“Debo advertir que estos apuntes que pomposamente llamo “tratado” no son un tratado, pero sí vienen de la observación científica. Un evento cataclísmico –con efectos similares a los del meteoro que extinguió a los dinosaurios– dio origen a un nuevo ecosistema parasitario, que es el motivo de este texto”
Por Alejandro Páez Varela
Es un error pensar que la vida de los parásitos es simplemente pegarse a otro organismo que le garantice alimento y vivienda y ya, a puro disfrutar. No, no. Cuidado. No es tan simple.
Varias especies de protozoos intestinales, como Jesús Zambrano o Jesús Ortega, son tan sofisticados que desarrollaron habilidades especiales y se adaptaron a su huésped. Para colonizar un intestino, dice la parasitología, debieron dominar medios gástricos inhóspitos y estas adaptaciones les provocaron cambios morfológicos, es decir, fueron capaces de sufrir transformaciones profundas en su propio cuerpo.
Y qué mejor manera de ilustrar lo anterior que la frase de Zambrano en el libro La Disputa por México:
“Ya no traíamos, per se, esta idea desde la guerrilla: la lucha contra los patrones, contra los explotadores, contra los opresores, casi-casi que cuando te encuentres y tengas la posibilidad de comerte a un empresario, cómetelo. Ahora decimos: ‘En lugar de comer empresarios, queremos comer y platicar con los empresarios’. Es otra circunstancia”.
Luchar contra opresores y explotadores es cosa del pasado, dice Zambrano. ¿Comerse a los patrones? Claro que no. Mejor aprovecharlos, reflexiona.
Esa es la verdadera actitud del parásito. Por eso muchas especies han sobrevivido a eventos cataclísmicos en este planeta y muy seguramente sobrevivirán a una guerra nuclear.
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Sabemos que las abejas obreras viven 105 días, aproximadamente. Trabajan sin descanso apenas salen de la colmena y lo hacen en grupo. Una obrera puede recolectar el equivalente a unas dos gotas de miel en toda su vida, y todos sabemos que valió el esfuerzo. Su fortaleza está en el trabajo en equipo; en su estructura social, pero también en pequeños esfuerzos individuales sumados que dan viabilidad.
Muchos parásitos creen que unidos en comunas, como las abejas, les dará mayor viabilidad. Es un error. Incluso las sanguijuelas lo saben. Un ejemplo ilustrativo de lo anterior es la elección federal de México en 2024. Había tres partidos: PRI, PAN y PRD. Y en torno a ellos estaban las élites intelectuales y académicas; los núcleos empresariales representados por Claudio X. González; los grupos mediáticos siempre con hambre, etcétera. Aunque todas estas comunidades han trabajado juntas, pelearse un mismo ser, intentar sacarle sangre entre todos, fue un error tremendo e incluso incomprensible para los estudiosos en la materia.
Los intelectuales, por ejemplo, suelen parasitar en ciclos largos que superan un sexenio. Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín parasitaron en colonias desde finales de los 1980. Carlos Salinas de Gortari les dio acceso a la riquísima piel del Estado mexicano y ellos se prendieron de ella. Procuraron no pelearse entre sí las mismas fuentes de alimentación y eso les permitió una vida rica en nutrientes. Pero cuando llegaron a 2024 a pelearse lo mismo, por más unidos que fueran se trataban de pocas fuentes de alimentación que debían disputarse con otros grupos igualmente depredadores. Pues no funcionó.
Lo que quedó de aquella loca fiesta de 2024 está a la vista. No hubo para todos y muchos fallecieron (la deshidratación es natural en muchas especies de parásitos) y otros se separaron violentamente de las comunidades en busca de su propia subsistencia.
Recientemente los científicos vieron a uno de esos parásitos en solitario, registrándose para recibir una beca de adulto mayor a la que por supuesto tiene derecho. El problema con Gabriel Quadri no es que se consiga una fuente legítima para tratar de completar sus necesidades; el problema –y los demás parásitos lo saben– es que vomite de donde chupa. Contamina todo. Lleva años vomitándose contra el Estado de bienestar pero le encanta el Estado de bienestar: apenas hace unos meses cobraba como Diputado federal y ahora va a empezar a cobrar una pensión.
La fiesta de parásitos de 2024 derivó rápidamente en una borrachera y luego, como suele suceder en los ranchos, en una balacera. Hermanos parásitos se hicieron la guerra; los más fuertes sobrevivieron comiéndose a los más débiles. Fue tremendo. Pero abrió un campo enorme de investigación a la parasitología. Enorme.
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A partir del evento cataclísmico de 2018, cuando hábitats tradicionales se secaron o se movieron de sitio, muchas comunidades e individuos se desplazaron –como el mismo Quadri–, algunos con mayor habilidad que otros, en busca de su subsistencia. Estas migraciones masivas de especies han sido comunes desde que el planeta Tierra registró vida. A veces se vuelven ciclos anuales para aprovechar la producción de alimento entre los hemisferios.
Parásitos como Eruviel Ávila o Adrián Rubalcava, que siempre vivieron de la mayor colmena de parásitos del siglo XX (el PRI), se brincaron a la 4T para proveerse de un hábitat de expoliación. Y parece que con bastante éxito. Varios exgobernadores priistas hicieron lo mismo.
Y otros parásitos de lo que se conoce como “PRIAN” se fueron colando al cuerpo llamado 4T. Resalta, como materia de estudio, la incorporación de un organismo de muchas cabezas con una enorme capacidad para evolucionar. Se le conoce como “los Yunes”. Ha logrado sobrevivir a casi cualquier evento global y, junto con los Rubalcava o los Eruviel y otros, es uno de los mayores ejemplos de cómo el olor a podrido de ciertos parásitos ya no genera ningún tipo de rechazo.
