La decadencia de intelectuales y medios sólo es superada por la decadencia de los partidos de oposición. Estamos frente a una generación de políticos muy pobres, en un país que ha disfrutado por décadas de opositores notables y dignos como Heberto Castillo, Manuel Clouthier o el doctor Salvador Nava y hasta Cuauhtémoc Cárdenas y el mismo López Obrador
Por Alejandro Páez Varela
Nadie se debe sorprender si Xóchitl Gálvez crece en las encuestas ahora que apuntalan su candidatura los intelectuales, los medios y una élite del empresariado. El voto del PRIAN se moverá inmediatamente hacia el destape y hará sentir (y permitirá graficar) un súbito crecimiento. Eran muchos precandidatos y en casi todos los ejercicios demoscópicos ganaba el “nadie” o la opción “ninguno”, porque no había uno que convenciera, incluyendo a Gálvez. Con la decisión tomada por los poderes de facto habrá una movilización en manada. Los votos de derecha se trasladarán hacia ella y como son millones, se sentirá el estirón.
Pero no es reto alguno que Xóchitl sume de inmediato la intención de voto del PRIAN. El verdadero reto está en que el crecimiento se mantenga y luego acumule más de lo que estaba presupuestado. Insisto en que la prensa y los intelectuales difundirán de manera masiva que su candidata “está arrasando”, que “es un fenómeno en las encuestas” y que “caballo que alcanza gana”. Quieren generar esa percepción. Si alguien se descuida, se la va a creer ingenuamente aunque sea un truco medianamente fácil de desmontar.
Que no se olvide esto: la derecha mexicana no tiene el tamaño suficiente, según todas las encuestas, para ganar en 2024. Necesita más que ésa burbuja. Los promotores de Xóchitl –de Claudio X. González a Héctor Aguilar Camín– usarán este primer impulso aunque sepan que lo realmente extraordinario sería si, después de sumar completos los votos del PRIAN y después de convencer a TODA la derecha, Xóchitl sigue creciendo. Y eso está por verse porque no es un hecho.
Tengo muchos años sin ver televisión –salvo en algún aeropuerto o en un hotel donde no pueda poner una clave de streaming–, pero puedo adivinar en qué se concentrarán los grandes corporativos de medios durante los siguientes meses. Intentarán hacer pedazos al Gobierno federal y (ojo aquí) al de la Ciudad de México. Irá por la cresta y por el bastión de izquierda. Lo han hecho estos años, sí, pero ahora será con furia. La gran barrera de defensa es Andrés Manuel López Obrador e irán por él. Intentarán desgastarlo para desgastar al movimiento a pesar de que en estos años no han podido. Pero van a insistir, ahora con todas las fichas disponibles.
López Obrador ha resistido los embates de la prensa y también ha logrado mantener a casi todos los grandes medios algo contenidos con una enorme inversión en publicidad. Es muchísimo menos dinero el que se invierte hoy, comparándolo con los presidentes Enrique Peña, Felipe Calderón y Vicente Fox (y antes), pero no deja de ser mucho. De 2019 a 2022, el Gobierno de AMLO ha pagado a la prensa un total de 10 mil 085 millones 670 mil 199 pesos en publicidad. Los medios más beneficiados –salvo La Jornada– se le lanzarán en contra porque advierten el fin del sexenio. Querrán volver a AMLO, como lo hicieron al final con Peña, su “payaso de las cachetadas”. Quieren debilitarlo para apretar en un puño al candidato o candidata presidencial de izquierda y luego negociar. A ver si lo logran.
Es cierto que las élites intelectual, académica y empresarial han perdido gran parte del poder que disfrutaban hace cinco años. Operan en la oscuridad como solían hacerlo, aunque ahora están más expuestas. Aún así, el poder que tengan lo van a usar. Poder y además mucho dinero. Me pregunto es si es suficiente para generar la percepción de un “AMLO derrotado”.
