucha iluminación son los centros mixtos, como el Centro, el Pronaf, lugares donde se combinan comercio, servicio y residencial”, explica.

Un ejemplo de estos usos de suelo mixtos, donde se presenta una mayor iluminación incluso que en zonas industriales, es el Centro Histórico de la ciudad, que, de acuerdo con el investigador, es el punto más iluminado de Ciudad Juárez.

La iluminación, explica, no es neutra, pues de cierta manera dicta cómo y dónde se mueven las personas a través de los distintos medios de transporte. “O sea, si no hay una zona iluminada, por ahí no va a haber un tránsito”, señala.

La iluminación nocturna artificial también incide en la percepción de seguridad, ya que su ausencia se considera una carencia de infraestructura, aunque no necesariamente está relacionada con la incidencia delictiva. De acuerdo con Hernández, las investigaciones en ese sentido muestran que la delincuencia está más vinculada con los usos de suelo comerciales, que presentan un mayor incentivo para delinquir que las zonas residenciales.

“No digo que no exista (esa relación), sino que no parece que sea tan directa, aunque en la percepción por supuesto que tiene un impacto social muy fuerte”, dice.

El doctor Hernández explica que la luz artificial nocturna puede analizarse desde la perspectiva de la contaminación lumínica, ya que tiene implicaciones tanto en los ecosistemas como en la salud humana: altera los patrones de sueño, provoca cansancio y dificulta el descanso del cuerpo.

Incluso el color de la iluminación influye, señala. Algunos espacios laborales emplean luces blancas para mantener a las personas despiertas y activas, mientras que en los lugares de descanso, como los hogares, se prefieren las luces cálidas o amarillas. El investigador agrega que la iluminación artificial también puede tener efectos positivos, como el aumento de la productividad en determinadas regiones o actividades.

En cuanto a la contaminación lumínica, Hernández la define como los efectos, a menudo adversos, del exceso de iluminación en ciertas zonas, que pueden provocar pérdida de hábitat, afectar a la fauna y la flora, e impactar la salud humana, especialmente en lo relacionado con los ciclos de sueño.

“Se han alterado los patrones. Dormimos menos, con menos calidad, y muchas veces es también resultado del exceso de iluminación. Hay un tipo de iluminación que se llama luz intrusa. No sé si ustedes tienen una luz en su ventana cuando están durmiendo. Esa luz no nos permite descansar”.

Hernández destaca que la noche representa la mitad de nuestros paisajes, pero el disfrute de la oscuridad se ha ido perdiendo en los entornos urbanos sobreiluminados, donde incluso la observación del cielo es cada vez menos posible.

“En parte, la vida urbana implica iluminación. Desde que inicia la urbanización, al muy poco tiempo empieza la iluminación artificial y esta se ha ido incrementando”.

Asimismo, apunta que hay ciudades, como esta, que mantienen ciclos continuos de tránsito, lo que implica que las calles permanecen iluminadas durante toda la noche.

Hacia una política pública de luz y oscuridad

Según Hernández, los resultados de su investigación —presentados en el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como en el Seminario Permanente de Estudios Urbanos de la UACJ y en el seminario La Ciudad Posible, del Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP)— pueden servir como insumo para el desarrollo de políticas públicas.

Por ejemplo, indica que ya existe la tecnología para gestionar la temperatura y los colores de la iluminación, a fin de definir en qué espacios se requiere mayor intensidad lumínica y en cuáles es necesario preservar la oscuridad.

“Al final, funciona como un diagnóstico que detecta cuáles son aquellas zonas que en este momento requieren una mayor atención a diferencia de las que tradicionalmente reciben la infraestructura. Entonces, en ese sentido, tiene los elementos para formular planes y acciones, tanto en el corto como en el largo plazo”, dice.

Para Hernández, el mensaje central de su investigación está vinculado con el acceso a derechos y la necesidad de acciones sociales que generen cambios.

“Yo creo que mi investigación o mis resultados están en esa parte: en generar insumos base para los equipos multidisciplinarios o las oficinas de planeación o los que tengan que ver con dotación de infraestructura”.

Por una parte, explica, el derecho a la infraestructura, como el alumbrado público, está relacionado con el derecho a la movilidad y con acciones de cuidado. Por otra, es necesario implementar medidas que reduzcan la iluminación en zonas sobreexpuestas, que no alteren los ciclos de sueño y que respeten el hábitat natural de la región.

En términos generales, la investigación constituye un diagnóstico cuyos resultados exponen la realidad lumínica de Juárez, narran su historia de urbanización durante una década y ponen de relieve la necesidad de ponderar el acceso a dos derechos: el de la iluminación, pero también el de la oscuridad.

***

*La Verdad Académica, una sección con contenido patrocinado de La Verdad Juárez que busca acercar el conocimiento académico a nuestra comunidad




1 Comment

1 Comment

  1. Alma Verónica Baca Herrera

    octubre 28, 2025 at 10:13 am

    Es abismal el contraste que se refleja entre la ciudad de Chihuahua y ciudad Juárez; básicamente, en su modernidad; y sobre todo, en la limpieza de sus áreas verde y calles, contra la lamentable imagen urbana de Ciudad Juárez en sus calles con tanta basura, sería ideal que fuera prioridad la limpieza de sus calles en el tránsito diario de sus habitantes, así como, obras de infraestructura subterránea, en
    lugar de obras de relumbron que nada lucen ante tanta basura. Es lamentable.

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