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Debo advertir que estos apuntes que pomposamente llamo “tratado” no son un tratado, pero sí vienen de la observación científica. Un evento cataclísmico –con efectos similares a los del meteoro que extinguió a los dinosaurios– dio origen a un nuevo ecosistema parasitario, que es el motivo de este texto.
Algunos han llamado a este evento “el gran tsunami de 2018” y si bien es cierto que algunos parásitos desaparecieron, otros rápidamente se adaptaron a las nuevas condiciones. Eruviel, Yunes o Rubalcava son apenas algunos ejemplos de esta transformación. Pero son muchos, miles quizás, que adquirieron la “forma 4T” por todo el país para seguir parasitando de la política.
Cuando “el gran tsunami” (que así lo llamaremos a continuación) se retiró de tierra firme, algunos parásitos buscaron un nuevo destino en solitario y otros intentaron incorporarse a otros grupos. Pero el nuevo ecosistema parasitario está en formación. A partir de que se disuelvan los organismos autónomos, donde comunidades enteras tuvieron un hábitat estable por décadas, se espera que un nuevo grupo de parásitos busque incorporarse a otros cuerpos ricos en nutrientes y con American Express. No todos encontrarán un nuevo organismo huésped. El ciclo de la vida nos enseña que muchos desaparecerán.
Entre las colonias que quedaron desamparadas después de 2018, hay una que tomó parte de la fiesta parasitaria de 2024 y que intenta reagruparse para encontrar un nuevo cuerpo huésped. Muchos de ellos se cebaron del PRD, alimentado con recursos públicos, hasta que lo mataron. Los parásitos muchas veces logran matar a su huésped. Son los menos hábiles. Los más hábiles, como David Colmenares (en la Auditoría Superior de la Federación) o Lorenzo Córdova (en el IFE y en el INE), pueden vivir de organismos (autónomos) una década sin problema y luego brincar a uno de los mayores caldos de cultivo de parásitos en México: la UNAM. Decenas, cientos, quizás miles de parásitos encuentran en esa institución un lugar dónde habitar sin enfrentar depredadores naturales.
Decía: hay una colonia, digna de estudio, que tomó parte de la fiesta de la promiscuidad 2024. La dirige un parásito-rey, Claudio X. González, y ha incorporado tanto a los que consumieron al PRD como a otros que han vivido de organismos autónomos toda su existencia: comisiones de derechos humanos (Emilio Álvarez Icaza) o bien órganos electorales (Leonardo Valdés Zurita). Entre ellos está otro organismo que es simplemente un misterio para la parasitología y en general, para los estudiosos de la vida. Es Guadalupe Acosta Naranjo. No tiene ninguna habilidad que se le conozca (salvo su reciente cercanía con el parásito-rey) y ha logrado mantener su cuenta de X que tampoco es mucho, pero es algo. Hoy mismo es una especie de rockstar entre los parásitos de oposición. Los científicos no saben por qué.
En esta colonia hay parásitos que sobrevivieron a varios cataclismos: Cecilia Soto, Ramón Sosamontes, Mariclaire Acosta; y otros que se están incorporando a un nuevo hábitat después de que pusiera en riesgo el que tenían, como la vocera de los trabajadores del Poder Judicial, Patricia Aguayo. Y algunos que fueron expulsados de huéspedes generosos, como el PAN; es el caso de Gustavo Madero.
Este grupo ecléctico han obtenido nutrientes del Estado mexicano durante décadas. Perdió sus fuentes de subsistencia en los años recientes y ahora aspira a que el INE le entregue el registro de un nuevo partido político en 2025, lo que le permitiría sobrevivir en esta biodiversidad un periodo más. No hay muchas esperanzas de que lo logre. Si en el pasado, con mejores condiciones ambientales, ya eran considerados parásitos sin destino ni oficio, ¿qué podría hacer distinto ahora para sobrevivir en un mundo tan competitivo?
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La gran mayoría de los estudiosos de los parásitos coinciden en que hay una coevolución parásito-huésped que permite la diversificación y organización de la vida. ¿Hasta dónde son necesarios los Acosta Naranjo, los Yunes o los Eruviel? Bueno, es materia de análisis constante. Hay una corriente que dice que las sanguijuelas –es un ejemplo– son necesarias para mantener equilibrios en el hábitat y otros creen que no existe conciencia en los parásitos y que su instinto los llevará siempre a matar al huésped.
A partir de la serie The Last of Us de HBO, que muestra el drama de un planeta sometido por un hongo mutante que toma los cerebros de sus huéspedes, muchos se preguntan si una Xóchitl Gálvez o un Acosta Naranjo tendrán la capacidad de generar un movimiento zombie de grandes dimensiones. Y sumo a Xóchitl porque ella misma, sin que nadie la llamara, se sintió por las posibilidades de parasitar en la colonia de Claudio X. González.
Algunos científicos dicen que esa cepa mutada del hongo Cordyceps, en la que se basa la serie de HBO, es tema para la fantasía y nada más. Pero hay otros que dicen que un parásito sí puede llegar a controlar las mentes de sus huéspedes. De alguna manera, dicen, eso fue el neoliberalismo; y también eso fue Elba Esther Gordillo en el sindicato de maestros en el pasado, y más recientemente eso hizo el Cartel Inmobiliario con el PAN. Son ejemplos de parásitos que se comen el cerebro de su huésped para controlar el cuerpo.
Una última cosa: queda fuera de este breve tratado de parasitología el análisis de una de las familias más grandes de sanguijuelas, que se hacen pasar por abejas y hasta visten y hablan como ellas. Están dentro de Morena y de hecho, nacieron dentro de Morena. Se mueven en familias y tienen una enorme capacidad de reproducción. Son los monrealis hominis. Ya tocará hablar de ellos.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.