Mientras allá afuera hay un sinnúmero de cantantes y bandas que están apostando por música verdaderamente creativa, se prefiere escuchar al Conejito Malo, tan malo como sus infantiloides arrebatos hacia sus fans, gracias a quienes él goza de sus lujos
Por Évolet Aceves
Tw: @EvoletAceves IG: @evolet.aceves
La egolatría de Bad Bunny sólo la tiene aquella celebridad que presume de su endiosamiento. ¿A qué se debe el éxito de este joven de 28 años? ¿Realmente a su supuesta creatividad o, más bien, a la creatividad de su mercadotecnia?
Bad Bunny o Benito, quien en Twitter aparece como @sanbenito (¿autosantificación?), no es más que el resultado de un conjunto de ideas que están de moda y una subsecuente audiencia que lo ha elevado en las listas musicales de popularidad a nivel mundial, hasta dejarlo como el cantante más escuchado en las plataformas de Spotify y Apple Music por tercer año consecutivo.
El cantante aparenta preocuparse por cuestiones humanitarias, socialmente aceptadas, para acrecentar su popularidad, ¿razones suficientes para hacer de él un ídolo? Definitivamente no. En su música habla de la autonomía de la mujer, en un video aparece como mujer trans, mientras en el programa televisivo The Tonight Show With Jimmy Fallon portó una playera con la leyenda “Mataron a Alexa, no a un hombre con falda”, haciendo referencia al asesinato de una mujer trans puertorriqueña —apoyando la lucha trans—, esto me parece estupendo, qué bueno que figuras públicas alcen la voz para propagar este tipo de mensajes tan necesarios, sin embargo, unas cuantas acciones de su parte mostrando apoyo a ciertos grupos no son suficientes para que el cantante goce de una especie de fuero social. Es plausible que haga ese tipo de acciones que favorecen a las mujeres, pero es lamentable que cometa arrebatos contra sus fans.
En cuanto a su música: es reguetón rosa, aquel reguetón políticamente correcto, hecho para las nuevas buenas conciencias —pues las generaciones jóvenes son quienes lo escuchan más—, aquel escrito para caer bien y ganar adeptos mientras se presume de una supuesta creatividad artística. No quiero decir que el reguetón deba ser políticamente incorrecto, simplemente abogo por la apreciación de la música de calidad, sea cual sea el género —sí, incluyendo el reguetón— y no por la incesante búsqueda del aplauso de las masas, peor aún si la egolatría del músico es tal que hasta es capaz de aventar los teléfonos de sus fans al aire, demostrando un insolente hartazgo e infantil pedantería.
A pesar de que el reguetón no es de mis géneros musicales predilectos, reconozco que hay canciones dentro del género que cuentan con valores líricos y rítmicos. Si omitimos el sonido de las canciones de Bad Bunny, sólo queda una letra simplista.
Mientras allá afuera hay un sinnúmero de cantantes y bandas que están apostando por música verdaderamente creativa, se prefiere escuchar al Conejito Malo, tan malo como sus infantiloides furores hacia sus fans —gracias a quienes él goza de sus lujos—, tan malo como su supuesta imagen disruptiva, un cuadro perfecto de mercadotecnia, que no de arte, hecho para el dulce consumo de las masas.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y textos híbridos. Psicóloga, fotógrafa y periodista cultural. Estudió en México y Polonia. Ha colaborado en revistas y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, La Libreta de Irma, El Cultural (La Razón), Revista Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales: México Seductor (2015) y Anacronismo de la Cotidianeidad (2017). Ha trabajado en Capgemini, Amazon y actualmente en Microsoft. Esteta y transfeminista.