A partir del desastre prevenible en la Línea 12 hay una discusión creciente alrededor de lo que se entiende o no como la periferia y existen varios factores de desigualdad en el análisis de los porqués de la tragedia
Celia Guerrero / Twitter: @celiawarrior
Ciudad de México- El desastre prevenible en la línea 12 del metro de la Ciudad de México ha desatado una discusión importante alrededor del concepto de la periferia. Las dimensiones de esta nueva tragedia son varias y complejas. Algunas son cuestiones que los grupos de mujeres organizadas y feministas de la periferia vienen señalando hace tiempo: las desigualdades detrás de una dinámica urbana centralista y patriarcal desatan gran parte de las múltiples violencias institucionales y sociales contra y entre quienes habitan a los márgenes.
¿A qué edad una niña se da cuenta del territorio que habita? Algo intuyo cuando recuerdo que aún era una niña pero ya sabía que en las combis de cierta ruta, de camino a la escuela, para que los hombres no me vieran las piernas, debía cubrirlas con mi mochila o un suéter. Aprendí —aunque casi siento que nací sabiéndolo— a nunca subir en el asiento del copiloto en un taxi, a no caminar por ciertas calles. Hago memoria y caigo en cuenta de que en la escuela era de las que casi siempre llegaban tarde porque el traslado desde el punto de la ciudad en donde vivía a cualquier lugar era/es problemático y el tiempo impredecible. Supongo que un día descubrí que había compañeras del colegio que no tenían que bañarse a jicarazos de vez en cuando porque donde ellas vivían no habían recortes de agua.
Y, entonces, o tiempo después, no sé cuándo, comencé a discernir, quizá hasta aspirar a vivir en un lugar diferente. Solo eso, diferente. Mi yo niña, sin conocer o complejizar en términos, pero consciente del lugar donde habitaba y donde no, podía ver sus particularidades.
Tengo unos 10 años viviendo fuera de donde crecí y hasta ahora sigo cuestionándome por qué me fui casi huyendo y, más enigmático aún, por qué siempre regreso. Hay ciertas anclas, como la familia, pero estoy hablando de una fuerza casi gravitacional que ha colocado mi interés profesional-personal en las dinámicas de ese espacio geográfico que ahora llaman periferia [pueden echarle un ojo a unas varias Igualadas pasadas que hablan del tema].
Fueron las morras —como dicen— quienes de formas sutiles y no tan sutiles me empujaron a hacerme esas preguntas. ¿Por qué te interesa cubrir las marchas en la periferia cuando puedes y te sería más redituable hacerlo en el centro?, me cuestionaron recientemente en Tláhuac durante el #8M. Me hubiera gustado darles una respuesta lejos del lugar común, pero preferí ser sincera: soy ordinaria; me llama porque creo tener un lugar, una pertenencia, ahí y ser menos —aunque no totalmente menos— una intrusa que en otros espacios.
También han sido las morras de ahora, y las mujeres organizadas de ayer, quienes han puesto foco a los problemas de quienes como ellas habitan las periferias. No solo han demostrado su capacidad de resistencia, han revalorado y resignificado la pertenencia a estos territorios. Aunque ahora surjan quienes crean que la división centro-periferia es absurda y existan críticas interesantes a la necedad de sostener dicotomías, hay un componente identitario muy poderoso que no hay porqué desestimar.
Todo lo anterior viene al caso porque a partir del desastre prevenible en la línea 12 del metro de Ciudad de México hay una discusión creciente alrededor de lo que se entiende o no como la periferia y existen varios factores de desigualdad en el análisis de los porqués de la tragedia.
Uno de los argumentos que más se repiten es el que resalta que se trata de un caso de negligencia de Estado en contra una población que resulta ser de clase trabajadora, habitante de la zona en la que a falta de un transporte público seguro, digno, útil, la movilidad es una más de las precariedades cotidianas. Hasta hay quienes han atinado a señalar el no accidente como la máxima expresión de la necropolítica [sobre este tema prepararé una Igualada, pero acá un video a manera de intro al término].
¿Y saben —de nuevo— quiénes vienen haciendo estos señalamientos que entrecruzan la violencia económica, la negligencia e impunidad institucional, el ataque permanente al territorio-cuerpo, la falta de acceso a una movilidad digna, a trabajos no precarizados, la desciudadanización y los gobiernos como gestores de la población a través de la masacre generalizada, en diversos contextos de tiempo atrás? Una pista: las [ajá, ajá] mujeres… [ajaaá] organizadas… [cerca, cerca] y feministas… [siiií] de la periferia [;)].