En un diálogo binacional, académicos, encargados de albergues y activistas promigrantes coinciden en que el cambio de gobierno para Estados Unidos es una oportunidad para cambiar su programa de asilo, y para México, rediseñar su política migratoria y establecer una mayor coordinación entre gobiernos fronterizos a pesar de las diferencias partidistas
Por Raúl Flores / La Verdad Juárez
Ciudad Juárez– ¿Están las fronteras preparadas para un resurgimiento masivo del flujo migratorio como el que sucedió en el 2018? ¿Cuáles son los desafíos ante los cambios de gobierno en México y Estados Unidos?
Estas son algunas de las preguntas que se plantearon a distintos académicos, representantes de gobierno y líderes de organizaciones de la sociedad civil durante una mesa de diálogo binacional sobre la movilidad humana y los cambios de gobierno en México y Estados Unidos.
“No estamos preparados, primero para lo que ya teníamos; pero segundo, para lo que viene. Para que realmente estemos preparados tiene que ser un trabajo en conjunto”, dijo Lucett Jiménez de la sobre la colaboración entre instituciones y gobiernos, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Aún hay mucho trabajo por hacer en cuanto a la capacidad de recibir grandes cantidades de migrantes, opinó Jiménez.
El director del Colegio de Chihuahua (COLECH), Juan Miguel Orta, concordó que no estamos listos para un incremento hipotético en el flujo migratorio. Dijo que el crimen organizado es una mayor amenaza que antes ya que ha encontrado mano de obra barata en la población migrante, y así como los gobiernos, también ha aprendido a manejar el flujo migratorio.
Orta también consideró lo cambiantes que son estos flujos. Como no hay manera de predecir si el número de migrantes va a incrementar o disminuir a corto plazo, los gobiernos no se deberían de enfocar en generar una infraestructura humanitaria “enorme”.
Consideró que en los últimos años la migración provenía principalmente de personas de origen sur y centroamericano, sin embargo, ahora se tiene que tomar en cuenta no solo a los mexicanos desplazados sino también personas de origen asiático y africano—los cuales comienzan a presentarse en México y países centroamericanos con la intención de migrar a Estados Unidos.
En este diálogo participaron representantes de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), Universidad Autónoma de Baja California (UABC), Colegio de Chihuahua (COLECH), Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Universidad de Texas en El Paso (UTEP) y Claremont McKenna College de California.
La mesa se llevó a cabo el lunes en las instalaciones del Consejo Estatal de Población (COESPO) y sucedió en el marco del Congreso Anual de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) titulado “Repensar el estudio, la práctica y las transfronteras en las Relaciones Internacionales”.
Acerca de la capacidad actual para sobrellevar una masificación del flujo migratorio en la frontera, el consenso de la mesa fue que ni Ciudad Juárez, ni las demás ciudades fronterizas están preparadas para este escenario.
En cambio, Jeremy Slack, jefe del departamento de sociología y antropología de UTEP, cree que no se debería cerrar la infraestructura humanitaria que ya se ha establecido. Al contrario, es importante que se invierta para mantenerla y reforzarla.
Solo porque en este momento no esté llegando mucha gente a los albergues, no significa que el flujo migratorio se va a mantener en caída ni mucho menos que se detendrá, opinó Slack.
Lo único que ha sido constante en los últimos años del panorama migratorio es el “caos”, afirmó el académico estadounidense. Existen más factores además de la economía—como las guerras y los desastres—que influyen en los flujos de migración y además son completamente impredecibles.
Martha Dena, profesora de la UACH e investigadora del COLECH, confirmó que existe una insuficiencia en la infraestructura humanitaria. No solo en la capacidad limitada, mas bien en el nivel de atención que se quiere para atender propiamente a las personas en situación de movilidad.
Los migrantes no solo necesitan una cama, comida y un techo. También “requieren de salud, de asesoría, acompañamiento, de contención, la salud mental es muy importante”, dijo Dena durante la mesa de diálogo.
Algunos de los participantes presentaron opiniones optimistas al respecto de esta pregunta.
Alejandro Monjaraz, profesor de la UABC, y Emilio López, del COLECH, estuvieron de acuerdo en que las ciudades fronterizas ya lidiaron con una situación emergente en el pasado, y se logró atender y controlar la emergencia a pesar de que nadie estaba preparado.
Ambos comentaron que ahora hay más conocimiento de parte de los gobiernos y las organizaciones para actuar en una situación similar, además de que hay más espacio para acomodar a personas que lleguen a las ciudades fronterizas.
A pesar del optimismo, López comentó que la voluntad política para atender y resolver los problemas que vendrían con un resurgimiento masivo sería crucial para sobrellevar la situación.
Dirvin García, del COESPO, opinó que la infraestructura que ya se construyó puede ayudar a recibir grandes cantidades de gente, pero que sería necesario crear una especie de plan para determinar cómo se distribuirán a las personas de manera segura y ordenada.
En esta discusión sobre infraestructuras también se consideró la aplicación estadounidense CBP One, la cual—según la mayoría de los participantes—funciona, pero podría ser mas eficaz.
