¿Puede Marcelo sin López Obrador? Puedo casi asegurar que la oposición le abriría las puertas a Ebrard pero, ¿ganará si se separa de AMLO?
Por Alejandro Páez Varela
No soy el primero que escribe sobre esto y tampoco seré el último. Que Marcelo Ebrard Casaubón vaya en la boleta por otros partidos que no sean Morena es una posibilidad que nadie puede minimizar. Llegará a 2024 con 64 años de edad; para 2030 será un hombre de 70 años y no es que menosprecie a la gente mayor, pero seis años más son, me parece, muchos para él. En 2012 intentó ser candidato presidencial; su segunda ocasión es 2024. Para 2030 sería su tercer intento. Eso le mete presión a él y, por supuesto, a los que lo rodean. La pregunta es: ¿aceptará, si la encuesta no le favorece, hacerse a un lado? Hago la pregunta sin sugerencia de respuesta. Usted piénselo.
Plantéese éste escenario. Porque, creo, es la última oportunidad de Marcelo. Insisto: no menosprecio a la gente de edad y mucho menos a las personas capaces e inteligentes, como creo que es él, pero si llega a los 70 aspirando la candidatura por tercera ocasión hay que plantearse –entre otras muchas cosas– qué está pasando con la formación de cuadros en este país: ¿en todos estos años no hubo mecanismos para desarrollar nuevos líderes?
El trabajo de unir a PRI, PAN y lo que queda del PRD ya lo hizo Claudio X. González; Ebrard tiene una buena relación con el dueño de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado. Piénselo con malicia. No soy el primero que lo razona así y tampoco seré el último. El actual Secretario de Relaciones Exteriores no sólo es competitivo: también podría unirlos a todos. Podría unir al partido que les falta. Y esto no es una invitación a que lo haga, ni mucho menos; son escenarios válidos que cualquiera en su juicio puede razonar sin cometer un pecado.
Si Ebrard es el candidato de las izquierdas, pues bueno, ya quedó. Será Presidente, casi con toda seguridad. ¿Pero y si no lo es, si no gana la encuesta? ¿Usted lo ve aceptando una doble derrota: que no va por la Presidencia y que muy posiblemente no irá nunca más? Y lo más importante: ¿Se ve el mismo Marcelo Ebrard perdiendo la encuesta?
Todo lo anterior suena rudo porque lo es. Démonos cuenta que movería el tablero nacional. No dudo que Ebrard se lo haya planteado como una hipótesis. Quienes lo conocen saben que a veces, incluso, peca en la prospectiva. Piensa demasiado lejos. Un día de 2012 me dijo un amigo de él: “Es que planea a plazos demasiado largos”. Me lo dijo cuando le pregunté qué pasaría con el PRD, porque Ebrard quería tomarlo. Me pidió no escribirlo, pero me puso esto: “No lo van a dejar”. Luego me dijo: “Pero él ya se vio más allá, aunque todavía no tiene el PRD en sus manos”.
Así pues, no dudo, y nadie debe dudar, que Marcelo ya vio los escenarios que le quedan una vez que salga la encuesta. Si la gana, pues ya: es Presidente casi con toda seguridad. Pero si la pierde se le abren varios caminos. Los obvios son cuatro: uno, acepta el resultado y trabaja con quien gane; dos, acepta y no trabaja con quien gane; tres, no acepta y se va a su casa. Y cuatro: no acepta y se lanza en una alianza de oposición.
No soy el primero que escribe sobre esto y tampoco seré el último: ¿Y si en esa alianza opositora el mismo Ebrard incorpora a Ricardo Monreal? ¿Imagina usted a Ebrard en la candidatura presidencial y a Monreal para la Ciudad de México, los dos por el McPRIAN? ¿Se los imagina?
***
Marcelo Ebrard sabe que el bloque opositor tiene una pésima fama. Como diría Claudio X. González: para estar cerca de PRI, PAN y PRD primero “hay que perderles el asquito”. Porque sí, esos partidos dan asco, la neta. ¿Cómo resolverlo?
