Ahora que vienen elecciones intermedias en México, ¿dónde depositar los esfuerzos políticos? Una posible respuesta es continuar exigiendo derechos ganados y señalando cuando hay violaciones, mientras se buscan otros tipos de organización política, con la desobediencia civil como ingrediente que podría posibilitar una oposición
Celia Guerrero / Twitter: celiawarrior
Dicen que los derechos que hoy tenemos las mujeres no nos los concedieron, sino que fueron arrebatados por otras que nos precedieron, y dicen bien. Mis tías abuelas y mi abuela paterna aún cuentan emocionadas sus recuerdos sobre la primera vez que votaron. Estamos hablando de que en México las mujeres hemos tenido el derecho al voto y a la elección popular solo durante las últimas dos o tres generaciones. Pensar nuestra ciudadanía en estos términos es un golpe de realidad.
[Un dato para reflexionar: antes de las reformas constitucionales de 1953 que formalizaron el voto femenino a nivel federal; en San Luis Potosí, en 1923 el voto de las mujeres fue validado para elecciones municipales. Pero, luego, con el conflicto armado derivado de la oposición a la Ley Calles —mejor conocido como Guerra Cristera—, volvió a invalidarse por el temor del gobierno federal a que no le favoreciera.]
Rosalía Romero Pérez, doctora en filosofía, identifica el Sufragismo como el movimiento social de desobediencia civil por excelencia: “consiguió que la mitad de la población excluida accediera al espacio de lo político” mediante “prácticas abiertamente públicas” de “disentimiento básico”, escribe en Desobediencia civil, feminismo y cuerpo.
Ahora que se aproximan las elecciones intermedias en México y al movimiento actual de mujeres se les adjudica una supuesta oposición al poder oficialista, no dejo de preguntarme bajo qué fundamentos esta conjetura puede resultar verdad y lo que significaría, ¿qué planteamientos o acciones nacerían de una oposición de las mujeres al gobierno actual?
Si bien es evidente la negación del presidente a la atención de los problemas de las mujeres, también están los arribistas que intentan usar las “causas feministas” para su conveniencia. En ese tablero nos quieren vender que las mujeres solo tenemos de a dos: o votamos para castigar al presunto partido de la presunta transformación que postula al presunto violador como candidato, y atendemos a la recomendación de votar por quienes desde sus campañas apoyen propuestas en beneficio de las mujeres; o nos inclinamos por los “compañeros de lucha” y las “feministas obradoristas” que dicen ser diferentes. No quieren que haya imaginación para más.
Pienso en las palabras de las mujeres zapatistas en la inauguración del segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan: “Dicen que hay equidad de género porque en los malos gobiernos hay igual de hombres y mujeres mandones y mandonas. Pero nos siguen asesinando […] Dicen que ahora las mujeres tienen más voz. Pero nos siguen asesinando […] Dicen que la mujer ya está en más espacios. Pero nos siguen asesinando”, y sé que nos es urgente imaginar más.
Pero también soy consciente de que lo más lejos que se ha llegado hasta el momento es a pedir a un jefe de Estado romper el pacto patriarcal [LOL]. [Va lectura teórica recomendada para no desviarme de la reflexión: El contrato sexual, de Carole Pateman].
El asunto es ¿dónde depositar los esfuerzos políticos, en la eterna apelación al funcionamiento de un sistema a todas luces deficiente pero que ha costado mucho a muchas, o a la construcción de alternativas para posibilitar la vida aquí y ahora?
Una posible respuesta es aceptar el reto de continuar exigiendo derechos ganados y señalando cuando hay violaciones, mientras se buscan otros tipos de organización política, con la desobediencia civil como ingrediente que podría posibilitar una oposición. Pensemos en las redes de acompañantes de aborto a la par de las tomas pacíficas de congresos para empujar la despenalización y acciones directas que revelan el aparato violento y de control: exigencia, desobediencia y organización, todo al mismo tiempo.