El calendario dice que 2020 termina el 31 de diciembre. Pero en la realidad ese año sigue, en la inacabable emergencia por la COVID-19 en todo el mundo, en el odio y sed de muerte de algunos en México, empeñados en recuperar privilegios a costa de la vida de millones. 2020 está lejos de terminar
Tw: @anajarnajar
Conozco un negocio que renta tanques de oxígeno medicinal. Entre julio y agosto, los meses más intensos en el contagio de la pandemia de COVID-19, se mantuvo como en días normales: pocos clientes, espaciadas sus visitas a lo largo de la jornada.
Ya no es así. A la puerta de la pequeña empresa hay ahora una larga fila de personas a la espera de arrendar un recipiente. Otras llegan en autos, algunos de lujo.
Se estacionan como pueden y sacan presurosos los tanques para que sean rellenados.
A todos, entre el cubrebocas y la careta plástica, se les nota la angustia. Para muchos, los tanques de oxígeno se han convertido en un tesoro, la diferencia entre vida y muerte.
La escena ocurre el 30 de diciembre. Según el calendario faltan unas horas para que termine 2020. Pero la realidad dice que no.
Por estos días una parte del país vive un rebrote en los contagios del virus SARS-CoV-2.
Un nuevo pico en la pandemia, reconocen las autoridades, que se agrava con la época en que enfermedades como la influenza, y el virus AH1N1 hacen de las suyas.
Es un extraño déjà vu donde el tiempo, siempre en movimiento, parece estático. Las imágenes de hace meses se repiten. Las advertencias de mayo y junio se renuevan.
Los hospitales al borde de la saturación, las noticias cada vez más cercanas de amigos, familiares o, conocidos que han sido contagiados, muertos a consecuencia de la COVID-19
Es 30 de diciembre pero parece julio, agosto en México. Febrero, marzo para Europa, antes para China.
Faltan unas horas para cerrar el calendario pero no parece cierto. En marzo algunos periodistas festejaron la supuesta muerte del primer mexicano contagiado por el nuevo coronavirus.
La noticia fue falsa. Como hubo muchas en otros momentos y en distintos países.
Ahora en México, en este diciembre, la mayoría de los medios celebran la nueva oleada de contagios en la pandemia. Festejan que la tasa de mortalidad se mueve al alza.
Algunos intelectuales, académicos, actores, actrices, escritoras, empresarios, gobernadores, diputados, sacerdotes o periodistas están felices porque la covid-19 sigue en la cosecha de víctimas.
Aplauden cada movimiento al alza de las gráficas de contagios y fallecimientos. Cada muerte es, para esos personajes, un punto más en su apuesta por la tragedia, la esperanza de volver a los tiempos del privilegio.
Al país que creen propio, el terreno que piensan suyo para caminar. Aunque la tierra que pisen se nutra de muerte. No importa. Es su espacio. Su derecho. Al dinero a costas de millones. A la salud a pesar de la muerte que provoquen.
A ellos no les importa. Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa es un ejemplo. Casi un estandarte para los promotores del odio. Los exsecretarios de salud son otro.
Los gobernadores de la Alianza Federalista son muestra de mezquindad política. Los empresarios enojados porque deben pagar impuestos son otra.
Los periodistas/payaso o los payasoperiodistas son uno más. La académica del ITAM, las defenestradas fundadoras de ONG supuestamente contra la violencia, los decepcionantes pensadores -valiosos en sus ideas e historia intelectual- consumidos por el odio, se suman a la lista.
Es 30 de diciembre pero parece cualquier día en que México estaba, completo, en semáforo rojo.
Varias veces hubo llamados a una tregua política, a posponer el debate y pleitos electoreros a momentos en que México estuviera sano.
No, fue la respuesta. En los meses siguientes la campaña de odio se concentró en construir un falso escenario de ingobernabilidad.
De fincar una supuesta opinión pública para justificar la idea de un cambio abrupto de gobierno. Para conseguirlo sólo era necesario seguir el librito:
Aprovecha la tragedia. Magnifica las equivocaciones del gobierno. Cierra empresas, aunque no sea necesario. Despide a miles de trabajadores. Reduce la producción. Bloquea el trabajo legislativo.
Promueve la violencia. Activa tus contactos con la delincuencia organizada. Que se multipliquen los homicidios.
Manipula noticias. Utiliza voceros para sembrar la idea del caos. Cosecha. Eso dice el manual de la desestabilización política.
Es 30 de diciembre y la escena no termina. No cae el telón. Porque la inercia de 2020 va a seguir. No hay señal alguna de que, como en otros momentos, habrá un borrón y cuenta nueva.
La mezcla de emociones de estos complejos 12 meses no se va. La incertidumbre, tristeza, desolación y al mismo tiempo fuerza y esperanza se quedan en el mundo.
Y también en México, donde se suma la rémora del odio, el clasismo, la mezquindad política de los derrotados el 1 de julio de 2018. Los que perdieron el privilegio de mandar.
En muchas partes del mundo hay esfuerzos sinceros por salir adelante, superar la peor crisis sanitaria en dos siglos. La solidaridad es el emblema del planeta.
En México hay millones empeñados en salir adelante, superar la emergencia de salud que se ha cebado en los yerros de alimentación y comorbilidades.
El respaldo mutuo, solidaridad y entendimiento, son el cemento de este puente a la esperanza.
Abajo, muy en el fondo, sigue agazapados los esperanzados del caos. Los que anhelan derrocar un movimiento político que los desnudó y arrancó privilegios.
Van a hacer mucho ruido en los meses que siguen. Aprovecharán cada uno de los momentos para sembrar la idea del caos.
Como lo hicieron y hacen en los momentos más duros de este año complicado.
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Alberto Nájar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
Es claro. Este 2020 no termina el 31 de diciembre.