Este 27 de noviembre fue el día en que la izquierda se graduó como una fuerza organizada y consolidada. Quien quiera cerrar los ojos lo hará bajo su propio riesgo
Por Alejandro Páez Varela
Lo que vimos ayer en México cambiará muchas cosas. Quien no escuchó al lópezobradorismo rugir, se tapa los oídos. Quien diga que se trató de una “marcha de acarreados” se niega a ver. Nadie, ni los opositores, deberían menospreciarlo. No les conviene menospreciarlo. Entender que presenciamos uno de los momentos más impactantes para la izquierda mexicana en toda su historia les puede servir para medirse, con honestidad, de cara a los compromisos electorales que se vienen. El apoyo a López Obrador, en su cuarto año, sigue siendo muy robusto en las calles aunque sea ampliamente rechazado por las élites y esto último no es una sorpresa en su historia personal.
No debe ser fácil, para cualquiera que rechace a la 4T, saber que se consolidó un movimiento. Porque ganar una elección presidencial no se traduce, necesariamente, en apoyo. Los ejemplos sobran. Enrique Peña Nieto asumió arriba y muy pronto cayó a los niveles más bajos de un mandatario mexicano desde que se tienen registros. Y Vicente Fox y Felipe Calderón se fueron deslavando. Tan es así que todos los promedios que incluyen casas encuestadoras que históricamente “se han equivocado” con López Obrador, como GEA o Mitofsky, indican que el apoyo al actual Presidente se mantiene muy alto en el cuarto año de su mandato.
No debe ser fácil para muchos ver lo que se vio ayer. Sobre todo para los que sienten que la convocatoria es suya y de nadie más; para los que, después de la marcha “en defensa del INE” (que fue mayoritariamente de opositores de AMLO), pensaban que había llegado el fin del lópezobradorismo. Sobre todo para los que estaban acostumbrados a tener la última palabra en este país de “indios patas rajadas”, como suele mencionarse a los de a pie con menosprecio, y creían que el boom de la izquierda era pasajero. Y ayer se demostró que no es así.
No debe ser fácil la movilización de ayer para los que pensaban que su regreso al poder era inminente. Y no, su regreso no es inminente. Así lo pensaban hace 15 días, pero esa distorsión es producto de una adicción al poder. Lo disfrutaron por tanto tiempo que estar sin él les genera síndrome de abstinencia. Ya se curarán. Algunos dicen que un poco menos poder y privilegios por otro periodo prolongado les ayudará a superarlo.
La movilización de ayer, que superó la idea de una simple marcha, tendrá que ser digerida como la consolidación de un movimiento popular relativamente joven que no será fácil expulsar del poder, como se pensaba hace apenas unos días.
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Siempre debo advertirle a la izquierda –y esta reflexión no es con el ánimo de ser aguafiestas– que disfrute, pero que no se duerma. Hoy es día de celebrar, pero como somos una democracia, después de tantos triunfos vendrán la evaluación de los votantes. Desde 2018 hasta este domingo, Morena realmente no ha defendido sus avances porque ha ganado en terreno inédito. Ya le tocará defender sus posiciones y ser evaluado por los gobernados.
Dicho de otra manera: en 2024, los ciudadanos evaluarán por primera vez si les fue bien o mal con ciertos gobernantes y si deciden premiarlos o castigarlos. Y se debe aceptar, en Morena, que no todos son buenos en el ejercicio de Gobierno. Y cualquier ciudadano debe aceptar que perder es parte de una competencia democrática y que una sacudida no es siempre una mala idea. ¿Habrá castigos después de 2024? Está por verse. Está lejos de perderse la Presidencia, pero más adelante puede haber retrocesos, y será natural que así sea porque Morena pondrá en juego posiciones ganadas por primera vez después de 2018.
La izquierda tendrá que estar preparada para ganar y para perder; aprender rápido y sobreponerse si el voto popular aplica un castigo.
Lo mejor es disfrutar con un ojo cerrado y el otro bien abierto. Lo que vimos este domingo habla de un músculo robusto y organizado de izquierda, pero hay que recordar que todos los movimientos sociales y políticos se cuartean cuando no se le cumple a la gente. Y cuidado con eso. Alcaldes, gobernadores, legisladores, servidores públicos: cuidado con fallarle a los de abajo. Cuidado, porque la izquierda ha batallado mucho para generar un músculo que le sirva de contrapeso a la derecha. Cuidado, porque malos gobernantes generan desinterés y desinflan la fiesta.
Lo de ayer sirve para que la izquierda tome un nuevo impulso, pero ese impulso debe estar alimentado por hechos de Gobierno. No todo es marchar y darse abrazos. Hay que ofrecer resultados en temas muy puntuales como la corrupción, la pobreza, la desigualdad o la inseguridad. El mismo Presidente López Obrador ha advertido que este movimiento es resultado de una lucha histórica, y que debe cuidarse. Y la mejor manera de cuidarlo es cumpliéndole a la gente. Por el bien de todos –diría–, primero cumplirle a los pobres.
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Después de este domingo se vienen momentos importantes para el lópezobradorismo. Primero, creo, la inminente salida de Ricardo Monreal. Si no se va por su pie, recibirá presión para que se vaya. Ayer, en la movilización, entre los gritos de la fiesta había algunos que lo referían a él de la peor manera: “¡Fuera el traidor, fuera Monreal”, gritaban. Él lo sabe. Este mismo fin de semana se confirmó que negocia con la oposición. Pero ya no lo esperarán mucho en Morena, siento. La presión adentro es muy fuerte a estas alturas.
Luego vendrán dos pruebas de medalla de oro: las elecciones en Edomex y las de Coahuila. Y después, casi de inmediato, la selección de la candidata o el candidato presidencial, que se calcula para agosto de 2023 y que debe salir pulcra, sin desaseo y con muestras de unidad inquebrantable. Y casi de manera inmediata, en septiembre, el Presidente entrará en su último año de Gobierno. Y cada uno de estos momentos serán recordados y definirán el horizonte.
Lo que vimos este domingo en la capital mexicana cambiará muchas cosas. El lópezobradorismo ha rugido como un movimiento poderoso y quien no lo escuchó es porque, deliberadamente, se tapa los oídos. Nadie deberían menospreciarlo. Nadie debería reducir a los que asistieron como “acarreados”. Es menospreciarlos. El apoyo a López Obrador sigue siendo muy robusto en las calles, aunque sea ampliamente rechazado por las élites.
Ayer fue el día en que la izquierda se graduó como una fuerza organizada y consolidada. Quien quiera cerrar los ojos lo hará bajo su propio riesgo. El lópezobradorismo se ha ganado un lugar en la República y ha demostrado que no es flor de un día, sino una fuerza que se alimenta en las masas; que todavía puede crecer si le cumple a esas mayorías y si cuida su propia salud en la selección de mujeres y hombres que abandonen ambiciones personales para servirle a los de abajo.
Ese hombre vigorizado por los baños de masas es un motor de la izquierda. Pero le quedan menos de dos años y en ese periodo se concentrará en cumplir lo prometido. En tanto, el movimiento deberá demostrar que puede sobrevivir a todo: al ataque de los poderes de facto; al ataque desde la derecha y, sobre todo, debe sobrevivir a la ausencia de su líder, quien ha decidido ratificar, este domingo, que no se quedará un solo día más de lo que corresponde a su mandato. “¡No reelección!”, gritó. Y la gente debe entenderlo y sus aliados asimilarlo desde ya, si quieren que el lópezobradorismo se mantenga vigoroso.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx