Como suele suceder, el asunto de las pensiones, que merecía un análisis concienzudo, se aprobó prácticamente fast track y en plena temporada electoral, tiene luces, pero también sombras… estos tópicos deben generar consensos, en lugar de prestarse a la polarización
Por Hernán Ochoa Tovar
Esta semana se dio a conocer que diputados del oficialismo (MORENA-PT-PVEM) comandados por Ignacio Mier, quien funge como coordinador parlamentario de la bancada guinda, se dispusieron a ver en las pensiones (AFORES) un área de oportunidad para cumplimentar los derechos que todo trabajador debería tener. Bajo la autoría de la diputada Ivonne Cisneros, la coalición gobernante propuso tomar los remanentes de pensiones no reclamadas, para hacerlas pasar a una especie de Fondo de Bienestar que permita a las y los trabajadores que actualmente desempeñan sus servicios, pensionarse o jubilarse –en su debido momento, una vez llegada la edad mínima o reglamentaria– con el 100 por ciento de su último estipendio, pues, la diputada Cisneros señalaba que con el actual régimen de las AFORES, actualmente las personas se pueden retirar con el 45 por ciento de su salario como máximo.
Cabe destacar, la propuesta de Cisneros, apoyada por Mier, ha sido defendida por el oficialismo a capa y espada. Sin embargo, la oposición la ha etiquetado duramente, llegando a deslizar que se trata de un robo en despoblado –del gobierno federal– a la clase trabajadora.
¿Quién tiene razón? Como suele suceder, el asunto, que merecía un análisis concienzudo y se aprobó prácticamente fast track y en plena temporada electoral –cosa atípica, valga aclarar– tiene luces, pero también sombras, mismas que a continuación documentaré en la presente colaboración.
Si comenzamos con lo positivo, considero que idear una estrategia para que la clase trabajadora alcance pensiones dignas –y no raquíticas– es algo digno de encomio. Sin embargo, el mecanismo en el cual el eventual Fondo del Bienestar pretende allegarse de recursos, es donde falla la estrategia, denotando su premura y su falta de planificación. Considero que, si las autoridades planeaban tomar los remanentes de cuentas no reclamadas, primero debieron plantearle la propuesta a la ABM (Asociación de Bancos de México) y ver, de esta manera, una solución viable. Esto porque el dinero del cual buscan disponer no se encuentra en las arcas del estado, sino que pertenece a los ahorros que las y los trabajadores de México han realizado por años. Si se hubiese socializado la proposición con expertos de la materia, en lugar de litigarla en los medios y en el parlamento, quizá se hubiese podido cristalizar de mejor manera, en vez de continuar litigando contra tirios y troyanos (prácticamente hasta el final del sexenio).
Seguidamente, creo que se debieron buscar mejores fuentes de financiamiento para el hipótetico Fondo del Bienestar. Aunque reconozco que no soy experto en la materia, realizando lecturas me he percatado de que, precisamente, las AFORES poseen rendimientos realizando inversiones en determinados proyectos, además de las comisiones que cobran las entidades bancarias a las y los usuarios de las mismas.
A contrapelo, el gobierno federal ha puesto algunos de sus proyectos insignia como garantía, llegando a deslizar que busca financiarse con las ganancias que eventualmente se obtengan del Tren Maya y el AIFA. Me queda claro que el gobierno federal tiene fe en sus obras emblemáticas. Empero, si eventualmente llegasen a ser rentables (lo cual aún es discutible), el dichoso fondo carecerá de una financiación adecuada, tornándose solamente una especie de cochinito donde se junten los ahorros de cuentas no reclamadas ¿Sería viable así? No lo sabemos, pero se percibe lo endeble de la estructura por diversos lados de la misma, y esto parece ser una aspirina ante un problema que se viene. Una idea interesante, pero con una planeación bastante laxa, que quizás se allegue las simpatías de la clase trabajadora; pero ignoramos si pueda resolver el problema pensionario de esta nación a mediano y largo plazo, cabe destacar.
Por otro lado, considero que el gobierno federal se metió en una encrucijada en un tiempo en el cual no debió hacerlo. Al ser un tema sensible y que nos atañe a todos y a todas (los temas de la seguridad social y el retiro son sumamente sensibles), estos tópicos deben generar consensos, en lugar de prestarse a la polarización. Quizás lo ideal hubiera sido lo siguiente: que el presidente discutiera el tema al inicio de su sexenio –cuando tenía gran legitimidad y podía sacar avante las grandes reformas, y, como en efecto llegó a hacerlo– o bien, le dejara la papa caliente a su sucesora. Lo menciono así porque, a pesar de su relevancia, es un tema que ha permanecido intocado por años. Y aunque se reconoce que las reformas llevadas a cabo durante el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000) generaron viabilidad, se quedó en el imaginario que dicha enmienda permitió la sostenibilidad financiera de la nación, pero a costa del bienestar de los trabajadores de nueva generación, quienes no podrán tener un retiro semejante al que tuvieron sus antepasados, cuando el estado asumía la responsabilidad y los mismos eran un poco más decorosos que en el presente.
En un inicio, el presidente López Obrador planteó un esquema para que la ecuación se balanceara un poco, y, en esa ocasión, sí tuvo el consenso de la ABM. Desgraciadamente, estos cambios son lentos y quizás percibió que no vería sus frutos, por lo menos durante su gestión. Y tal vez por eso se pretendió dar un golpe de timón cuando el gobierno se encuentra en su fase de culminación. Como están las cosas no le auguro un buen futuro, pues ya se politizó excesivamente un tema que debió ser técnico; pero no creo que en el presente sexenio se vaya a modificar esa constante. Por tal motivo, considero que la sucesora del presidente López Obrador deberá convocar a los diversos sectores (clase política y financiera) y proponer una reforma amplia y consensuada. Un parche mal diseñado podría salir bastante caro. Resulta menester una mayor reflexión al respecto, pues no se trata de un tema menor; es cuánto.