Algunos académicos, como Monjaraz y Jean-Pierre Murray del Colegio de Claremont McKenna en California opinaron que la aplicación ya es anticuada y presenta muchas deficiencias ante grandes cantidades de solicitantes.
CBP One funcionó bien durante los primeros meses después de que fue actualizada para generar citas de asilo, pero comenzó a fallar en cuanto subió el nivel de solicitantes, opinó Rodolfo Rubio, profesor e investigador del COLECH.
Hoy en día las respuestas son muy tardadas, y los largos tiempos de espera es algo que utilizan los grupos criminales para convencer a los migrantes de que les paguen para cruzarlos, dijo Rubio.
Otro de los temas de discusión fue el de los retos que enfrenta la colaboración interinstitucional con los cambios de gobierno de México y Estados Unidos.
La opinión general sobre esto fue que, entre tantos cambios, el principal reto será el de mantener la relación de colaboración entre México y Estados Unidos. No solo eso, en México también será necesario que los tres niveles de gobierno trabajen de la mano y que exista una mayor coordinación entre gobiernos municipales y estatales a pesar de las diferencias partidistas.
Es muy importante rediseñar la política migratoria en México y presentar una visión definitiva de lo que quiere el gobierno, dijo Adriana Sletza, presidenta de la AMEI.
En el pasado, el gobierno mexicano solamente ha reaccionado a las políticas del gobierno de EE. UU., y además han querido controlar la visión migratoria desde la Ciudad de México en vez de involucrar a los estados norteños que se ven más afectados por la movilidad humana. “No hay una visión de querer involucrar al resto de los actores”, comentó Sletza.
El Modelo Mexicano de Movilidad Humana que presentó la Secretaría de Relaciones Exteriores este año se podría quedar en “buenas intenciones” si no se hace factible con cuestiones de lo que hacen los gobiernos estatales y municipales, continuó Sletza.
En este punto concordó García. El modelo que presentó la canciller Alicia Bárcena ya representó un gran esfuerzo y buena intención, sin embargo, tienen que trabajar para hacerlo tangible.
Además, García identificó varios otros retos que México tiene por delante, como es el tráfico de migrantes, el problema—que aún no se reconoce oficialmente—del desplazamiento interno a causa de la violencia, y también el de mitigar el impacto que genera los cambios de política estadounidense en los municipios y estados mexicanos.
En México faltan reformas que involucren a los tres niveles de gobierno, comentó Enrique Valenzuela, titular del COESPO.
Un reto principal para el nuevo gobierno será el de crear estas reformas en donde trabajen los distintos gobiernos para establecer una ruta de migración segura y ordenada. Incluso se debería de formar una colaboración entre el gobierno mexicano y el estadounidense a través del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) y sobre todo Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).
Ana Laura Rodela, directora del Centro Integrador Leona Vicario, opinó de igual manera, que se necesitará trabajo legislativo para fortalecer las instituciones y lograr una mejor distribución de presupuestos.
Rodela consideró importante que tanto México como EE. UU. dejen de responder al fenómeno de la migración como una emergencia para pasar a lo que ya deberían ser políticas públicas enfocadas en la movilidad segura.
El problema, según Murray, es que aún se está respondiendo a la migración como una crisis que se tiene que contener, cuando en realidad se debería de reconocer que es un fenómeno completamente normal.
No se debería restringir un flujo que es natural, al contrario, se debe trabajar para hacerlo más sencillo y ordenado, dijo Murray.
“Yo no sé en qué momento la migración pasó de ser un derecho a un delito”, dijo Isabel Medina, del Centro de Investigación sobre América del Norte de la Universidad Autónoma de México.
Medina enfatizó que México no solo necesita una buena colaboración con los vecinos del norte, sino también con los países que se encuentran al sur de su frontera.
Jiménez comentó que no solo mantener una relación saludable con EE. UU., sino también reforzarla, será de suma importancia. La única manera de lograrlo es a través de la colaboración binacional, aseguró.
La cuestión de cómo asegurar que se respeten los derechos humanos de los migrantes que viajan a través de México también es uno de los mayores retos que seguirá enfrentando la nueva administración, dijo la profesora de la BUAP.
Independientemente de cual sea la nueva administración en EE. UU., México tendrá que ajustarse a las políticas migratorias que se generen inevitablemente por el cambio, comentó Rubio.
El investigador del COLECH opinó que este cambio es una oportunidad para el gobierno estadounidense de mejorar el actual sistema de gestión de peticiones de asilo. Dijo que no ve mucha diferencia entre el programa “Quédate en México” a CBP One, el cual termina por forzar a los peticionarios a esperar en México por mucho tiempo.
“Los programas cambian, pero las condiciones siguen estando ahí y las respuestas a veces son muy coyunturales y no tan eficientes como quisiéramos”, dijo Rubio.
Todos los académicos que participaron en la mesa de dialogo estarán presentes en la edición 37 del congreso anual de AMEI, el cual se llevará a cabo en la ciudad de Chihuahua del 16 al 18 de octubre.
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