No existe la ‘Caravana Madre’ que advirtió Olga Sánchez Cordero. Pero las Caravanas de exiliados seguirán formándose porque aparentemente para hacer frente a las detenciones arbitrarias o a los secuestros y desapariciones hay que ir en compañía de miles más.
Sandra Odeth Gerardo Pérez*
La Paz, Honduras – El 27 de marzo, justo después de reunirse con Kirstjen Nielsen –entonces secretaria de Seguridad de Estados Unidos- Olga Sánchez Cordero “alertó” sobre la formación de la “Caravana Madre”, una que agruparía a 20 mil personas, una que “desbordaría” más la frontera sur y que “colapsaría” la frontera norte. La noticia fue rápidamente replicada por medios en México y en Honduras. El tinte alarmista que dio la declaración misma de Sánchez Cordero alimentó la desinformación y la xenofobia tan arraigada en nuestro país, pero también encendió las alertas entre las y los familiares de desaparecidos y ejecutados en la ruta migratoria y en las organizaciones de defensa de derechos de los migrantes: ¿a qué intereses responde la política migratoria mexicana?, y sobre todo, ¿qué consecuencias tendrá sobre la vida y dignidad de quienes optan por la migración como una estrategia de supervivencia?
La respuesta llegó pronto, casi al mismo tiempo que las preguntas. A la par del rumor de la “Caravana Madre”, Sánchez Cordero anunciaba el “Plan de Contención” que implicará el despliegue policiaco en el Istmo de Tehuantepec y la suspensión de emisión masiva de visas humanitarias (La Jornada, 28 de marzo de 2019). Apenas unos días antes, el 23 de marzo, el Instituto Nacional de Migración en Tapachula suspendía labores justificado en una reestructuración del mismo, proceso que dejó varados a más de mil 500 migrantes –centroamericanos y caribeños– que eventualmente decidieron seguir su camino en caravana teniendo que sortear cada vez más vigilancia y detenciones en el camino. El 31 de marzo, las autoridades migratorias mexicanas confirmaron la estrategia de contención de las migraciones incluso más allá de sus propias fronteras al declarar que a partir de la segunda quincena de mayo, México emitirá las visas humanitarias en El Salvador, Guatemala y Honduras. La secretaria de Gobernación debería saber a estas alturas, del terror burocrático que se vive en los consulados de estos países, en donde ni siquiera las y los familiares de migrantes desaparecidos han podido acceder a una visa humanitaria para buscar a sus seres queridos.
Todos estos procesos y declaraciones invitan a leer el rumor de la Caravana Madre como parte de una estrategia de reordenamiento de la vigilancia y control migratorio que tantas vidas ha cobrado ya. Para las familias de personas migrantes violentadas en su paso por México, cada reforma en materia migratoria en los últimos 20 años –edad del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Progreso- se ha traducido en dolor para ellas y ellos, y es que la otra cara de la regulación migratoria es la criminalización de quien migra y la violación del derecho humano a migrar.
No, no hay tal cosa como la “Caravana Madre”. Existe la Caravana de Madres, que este año recorrerá por decimoquinta vez territorio mexicano buscando a sus hijas e hijos desaparecidos, pero eso que Sánchez Cordero dijo, no.
Existe el éxodo, como llaman a las caravanas las y los miembros del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Progreso (Cofamipro) y del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Centro de Honduras (Cofamicenh). Existe y seguirá existiendo esta forma multitudinaria de salir de los países centroamericanos y caribeños porque las condiciones que expulsan a estas personas sólo parecen recrudecerse, y aunque desde Honduras se haya reclamado a Sánchez Cordero por las declaraciones, el gobierno de Juan Orlando Hernández no parece tener intensiones de generar condiciones de vida digna. Las Caravanas de exiliados siguen y seguirán formándose (aunque quizá no en la magnitud que dijo Sánchez Cordero) porque las movilizaciones del año pasado demostraron las potencias de moverse en grupos, y es que aparentemente para hacer frente a las detenciones arbitrarias o a los secuestros y desapariciones hay que ir acompañado (a) de miles más.
No, no hay tal cosa como la “Caravana Madre”, aunque no sería tan malo que se formara, porque quizá 20 mil personas marchando en grupo sí podrían llamar la atención sobre la situación límite que se vive en Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Ojalá existiera y consiguiera avanzar junta pese a los varios controles policiacos y burocráticos implementados a lo largo del territorio nacional, para ver si quizá así la tasa de secuestro, desaparición y asesinato de migrantes se reduce a cero, porque aparentemente entre 50 y 100 vidas son fáciles de manipular por los grupos armados, y cientos son pan comido para las detenciones arbitrarias del INM.
Queda por preguntarnos, ¿por qué se difundió con alarma que se acercan 20 mil migrantes centroamericanos y existe un silencio atroz frente a los 30 o 70 mil desaparecidos en la ruta migratoria? Y sobre todo, urge pensar qué es lo que nos pasó para que nos alarme el andar de 20 mil personas vivas ahí donde pasamos por alto las verdaderas cifras del terror: 72 asesinados en San Fernando o 49 torsos en Cadereyta o 193 restos en las fosas de Tamaulipas y los iles de migrantes desaparecidos (as). ¿De dónde nace ese miedo irracional a esos 20 mil, es el número en sí mismo, que no representaría ni el .01% frente a la población total de México, o asusta la necia voluntad de vivir que hay detrás de cada cifra?
*La autora es doctorante en CIESAS y estudiante asociada al Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense.