Opinión

Tres notas sobre las verdades y el periodismo




junio 26, 2018

Leticia Castillo
Socióloga y periodista

1. Una narrativa de la narrativa
La reciente lectura del libro “Los cárteles no existen”, del periodista y escritor juarense Oswaldo Zavala, me dio oportunidad de repensar el rol de periodistas y medios de comunicación en la reproducción de los discursos oficiales y los discursos dominantes o hegemónicos acerca del narcotráfico.
El escritor nos reta desde el título de su obra: “Los cárteles no existen”. Tremenda osadía, si todas/os sabemos qué son los cárteles, ¿o no?
En varios ensayos Oswaldo Zavala insiste y repite su idea central: lo que conocemos acerca de la industria del narcotráfico es obra del Estado, todo es una argucia que nos han vendido a través de la narrativa del periodismo y la literatura, para encubrir el control estatal que, “con frecuencia tiene que ver con estrategias oficiales de apropiación y explotación ilegal de tierras ricas en recursos naturales”. En otras palabras, el narco no tiene reinado, es súbdito del Estado, y nosotras/os espectadoras/as-víctimas de sus artificios. Los narcos están controlados por el poder oficial, “cuya brutalidad criminal se esconde en la falsa narrativa de los cárteles y su supuesto reino sin fin”. La estrategia consistiría en magnificar como el enemigo todopoderoso al “narco” y operar así una construcción oficial del miedo, que legitima las acciones del Estado, como la militarización de la seguridad que ya hemos vivido.
La propagación de tal narrativa se encuentra sobre todo en los contenidos de los medios de comunicación. Revisando la llamada guerra contra las drogas con epicentro en el gobierno de Felipe Calderón, Zavala ahonda en los casos del periodismo narrativo y la corriente de la narconovela negra. Aun cuando resulta innegable que el uso político de las actividades del narcotráfico repercute en el discurso periodístico, dudo que se imponga como absoluta una narrativa oficial desde el espectro mediático, porque desde hace tiempo apuesto a la capacidad reflexiva en el uso-consumo de medios de quienes con frecuencia suelen imaginarse como simples espectadores/as de las noticias.
El escritor entrega una propuesta crítica de cómo se reafirma un discurso oficial acerca del narcotráfico. Su argumentación presenta un arduo trabajo de documentación, análisis situacional y teórico. Como muestra del periodismo narrativo que escudriña, aborda las crónicas de Diego Enrique Osorno, Anabel Hernández, Marcela Turati y Alejandro Almazán; figuras destacadas en nuestro país por su crítica o denuncia. Anoto que la expansión de este estilo alguna vez me llevó a intuir que la estrechez de la autocensura de los medios y de los géneros permitidos en éstos, volcaron a no pocos/as periodistas al formato libro.
Pero la crítica de Zavala no la puedo llevar a la realidad del día a día del periodismo, vivido éste fundamentalmente como modelo de negocio, estructurado con rutinas de producción para cubrir una demanda ya construida, colocado como un campo que interacciona con el político y el económico, y esporádicamente con el campo académico. Me es díficil imaginar cómo se podría esquivar el orden del discurso inducido acerca del narcotráfico. ¿Si evidenciar y denunciar complicidades de actores del sector gobierno con los grupos delincuenciales no es suficiente para politizar esta narrativa; de qué manera comunicar que es el Estado el poder que administra al narcotráfico y orienta la información para crear la imagen del enemigo de la sociedad y de la seguridad nacional?
No obstante, es clara la tarea pendiente que Oswaldo Zavala marca para el periodismo es deshacer la hegemonía del discurso oficial sobre el crimen organizado; trascender la crónica del narco, y “Pensar políticamente desde el periodismo… para hacer visible y criticar el monopolio de la violencia simbólica y real de Estado”.
Situada en ese plano crítico, encuentro necesario apuntar que tal cuestionamiento no significa soslayar los alcances del trabajo periodístico de alto riesgo que se realiza en esta era de violencia, que se endilga tanto a los grupos criminales (cárteles o no), como a su supuesto combate. ¿Cuál es la grieta del sistema que permitirá develar las otras verdades, esa violencia sistémica y real del Estado?, ¿en qué estarían fallando nuestras/os periodistas?, ¿por qué les están matando? Quizá mi lectura tiene otro horizonte.
2. LaVerdad y el periodismo
Durante el diálogo con el público en la presentación de Los cárteles no existen, surgió el tema de las verdades: las históricas y las oficiales. Imposible no conectar la cuestión de las verdades y el periodismo con el nombre de este nuevo espacio que le apuesta al periodismo de investigación y a la verdad que éste produzca. El enunciado LaVerdad comunica el tamaño del compromiso que asume la Red de Periodistas de Ciudad Juárez, y en concreto las directivas de esta tribuna digital (las maestras Gabriela Minjarez y Rocío Gallegos), que en la presentación del naciente proyecto nos ofrecen un trabajo basado en lo que ellas –y muchas personas–, consideramos un valor fundamental del periodismo: el respeto por la verdad.
Sin ahondar en las discusiones filosóficas que el tema de la verdad implica, tengamos en cuenta que junto con la objetividad el valor de la verdad por mucho tiempo ha sido el timón del periodismo. En nuestro estado ese timón parece extraviado, porque desde el último cambio de gobiernos locales pasamos de un alto grado de control de medios vía publicidad oficial (con resquicios abiertos, como el espacio de opinión que tenía quien hoy gobierna) al rompimiento entre los gobiernos y muchos medios de comunicación. Así presenciamos viejas y nuevas prácticas anómalas: el uso oficial de medios privados, las noticias diarias casi siempre sesgadas, la creación de medios gubernamentales, la producción oficial de contenidos noticiosos inserta en medios privados, además, el encono indistinto contra periodistas acusados/as de complicidad con el régimen anterior. En estas circunstancias, ¿cómo hacemos para identificar cuándo y dónde nos informan la verdad?
3. Las verdades y la ciber-propaganda o noticias falsas
Por si el panorama particular de Chihuahua no fuese lo suficientemente adverso a la búsqueda de la verdad desde la trinchera del periodismo, con los usos de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) la neblina mediática creció. Por una parte, ante el cambio tecnológico la clase política pronto aprendió cómo manipular las plataformas de Internet para simular o combatir preferencias, así como vigilar las cuentas de ciertos actores (activistas, periodistas), también provocar la caída de la plataforma de sitios informativos críticos. Por otra parte, emergieron las llamadas noticias falsas o el paradigma de la Posverdad que no es sino una modalidad de propaganda. Bien dijo el periodista y escritor Martín Caparros, solamente es “una palabra nueva para llamar lo más viejo del mundo: la mentira”. En 2017 el diccionario de la real academia de lengua española agregó el vocablo posverdad como: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”, definición cercana a la de propaganda: “Acción y efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores”. En Internet igual encontramos sitios de noticias falsas con sentido humorístico, que titulares engañosos en busca de clics que les reditúen ganancia. La mentira se ha banalizado como nunca. ¿Y las verdades?
Vivimos así un absurdo del periodismo: antes de Internet las noticias se verificaban previa publicación, ahora ocurre lo contrario, se verifica lo que los medios difundieron; hasta hay quien “informa” el “fake news top” de la semana.
Con la inmediatez del periodismo digital la regla de verificar comenzó a extinguirse y se puso en riesgo la veracidad de las noticias. Con la oleada de las noticias falsas intencionadas la mentira se ha banalizado.
Por eso, bienvenida la verdad.
En este adverso escenario, quienes tenemos el hábito de informarnos a través del trabajo periodístico padecemos de la ausencia de un periodismo que no caiga en la trampa de la inmediatez, ni responda al encono con encono. En consecuencia, sabremos agradecer y apoyar a quien apueste por el respeto a la verdad, y advierta desde el periodismo de investigación los mitos de la narrativa oficial.

unilety@gmail.com

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