El paquete llegó por mensajería y lo recibió el presidente en su despacho en la presidencia municipal… al abrir la tapa, una explosión sobrevino; el atentado ocurrió en una época en el que los grupos políticos se disputaban a balazos las candidaturas y las posiciones de poder
Juan de Dios Olivas
Apuntes Políticos
Ciudad Juárez –Aquella noche el presidente municipal José Borunda Escorza recibió en el despacho de la alcaldía un paquete enviado desde la ciudad de Chihuahua por el Servicio Express del ferrocarril, que no levantó ninguna sospecha, puesto que en el remitente estaba consignado el nombre de Teófilo Borunda, su sobrino.
El alcalde intento abrir el paquete con sus propias manos, las cuerdas que lo sujetaban, pero no pudo. Fue entonces que pidió ayuda a Domingo Barraza, el conserje de la Presidencia Municipal y este le prestó una navaja con la que procedió en su mismo escritorio a cortar las cuerdas que lo sujetaban.
Al abrir la tapa, una explosión sobrevino y sacudió al viejo edificio de la presidencia municipal que por tres siglos fue la sede de los poderes de la ciudad, primero como sede de la Comandancia General de las Provincia Internas en la época colonial y después como capitanía de Presidio hasta llegar a ser despacho de los jefes políticos y al último los presidentes municipales.
El paquete que en un principio parecía amistoso por provenir aparentemente de su sobrino, contenía siete libras de nitroglicerina que al estallar arrancaron las manos del presidente y lo dejaron sin ojos.
El conserje también quedo destrozado. Ambos quedaron vivos, pero por la gravedad de las heridas fallecieron en breve tiempo.
El atentado se registraba el primero de abril de 1938, justo tres meses después de que José Borunda Escorza tomaba posesión como alcalde de Ciudad Juárez.
El edil, un hombre popular, había tenido un triunfo aplanador en las elecciones de 1937 para presidente municipal, al obtener 8,352 votos contra 47 de su contrincante Luis G. Salinas.
El nuevo Ayuntamiento encabezado por Borunda iniciaría formalmente el primero de enero sin imaginar que su paso sería efímero, nada más 3 meses en los que, si acaso, logró dar los primeros pasos para la enajenación del terreno en que se ubicaría el parque que en su honor llevaría su nombre.
El alcalde fue velado en el salón principal de la Aduana Fronteriza –hoy Museo de la Revolución en la Frontera– y su funeral e inhumación en el panteón Tepeyac, se convirtió en un acto masivo.
Al día siguiente en Chihuahua seis sospechosos eran detenidos, todos ellos reconocidos simpatizantes del ex gobernador Rodrigo M. Quevedo y su familia. Otros tres Efrén Escobar, Nicolás Chávez y Alfredo Perusquía, el 3 de abril, y dos más, Justo B. Salaices y Alfredo Asís, el día 5.
Uno de ellos, Alfredo Chávez confesó ser el que envió el paquete, pero dijo ignorar su contenido, en tanto que Escobar acusó a Asís de ser el fabricante del artefacto. Al final Escobar, a quien un taxista reconoció como la persona que envió el paquete, fue el único en ser condenado por el atentado. Del autor material, obviamente nada se supo.
Una época violenta
El atentado en contra de José Borunda ocurrió en una época en el que los grupos políticos, uno de ellos encabezado por el exgobernador Rodrigo M. Quevedo y el otro por el gobernador en funciones Gustavo L. Talamantes que desde dos años atrás disputaban a balazos candidaturas y posiciones de poder.
De hecho, una par de semanas antes del asesinato de Borunda, el mismo general Rodrigo M. Quevedo asesinaba a sangre fría al senador Ángel Posada en el vestíbulo del hotel Kooper, localizado en la avenida Juárez, cuando previo a una reunión el legislador intentó saludarlo y como respuesta recibió una bofetada y después 7 balazos disparados por el exgobernador, un militar que militó prácticamente en todos los bandos de la Revolución Mexicana hasta integrarse al del Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles.
Sin embargo, a nivel nacional, el presidente Lázaro Cárdenas, consolidaba su poder político tras poner fin dos años atrás –en 1936– al llamado “Maximato” y obligaba a exiliarse fuera del país al general Elías Calles, de quien Quevedo era cercano.
Para consolidar su poder, Cárdenas creó la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y procedió a reorganizar a su partido, con el nombre de Partido de la Revolución Mexicana (PRM) a la postre el PRI, donde incluyó a los sectores campesino, obrero, popular y militar.
El nuevo orden generó un reacomodo violento de grupos políticos en el país del que Chihuahua no fue la excepción. El que encabezaba Quevedo se enfrentó violentamente al liderado por el nuevo gobernador Gustavo L. Talamantes en disputa por candidaturas y posiciones de poder.
Esa lucha política cobraría la vida del alcalde José Borunda, amigo del senador Posada.
Previamente, en 1937 le costaría el cargo de alcalde a José Quevedo y su cuerpo de regidores quienes fueron destituidos por Talamantes.
La confrontación brotó cuando el Juez Segundo penal dictó una orden de aprehensión en contra del alcalde de Ciudad Juárez, José Quevedo Jr., –familiar del exgobernador– y de todo el Ayuntamiento por los cargos de peculado y otros delitos.
Al mismo tiempo 3 mil integrantes del recién creado Frente Único de Obreros y Campesinos de la Frontera, con los regidores Pedro Díaz y Edmundo Vázquez, se lanzaron a las calles a marchar pidiendo la renuncia del presidente municipal.
El alcalde, quien había logrado obtener un amparo, junto con los regidores Valentín Fuentes, Gilberto Martínez, José Suárez, Alfredo Aragón, Nieves Ortiz, Ignacio Jiménez y sus respectivos suplentes, se encerraron en la vieja Presidencia Municipal (hoy edificio del Centro Municipal de las Artes).
Ahí, el alcalde decidió destituir a su jefe de Policía, el capitán Antero Torres Aizpuru. Sin embargo, el Congreso del Estado tomó otra decisión: ordenó la inhabilitación de Quevedo y designó sustituto a Antero Torres.
El 31 de marzo de 1937, en el hotel Río Bravo, fue designado oficialmente el nuevo Ayuntamiento, pero por 11 días más, Quevedo se negaría a entregar la Presidencia Municipal y estuvo a punto de tomar las armas.
El 12 de abril, el nuevo Ayuntamiento se mudaría del hotel Río Bravo para instalarse finalmente en la Presidencia Municipal, luego de que Quevedo decidió entregarla.
El asunto no quedó en la destitución del alcalde Quevedo, la confrontación subiría de tono y el mismo exgobernador en un arranque de furia asesinaría a uno de los opositores a su grupo, al senador Ángel Posada quien se encontraba en la frontera acompañado del diputado federal Francisco García Carranza para visitar la zona agrícola del Valle de Juárez.
En el mismo hotel Koper localizado sobre la avenida Juárez entre las calles Abraham González y 16 de Septiembre, propiedad del general Alonso Quevedo Moreno, el senador sostuvo una reunión en una de las habitaciones para tratar asuntos del Congreso.
Al concluir, tomó su portafolio y se dirigió a la salida del hotel y justo en la escalera se encontró al general Rodrigo M. Quevedo, entonces recién nombrado jefe militar en Puebla.
Las crónicas señalan que al intentar saludar al militar, el legislador recibió como respuesta siete balazos que acabaron con su vida. Algunos de sus acompañantes intentaron defenderlo y se desató una balacera en la que resultaron heridos el exalcalde José Quevedo, Narciso Talamantes, (hermano del gobernador en funciones), el diputado Valentín Oñate y la niña Josefina Ariciniega, que pasaba en esos momentos por la avenida Juárez y fue alcanzada por una bala.
Posada recibió tres proyectiles en la cabeza y cuatro más en el cuerpo, incluyendo un tiro en el corazón que acabaron con su vida al instante.
Rodrigo M. Quevedo salió y se encaminó a la Guarnición de la Plaza donde se entregó, pero fue ayudado a huir y tiempo después apareció en Nuevo Laredo, Tamaulipas donde fue arrestado, degradado y hecho prisionero por dos años. No obstante obtuvo un amparo de un juez de Distrito de Puebla y el presidente Cárdenas omitió aplicar un castigo, pese a la presión social que se generó en el estado de Chihuahua.
José Quevedo Jr. se refugió en El Paso, Texas y obtuvo también un amparo de un juez federal argumentando ser perseguido por cuestiones políticas.
Tres semanas después del asesinato de Posada, el 1 de abril, José Borunda, quien había tomado protesta como presidente municipal apenas a principios de ese año, recibió en su despacho el paquete que le fue enviado por el Servicio Express del ferrocarril desde la ciudad de Chihuahua.
Tras el crimen asumiría por cuatro días Felipe García, pero la gestión en el Ayuntamiento la habría de terminar el 31 de diciembre de 1939 Octavo Escobar Rodríguez, que fue sucedido por Teófilo Borunda que a partir de ese momento iniciaría una meteórica carrera política consolidando un grupo que dominó la política del estado por varias décadas.
De José Borunda, quedo sólo una foto que sigue colgada en el viejo salón del Cabildo en la Presidencia antigua y el parque que por generaciones han disfrutado los juarenses.