Se vienen tiros uno-a-uno para el líder del movimiento: AMLO contra las momias de Guanajuato, AMLO contra los dinosaurios de la CdMx, AMLO contra los buitres de Monterrey, etcétera. AMLO casi solo contra todos ésos. En estos años, el Gobierno pudo, pero no quiso reconfigurar a la prensa; generar contrapesos dentro en ese sector, a pesar de que sí hay nuevas audiencias más entendidas del lado de la izquierda. Entonces es él, el Presidente, contra ellos.
Aquí advierto esto: López Obrador deberá administrar bien el poder que tiene desde las conferencias mañaneras. Quieren hacer ver al Presidente como un tigre acorralado y herido, dando zarpazos desesperados desde esa, su gran tribuna. Cuidado. Querrán generar la percepción de que (primero) interviene de manera ilegal en las elecciones y (segundo) que lo hace porque le tiene miedo a “un fenómeno como Xóchitl”.
Los medios y los intelectuales tienen capacidad para al menos intentar colocar la idea de un “AMLO derrotado”, producto de un “AMLO descolocado” o un “AMLO desesperado” o un “AMLO enojado”. Cuidado, insisto, con las mañaneras. Sería lamentable que el mismo López Obrador les diera herramientas para acusarlo de abuso de poder por “desesperación”.
Sin embargo, debo decir que por más poderosas que sean esas élites les pesa una carga que limita su movilidad. Y más que carga, es una gigantesca piedra tamaño Popocatépetl. Es la piedra de su propia decadencia. Y la decadencia es muy difícil de medir como también es difícil de reconocer. Yo veo a los Jorges Castañeda, a los Aguilares Camín y a todos ellos muy contentos y muy seguros con haber elegido a Xóchitl. ¿Les dará para volver al poder? Eso está por verse.
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La decadencia de intelectuales y medios sólo es superada por la decadencia de los partidos de oposición. Estamos frente a una generación de políticos muy pobres, en un país que ha disfrutado por décadas de opositores notables y dignos como Heberto Castillo, Manuel Clouthier o el doctor Salvador Nava y hasta Cuauhtémoc Cárdenas y el mismo López Obrador. Fueron una oposición preparada, robusta, moralmente sólida. Lo que tenemos hoy, sin embargo, son políticos muy medianos y poco confiables. Estos años no les dio para renovar y mejorar cuadros y con éstos, los viejos, llegan a 2024.
La descomposición de las élites intelectual, empresarial y mediática y de los partidos de oposición es consecuencia, creo, de la corrupción. El tiempo les está pasando factura. PRI, PAN, PRD e incluso Movimiento Ciudadano son tan menores como esas mismas élites que les dan cuerpo. Menores y, además, muy predecibles. Desgastaron el factor sorpresa al contaminar la elección primaria y al lanzar la cargada por Xóchitl Gálvez. Y sin factor sorpresa, sin gracia y desacreditados, no veo por qué su candidata vaya subir más allá de ese primer rally.
Con la oposición me pasa lo mismo que con CNN en español (aunque aplica a muchos medios televisivos del mundo): si no tengo opción, lo escucho porque le suben mucho al volumen en lo aeropuertos. Intento ver CNN pero la verdad preferiría que me dejara a solas, que se callara un rato, que me permitiera concentrarme en un video mal producido y mal editado en YouTube que me dice más que toda esa parafernalia color rojo-azul, que son los colores de la bandera de Estados Unidos.
Me sucede, con CNN, como con la oposición en México, que no me genera confianza; que me sabe a sopa de hace tres días; que conserva los mismos rostros desde hace décadas y me dice que los conservan porque no quieren pagar jubilaciones o porque nadie se atreve a decirles que no están bien, que no conmueven; que se ven arrogantes, distantes, sin emoción.
