La versión de que Héctor Luis Palma Salazar, El Güero, sería liberado de la prisión fue tema popular en Twitter. La anécdota sirve para recordar a uno de los narcotraficantes mexicanos más viejos y también, uno de los que más mala suerte tuvo en su vida
Alberto Najar / @anajarnajar
Confieso que sentí lástima.
El video mostraba a un hombre de pelo rubio con una camisola blanca, como las que usan los pacientes de cualquier hospital.
Está sentado, incómodo. Lo delatan sus brazos que se mueven lento, la parte baja del cuerpo que pretende acomodarse en una silla de madera.
Por segundos a la imagen se cuela un catéter anclado a las venas de la muñeca izquierda, y luego el delgado tubo plástico que alimenta con suero al portador.
Pero lo que llama mi atención es el gesto de dolor del personaje. Abre la boca, jala aire, parpadea, baja el rostro y lo regresa, con desesperación.
Está adolorido. Muy. Es la secuencia común de un enfermo que sufre, que lucha por evitar la humillación de las cámaras.
Batalla perdida, porque el retratado es Héctor Luis Palma Salazar, El Güero, en ese entonces, 23 de junio de 1995, uno de los narcotraficantes más buscados por los gobiernos de México y Estados Unidos.
Era el jefe de una banda, junto con su compadre Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Su grupo formaba parte de una alianza con otros capos dentro de una organización que después se conocería como Cartel de Sinaloa.
El video cuenta el momento de su presentación ante periodistas en una oficina de la Procuraduría de Justicia de Jalisco.
Un par de días antes el capo sufrió un accidente cuando la avioneta en que viajaba se desplomó en la zona montañosa de Nayarit.
Fue rescatado por compañeros de su banda que lo llevaron a un hospital, pero antes de que se recuperase por completo fue detenido por el Ejército.
Desde entonces el capo ha pasado más de 26 años en prisiones de México y Estados Unidos. Una historia que se recuerda en estos días cuando se difundió la versión de que sería liberado por orden de un juez.
El tema fue incluso uno de los más vistos y repetidos en redes sociales como Twitter.
No fue así. Héctor Luis Palma sigue en su celda, a la espera de que se resuelva una escaramuza burocrática para determinar si debe o no abandonar la prisión.
En todo caso la historia es un reflejo de la vida de El Güero, a quien se le consideró uno de los narcotraficantes mas violentos en los años 80 y la mitad de los 90.
Es originario de La Noria de Abajo, una comunidad pobre de Mocorito, Sinaloa.
De familia humilde, El Güero sólo terminó la primaria. Cuando era adolescente se dedicaba a robar autos, y pronto llamó la atención de Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino o El Jefe de Jefes.
En ese tiempo el personaje era uno de los mayores traficantes de droga del país, creador de una extensa red que conectaba los centros de producción en Colombia con Estados Unidos.
El Jefe de Jefes fue uno de los primeros en enviar cocaína a gran escala a los consumidores estadounidenses, aunque su mayor negocio era, como en otros casos, la exportación de marihuana.
Félix Gallardo contrató a El Güero como sicario. Hábil con las armas y, sobre todo, extremadamente cruel, progresó rápido en la organización.
Pero cometió el error de robar una carga de droga a su jefe. Eso desató uno de los episodios más conocidos en la historia del capo, y que fue el primero de una serie de episodios desafortunados – o de mala suerte- en su biografía.
Para vengar el robo, El Padrino contrató a un apuesto venezolano, conocido como Rafael Clavel Moreno, para que sedujera a la esposa de Palma Salazar.
Lo hizo, e inclusive se llevó a los dos hijos de la pareja a Venezuela. Una vez allí asesinó a la mujer y envió su cabeza a El Güero.
También, según la leyenda, arrojó desde un puente a los dos menores. Hasta hace unos años el sitio era, por cierto, una especie de pasaje en recorridos turísticos.
En venganza Palma Salazar ordenó el asesinato de seis familiares de El Jefe de Jefes, entre ellos a su suegra.
La guerra entre los personajes terminó en abril de 1989, cuando Félix Gallardo fue detenido. Meses después su compadre Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, salió unos días del Reclusorio Sur donde se encontraba para repartir el imperio que había construido El Padrino.
A Palma Salazar le tocó el control del tráfico en San Luis Río Colorado, Sonora, y a su compadre Guzmán Loera la ciudad de Tecate, Baja California.
Los hermanos Arellano Félix se quedaron con Tijuana, después que su concesionario original, el doctor Javier Caro Payán quien fue detenido en Estados Unidos.
El Güero y El Chapo quisieron arrebatarles el control de la ciudad fronteriza, y empezó una larga guerra que terminó hasta 2009, con la virtual extinción del Cartel de Tijuana.
Pero en esa batalla Palma Salazar llevó las de perder. Desde 1995 fue encarcelado en la prisión de Puente Grande, Jalisco, donde compartió espacio, fiestas, comilonas y privilegios con su mejor amigo.
El Chapo se fugó del penal en 2001 pero se le olvidó llevarse al compadre.
El Güero se quedó encerrado y tiempo después fue extraditado a Estados Unidos.
En ese país cumplió su condena y en junio de 2016 fue deportado a México. Apenas al pisar el suelo de Matamoros, Tamaulipas fue detenido y enviado a la prisión de alta seguridad de El Altiplano.
Allí permanece. Esta semana se publicó la versión de que sería liberado, e incluso se afirmó que sólo faltaba una firma para autorizar su salida de la cárcel.
No fue así. La Secretaría de Seguridad desmintió la versión, aunque algunos afirman que fue una decisión de última hora.
En todo caso parece repetirse el destino de Héctor Luis Palma Salazar. Otra vez, mala suerte.