Si la opción de Marcelo es irse con ellos, lo imagino ideando una fórmula. Hay que ponerles, por encima, un nombre. Es decir: se usan los recursos y las estructuras de PRI, PAN y PRD y se les pone un nombre para no usar sus colores ni sus siglas. Como “Va por México”, pues, que es la tapadera de esos tres partidos con tan mala fama. Si le sumas a MC, pueden ponerle un nombre más progre, que no dé tanta vergüenza y que, si se puede, dé la idea de que está en medio; que lo mismo puede representar a un panista que a un morenista y, aunque suene incoherente, a un calderonista que a un lopezobradorista.
La fuerza de Marcelo estaría en jalar votos de todos lados. Eso es lo que puede ofrecer, en algún momento dado. Pararse en medio, en el centro famoso, en un “centro democrático” que le llaman, y anunciar que lo que le urge al país es la “reconciliación nacional” –como dice Monreal– porque “el país necesita la reconciliación, urgentemente”. Lo que Marcelo buscaría es revivir el centro porque sabe que es la única manera de jalarse votos de Morena y tomar los de la oposición.
***
No digo que esto que estoy escribiendo necesariamente va a pasar. En realidad lo que hago es escribir un posible escenario. Y como todos los escenarios, es echar a andar la imaginación en un blueprint, en una hoja de cálculo o en un Power Point. Esos escenarios se conocen como “modelos” y esos “modelos” se someten a lo que se conoce como “estrés”. El “estrés” sirve para ver qué les falla.
Marcelo Ebrard Casaubón, ¿es una marca lo suficientemente sólida como para desprenderse de Andrés Manuel López Obrador sin desmoronarse? Esta pregunta sería aplicarle estrés al modelo. Es decir, someter la idea a una posibilidad extrema, que es, en este caso, la de que Marcelo deje el movimiento y se lance por otra fuerzas. La pregunta es la gran pregunta: ¿Puede Marcelo sin López Obrador? Puedo casi asegurar que la oposición le abriría las puertas a Ebrard pero, ¿ganará si se separa de AMLO?
Ahora trato de razonarlo como Ebrard. Yo creo que discursivamente trataría de no romper con el Presidente hasta donde se pueda. Tendría que manejarlo como una separación-dolorosa-pero-conveniente. Para eso se necesita construir un discurso creíble, uno que le dé la razón y que soporte el contraataque. Porque apenas se salga del movimiento y apenas intente decir que es otra vertiente del mismo movimiento, el Presidente hará lo que hizo con Ricardo Mejía Berdeja, que usó el nombre de la “Cuarta Transformación” para hacerse pasar como una opción soterrada de López Obrador para Coahuila. La argumentación de Marcelo tiene que soportar esa negación.
Una manera de hacerlo es decir que “el movimiento desvió sus objetivos”, con lo que obtiene un certificado moral para dejarlo. El argumento se ha usado muchas veces en el pasado y ha funcionado hasta que ya no funciona. Tendría que sostenerse que “el lopezobradorismo torció el camino” y luego vendrá la respuesta de López Obrador diciendo que quien se torció es él. ¿Qué responde? Porque de la respuesta depende que pueda jalarse adeptos de Morena. Su valor está en que pueda restarle votación a quien vaya por la izquierda a la vez que acumula votos de la derecha y del centro.
Empiezo como empecé: no soy el primero que escribe sobre esta posibilidad y tampoco seré el último. De hecho, esta baraja de opciones se manejará con más intensidad conforme se acerque la hora de decidir. Es una posibilidad que nadie puede minimizar. El mismo Ebrard ha exigido “piso parejo”, es decir, ha dado a entender que no todos compiten por la candidatura en igualdad de condiciones, lo que le permite construir una primera parte del discurso: me voy porque no me dejaron otra opción.
Quizás este escenario no necesite someterse al estrés. Quizás sea candidato y luego Presidente y ya. El tema es que varias encuestas lo ponen en segundo lugar; dando la pelea con el primero, pero aparece en un segundo lugar. Entonces se abre la posibilidad a generar escenarios, modelos prospectivos que luego hay que someter al estrés, que hay que someter a distintas situaciones para calcular –algo que a Ebrard le gusta– las posibilidades de éxito.
***
Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx