Sin duda Nasho luchó por dejar un lugar mejor para quienes ahora podemos gozar de derechos tan simples como poder proteger a las familias homoparentales, a tener adecuación de la identidad legal en el caso de las personas trans y con ello poder proteger a las infancias, para poder intentar vivir una vida más plena, más feliz y saber que no estábamos solos. La lucha sigue.
Por Daniel Leonardo García
El reciente fallecimiento de Ignacio Díaz Hinojos, quien era conocido como Nasho Díaz, ha puesto en evidencia la importancia de la lucha por los derechos de la diversidad sexual, pues a pesar de dedicar una gran parte de su tiempo y vida dentro del activismo por las personas LGBT+, dentro de los comentarios en redes sociales destacan montones de ellos por su falta de empatía, pues en las publicaciones que hacen alusión al sensible fallecimiento y/o a la vigilia organizada en la explanada del monumento a Benito Juárez, para recordar y honrar la memoria del activista, algunas personas aprovechan para hacer manifiesta su homofobia y transfobia.
Lamentablemente esta actitud no es exclusiva de una parte de la ciudadanía, pues también supuestos medios de comunicación, sin la debida verificación de información, la mañana del 18 de enero comenzaron a publicar información errónea en la que hacían alusión a que un cuerpo encontrado en el lago del club Campestre era el del activista, quien lamentablemente perdió la batalla ante el cáncer. Lo que llama la atención es el hecho a que hicieran mención en dichas publicaciones al hallazgo del cuerpo sin vida de una mujer. Ese discurso, sino fue mal intencionado, mínimamente calificable como negligente, pudiera explicar los comentarios referidos previamente.
Entre algunos de estos comentarios persisten algunos de tinte transfóbicos, que hacen referencia a que, pese a las luchas, las actas de defunción designaran “sexo masculino”, aludiendo a que los derechos de las diversidades sexo-afectivas son extravagancias y privilegios, con el clásico argumento que los derechos son para todos. A esas personas que por cierto suelen esconderse tras un perfil de Facebook falso puedo decirles varias cosas. Comenzaría por recordarles que, aunque nuestra constitución política es bastante clara, del papel a la realidad hay una grave brecha en las circunstancias de las poblaciones que viven en condiciones de vulnerabilidad.
En segunda instancia, invitaría a hacer un uso de internet de manera más responsable, pues la posibilidad de comentar en redes denota la posibilidad de acceder a un dispositivo electrónico y navegar en la web. A diferencia de antaño, hoy en día existen una cantidad impresionante de datos, dentro de los cuales puede obtenerse información científica, clara y correcta, lo cual les permitiría comprender la diferencia entre las orientaciones sexuales y las identidades de género. Siendo la primera categoría la que describe la capacidad de atracción romántica, emocional y sexual que tenemos las personas hacia otras personas. Por otra parte, las identidades de género se relacionan con la identificación de cada persona en el género que siente, reconoce y/o nombra como propio. Una cosa no tiene relación con la otra. Es decir, hacia quien sentimos atracción no define quien somos.
En ese sentido, Nasho se asumía como un hombre homosexual, por lo cual negar su derecho a la expresión de su masculinidad de manera diversa, no solo es machista sino homofóbico, algo característico de las personas que se sienten con la calidad moral de fiscalizar las sexualidades de otras personas.
Si Nasho se hubiera identificado de otra manera, se pediría respeto a su identidad, en este caso, se pide un respeto hacia una persona, alguien que falleció, que tiene familia que le ama, un esposo, amigos y cientos de personas que a lo largo de los años fueron apoyados de alguna u otra manera por las gestiones del activista, pero más allá de ello, como se ha dicho, por el hecho de ser persona es desde el sentido común natural considerar un respeto a su memoria.
“Hasta que la dignidad se haga costumbre” sostuvo Nasho en diversas participaciones en foros, marchas y entrevistas, y efectivamente, hasta ese día lamentablemente tendrá que seguir habiendo el esfuerzo y dedicación de personas en la vida diaria por lo que desde un punto de vista de los derechos humanos no solo es correcto, sino necesario para poder ser dignos de la denominación de seres humanos.
Sirva también estas líneas para enviar cariño y respeto a quienes siguen en la lucha contra el cáncer, víctimas no solo de la terrible enfermedad sino de la indiferencia del Estado Mexicano ante el constante desabasto de la medicación necesaria para el combate a la enfermedad física, como es el caso de Miguel Rojas, otro activista de la diversidad sexual, quien espera desde hace dos semanas poder recibir quimioterapias en el IMSS y cuya respuesta dada es que no es posible a falta de medicamento.
En la vida diaria, en la enfermedad, en la muerte y después de ella, la mayoría de las personas que se identifican como parte de la diversidad sexual enfrentan vejaciones, violencias y discriminaciones “por el hecho de ser como son”. ¡Tanto por hacer, tanto por luchar aún!.
Aunque sin duda Nasho, al igual que otros líderes, hombres y mujeres, luchó por dejar un lugar mejor para quienes ahora podemos gozar de derechos tan simples como poder proteger a las familias homoparentales, a tener adecuación de la identidad legal en el caso de las personas trans y con ello poder proteger a las infancias, para minimizar los golpes, insultos y otras violencias que en antaño vivimos muchas personas, para poder intentar vivir una vida más plena, más feliz y saber que no estábamos solos, pues activistas y organizaciones de la sociedad civil estarán ahí para exigir a las autoridades hacer su trabajo, solo eso. La lucha sigue.