¿Alguien, algún asesor, se atreve a decirle a Jesús Zambrano que la imagen que proyecta es de derrota anticipada y desesperación? ¿Alguien cercano se atreve a comentarle a Alejandro Moreno que acá afuera, no importa desde qué ángulo, se ve sucio, sudoroso, con vaselina vieja en el cabello y no es por su aspecto físico (aunque podría ser) sino por su fama de corrupto? ¿Alguien, quien sea, le comenta en buena onda a Marko Cortés que proyecta la imagen de un tipo prepotente y distante, altanero y de pocas luces?
Es allí donde empieza todo: qué proyectan los líderes opositores. Lo que digo de CNN me permite ilustrarlo: la oposición se ve como media hora de programación en esa cadena: muchos acentos pero ninguno cercano; una mezcla de temas y apenas el 0.5 por ciento me representa. CNN, como la oposición, tira con escopeta y a ver si alguien, en ese amplio rango de perdigones, cae; a ver si alguien, con esa mezcla infame de intereses, acentos y lenguas, se atreve a entretenerse.
Un mexicano y un, digamos, colombiano, tienen como denominador común la lengua y lidian diariamente con problemas similares pero (ojo) para cada uno hay soluciones muy distintas y allí está el detalle: que la oposición –por consejo de Claudio X. González y las élites– piensa que sus votantes son “latinos”, es decir, una masa con una sola identidad. “Latinos”, como nos llaman en Estados Unidos porque les da flojera reconocer a un mexicano de un salvadoreño. “Latinos” o “votantes”, sin distinciones, sin sus propias preocupaciones, sin sus propias ideas.
Un panista de hueso colorado no tendrían algo que ver con un perredista. Lo mismo pasaba entre un priista y un panista o un perredista y un priista. Y que sus ideas fueran irreconciliables le sirvió mucho tiempo a sus partidos; les dio congruencia ética, moral, ideológica y hasta estética: peinado relamido y camisa blanca de mormón para los del PAN y greñudos y de barbas descuidadas los del PRD.
Ahora les dicen que, ¿qué creen?, tienen que verse como gemelos. Uno debe dejar la brillantina y el otro debe peinarse. Y quienes se los piden son los mismos que les dijeron, durante décadas, que eran enemigos a muerte. Ahora son gemelos. Está canijo. Mucha prepotencia al unirlos sin preguntarles; mucha arrogancia al unirlos en una misma masa.
Para la derecha no existe un ciudadano diferenciado: todos tienen una misma cara de contribuyente; todos se parecen a la servidumbre. Un puñado de personas es un mercado o una urna llena de votos. Y si los partidos tenían un trato especial para sus votantes; si habían trabajado décadas en decirles por qué debían sentirse orgullosos a pesar de estar en minoría, ahora les dicen que olviden todo ese esfuerzo. Ahora les salen con que son minoría pero, además, una minoría como cualquiera otra: sin rostro, sin ideas e ideología propias; perredistas, panistas y priistas mezclados en una masa informe. Ese puñado de ciudadanos sentía algo por su partido y abría la mano para levantar su bandera. Ahora debe cargar con tres banderas. ¿Y eso como por qué?
Sólo líderes tan débiles como Cortés, Moreno y Zambrano podrían haber aceptado fusionarse en una masa informe, a petición de las élites. Ahora esas élites buscan que las masas menospreciadas acepten a Xóchitl como su candidata en un proceso simulado donde Santiago Creel sirve de patiño. Y lo que sigue es decirles que uy, que qué bárbara, que qué bien crece en las encuestas. Lo que sigue es impulsar el engaño.
En algún momento, quizás más adelante, existan las condiciones para una nueva oposición en México. Es otro tema pero es el mismo. La oposición que tiene México desvanece en el descrédito; viene del sistema de cosas que nació con Carlos Salinas de Gortari e incuso desde antes. Creo que hay una nueva oportunidad para hacer reverdecer la política mexicana pero lamento decirles que no sucederá mientras los Aguilares Camín y los Alejandros Moreno y los Claudios Equis sean los líderes opositores. Sucederá, si es que sucede, cuando alguien se atreva a ponerse de pie en una sala de espera del aeropuerto para apagar CNN en la televisión.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx